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Eruviel Ávila Villegas y Enrique Peña Nieto
Se resquebrajó la
unidad del PRI
HÉCTOR TENORIO
La designación como candidato a la gubernatura del Estado de México, de Eruviel Ávila Villegas resquebrajó la unidad del Partido Revolucionario Institucional (PRI), porque fue producto de la imposición del ex presidente de la República Carlos Salinas de Gortari y de la maestra Elba Esther Godillo. El gobernador Enrique Peña Nieto, sólo extendió “el acta de defunción” del Grupo Atlacomulco.
Sin embargo, los focos rojos se prendieron desde el inicio de la precampaña de Ávila Villegas. Las fracturas se han empezado a notar con las ausencias de los ex gobernadores mexiquenses, Alfredo del Mazo González, Alfredo Baranda, Emilio Chuayffet Chemor y César Camacho, vinculados al Grupo Atlacomulco. Su inconformidad podría provocar que el PRI no ganara y esto sería el fin del salinismo. Preocupado el candidato a la gubernatura, expresa su respeto a los ex gobernadores y reconoce que necesita de todos los actores del Valle de México.
La mayor debilidad de Ávila Villegas es que no es el candidato de las bases del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como pretenden venderlo ante la opinión pública. Porque ese instituto político moviliza su voto en forma corporativa, por lo tanto, no necesita bases ni democracia. Esta es “la herencia maldita” del tricolor que se extiende como cáncer a los demás partidos políticos y que ha provocado que el país cuente con una clase política vinculada al crimen organizado.
El hijo de un chofer de pasajeros es ahora el conductor de un automóvil de lujo, su campaña será coordinada por el diputado federal con licencia Luis Videgaray Caso, la desviación de recursos del Congreso del Unión estará a la orden de día, ni que decir de los recursos de la entidad. El gobernador Enrique Peña Nieto seguirá influyendo dentro del proceso electoral para la elección del 3 de julio.
Del otro lado del cuadrilátero, Alejandro Encinas Rodríguez, prefiere perder que traicionar a Andrés López Obrador, a pesar que los números no le alcanzan, se opone a la alianza con Acción Nacional (PAN). Es evidente que sobre esa entidad se empieza a manifestar con fuerza el creciente el poder de veto de López Obrador en el seno del Partido de la Revolución Democrática (PRD.)
Los “pejistas” aseguran que los perredistas no van a ir a hacerle el juego ni a Felipe Calderón ni a los suyos. Considera que esa estrategia es para que el PAN gane la presidencia. Vaticinan que el blanquiazul no va a ganar esa entidad porque está bajísimo; además, no tienen candidato, porque están anclados hacia abajo, en resumen están en picada. Pero, sobre todo, todavía no hay nada escrito sobre si habrá o no habrá alianza.
Ya se perfila un nuevo enfrentamiento en el Sol Azteca, para definir si la candidatura perredista respetará o no la consulta que arrojó un resultado favorable a la alianza con el PAN. Es probable que el problema se resuelva con una nueva negociación, la izquierda sólo gana tiempo porque sabe bien que es inexorable su división definitiva.
Mientras los plazos se agotan: Marcelo Ebrard y Nueva Izquierda (NI), se pronuncian a favor de Encinas Rodríguez. Les conviene mostrar unidad porque, si ganan, ganan todos y si pierden, pierde sólo AMLO y con ello se terminarán de debilitar, y en esas condiciones su participación en el 2012 será simbólica. Sólo entonces se levantará un movimiento ciudadano que se convertirá en el sucesor histórico del PRD y será el nuevo partido-movimiento de l non santas a izquierda mexicana, con nuevos líderes rumbo al 2018. Las alianzas no pasan de la semana mayor.
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