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Yemen a la deriva
Ahora que acabo de llegar a Beirut, la obsesión de los salones políticos se centra en el devenir del régimen sirio cuyo desenlace tendrá dramáticas repercusiones en el frágil equilibrio de uno de sus vecinos más vulnerables: El país de los cedros milenarios que desde principios de año no consigue conformar un gabinete, en el más depurado estilo de la política contemporánea belga.
CERCA DEL FUEGO. Un palestino quema neumáticos en el campamento de refugiados Ain Hilweh, en el sur de Líbano, durante una protesta antisraelí por la matanza de palestinos en la frontera con Siria, el domingo pasado. Foto Reuters
A mis dilectos interlocutores locales les hago la broma de que en Líbano no se ha propagado la revolución árabe -que desde la revolución del jazmín del paradigma tunecino, ha impregnado su extático aroma a la mayoría de los 22 países árabes-, debido a que no existe un gobierno a quien defenestrar.
Bromas aparte, en Líbano existe una gran presión sicológica como consecuencia de la descomposición vertiginosa del régimen sirio de Bashar Assad, por lo que las revueltas en curso desde Libia, pasando por Bahrein, hasta Yemen, sirven como puntos periféricos de referencia para evaluar la dinámica recomposición de los equilibrios geopolíticos en toda la región. Si el peso de Siria es determinante en el Líbano, guste o disguste, el de Turquía sobre Siria es también equiparablemente fundamental.
La revolución árabe no se ejerce en el vacío ni se encuentra tan estrictamente confinada regionalmente y comporta límites y/o estímulos (dependiendo del caso específico), ambos exquisitamente geopolíticos, donde los cuatro grandes actores son Turquía, Egipto, Irán y Arabia Saudita (unos al alza y otros a la baja), sin perder de vista la capacidad de daño letal tanto convencional como nuclear de Israel.
Mucho menos habría que soslayar el panorama global mediante el radar donde aparecen simultáneamente tanto la evanescencia del fenecido orden unipolar estadunidense, así como el núcleo del incipiente orden multipolar en su vertiginosa dinámica con el ascenso de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.)
Dejaré en el tintero mis miniconferencias privadas al más alto nivel de los grupos políticos y académicos de prácticamente todo el espectro plural político del Líbano, donde gozo la invaluable fortuna de tener excelentes relaciones con todos los factores del poder (más allá de mis subjetivismos e intereses singulares que busco no obnubilen mi objetividad) y donde abordo las repercusiones de la revolución árabe bajo el método de mi enfoque multidimensional -geoestrategia, geoeconomía (con el relevante rubro geoenergético) y las geofinanzas, en el contexto de la desglobalización y la naciente regionalización.
Pareciera que en Yemen -quien ostenta el PIB más bajo de toda la inmensamente rica península árabe (de un total de siete países) en su vecindad con las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación de los Países Arabes del Golfo (CCPAG-6), la refracción local de la revolución del jazmín se ha cobrado a su tercera víctima: el sátrapa Ali Abdalá Saleh, quien lleva(ba) casi 33 años en el poder omnímodo y, después de un extraño bombardeo a la mezquita adyacente al palacio nacional donde resultó herido con la mayoría de su gabinete, solicitó los cuidados intensivos hospitalarios de uno de sus protectores (junto a EU): la petromonarquía de Arabia Saudita.
El internamiento hospitalario forzado en Arabia Saudita de Saleh, quien cedió el bastón de mando en forma verbal a su vicepresidente Abdu Rabu Mansur Hadi, fue interpretado por sus numerosos opositores en la capital Sanaa y en la rebelde ciudad Taiz (en el centro del país) como su defenestración, por lo que salió a festejar jubilosamente a las calles.
El problema de la hermenéutica del poder yemenita es la personalidad escurridiza de Saleh quien, como se suele decir coloquialmente, es un costal de mañas.
Pese al repudio cada vez mas creciente de la pluralidad yemenita, Saleh se ha empecinado en no soltar el poder familiar tribal (su hijo es todavía el comandante de la poderosa guardia republicana y sus sobrinos ostentan puestos clave en el organigrama gubernamental) frente a las presiones de sus aliados, primordialmente EU y Arabia Saudita, al haber rechazado la mediación del CCGPA-6 encabezada por Qatar, quien prefirió retirarse cuando se topó con las dilaciones intolerables de Saleh, quien en su autismo todavía no entiende sicopatológicamente que su tiempo concluyó.
Noah Browning del NYT (5-6-11) comenta la confusión derivada del vacío de poder después de 4 intensos meses de lucha fratricida, lo cual, a nuestro juicio, podría desembocar en una guerra civil y, posteriormente, en la balcanización de Yemen mientras los partidarios tribales de Saleh amagan con el retorno de su tratamiento hospitalario en Arabia Saudita cuando ya estén curadas sus heridas físicas.
Se viven tiempos de teatrales montajes hollywoodenses por doquier (v.gr. el lanzamiento nada islámico al mar de Bin Laden por las fuerzas especiales de EU) y Noah Browning insiste en la explosión misteriosa que obligó a la hospitalización en Arabia Saudita de Saleh junto a 35 personalidades que incluyen al primer ministro, a los dos líderes del Congreso y a varios funcionarios de primer nivel que han dejado prácticamente acéfalo al gobierno.
Lo mas interesante: Noah Browning recalca que se desconoce la causa de la presunta explosión.
Yemen vacila entre el Caribdis de una revolución relativamente pacífica -que puede suceder si Arabia Saudita impide el regreso aduanero del sátrapa hospitalizado- y el Escila del caos en caso del enésimo empecinamiento de Saleh.
Amén del petate del muerto de los estrategas de EU que sacuden permanentemente el espectro de Al-Qaeda (que buscaría crear un califato salafista-islámico en uno de los pedazos desmembrados de Yemen, además de las otras fracturas de los huthis -chiítas en el norte y los secesionistas sureños del relevante puerto de Adén, la trascendencia geoestratégica del Yemen proviene de tres factores primordiales: 1. su custodia (con Somalia y Yibuti) del súper-estratégico estrecho de Bab Al-Mandab (La Puerta de las Lágrimas) –catalogado por los geoestrategas estadunidenses como un punto de estrangulamiento (choke point) del transporte marítimo global- que conecta el Mar Mediterráneo al océano Índico a través del Canal de Suez y donde cruzan 3 millones de barriles de petróleo al día; 2. su transfrontera de alrededor mil 500 kilómetros con Arabia Saudita; y 3. la propagación del movimiento prodemocracia a las seis petromonarquías del CCGPA-6. No es poca cosa.
Más que Yemen propiamente dicho es el estrecho súper-estratégico de Bab Al-Mandab y la estabilidad de la Península Arábiga entera las que se encuentran a la deriva.
* La Jornada
{vozmeend}
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