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Surge poderoso y arrogante el moderno Dragón Chino
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Edición 265

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Surge poderoso y arrogante

el moderno Dragón Chino

Regino Díaz Redondo

(Exclusivo para Voces del Periodista)

 

China es ahora miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, potencia hegemónica
en el terreno financiero y que penetra sutil pero
incansablemente a cuanto país se deja.
China despierta orgullosa y triunfante y acaba de presentarse
en sociedad con ínfulas de gran señor. Su primera aparición pública, firme y exigente, se refiere a la crisis
económica que padecemos. Sin matices y muy segura dice: Tenemos que buscar una nueva moneda
referente y universal, distante del dólar.

Éste cumplió con su deber y compromiso pero ya no garantiza estabilidad, se ha debilitado, carece de fuerza y se desconfía de él.

Así de sencillo. Puede decirse que están orgullosos, seguros y convencidos de la importancia que tienen sus opiniones en la nueva conformación del mundo. El gobierno no menciona al euro ni al franco suizo ni a la libra esterlina. Cree que no es el momento del yuan pero no lo descarta y quizá tenga ya el nombre para el billete que garantice su prevalencia. Nadie discute su gran importancia en la economía mundial. No en balde es ya la segunda potencia. Para ratificarlo, y con un poco de soberbia -cuando hay poder hay altanería- se atreve, con mucho desparpajo, a asegurar que “Estados Unidos gasta mucho en armas” (no se mide) y “se ha hecho adicto a la deuda”.

 

hongkong

Hong-Kong.

Estos admirables asiáticos, una de las primeras culturas de la tierra, ejemplo de tesón y de inteligencia, son ahora un monstruo de las finanzas. Pero se olvida que su gobierno se basa en una bipolaridad sorprendente: “Un país, dos sistemas”. Frase dicha hace ya dos décadas por Deng Xiao Ping quien junto con Mao encabezó la Gran Marcha de los 40. Para ser más claros: Cuando a finales del siglo pasado Hong Kong dejó de ser colonia británica para pasar a integrarse al territorio chino, se le cuestionó sobre cuál seria el futuro de esa bella ciudad. Su respuesta fue tan sencilla como original y sobrevivirá por los siglos de los siglos. En el continente, el marxismo-leninismo, estilo chino; en Hong Kong, el capitalismo. Son compatibles. Cerró el caso sin protestas. Nadie señaló la incongruencia evidente anunciada por el líder. Todos creímos que era un cuento chino. Sí, un cuento chino, que se convirtió en una amenaza china o, por lo menos, en un estilo de vida que domina ya en este siglo como se preveía.

Es curioso que los países de libre mercado hayan permitido, o no se hayan dado cuenta de la trascendencia que la declaración de Xiao. Concluyeron en ese momento que el territorio de la Ciudad Perdida y del puerto del opio estaba muy lejos de tener influencia en el mundo en que vivimos. Craso error. Shanghai, por donde desde Gran Bretaña y algunos otros países enviaban la droga para mantener adormilado al pueblo, se ha convertido en una de las ciudades más importantes del mundo. Su crecimiento vertical sólo compite con Doha, Abu Dhabi; 20 años antes nadie lo hubiese creído.

Seguramente se pensó en China como un gran mercado comprador de tecnología y, sobre todo, de bienes de consumo. Y claro, así fue en el principio. Pero después empezó a fabricar y a inundar los mercados. A competir en precios con artículos del “mundo libre”. Entonces saltaron las alarmas. ¡Qué barbaridad!, ¿quién iba a creerlo? Los magnates occidentales se daban de golpes en la cabeza, en los brazos. ¡Pero ¿cómo?!, no estaba previsto. Nuestros analistas no nos avisaron. Tenemos que poner un remedio. Hay que modificar nuestra relación con China. Y añadieron algunas otras frases dialécticas e inocuas que nada han modificado la situación actual. ¿Por qué China compite ahora en las bolsas de valores del primer mundo e inunda de artículos de baja calidad a infinidad de países de Europa y América? Es fácil deducirlo: Para ello empleó el primer sistema, el comunismo. Y lo sigue haciendo. Es decir, paga salarios impensables, reducidos, a su gente y hace trabajar a cientos de millones de personas hasta 18 horas diarias, cuando menos, aunque siguen comiendo arroz en un tazón con los palillos de siempre. Estos campesinos y obreros de la profunda China no saben ni imaginan lo que ocurre allende su territorio. Son ajenos a la transformación lograda por sus dirigentes, hábiles e instruidos, pero egoístas y prepotentes.

DengXiaoping

Deng Xiaoping.

WenJiabao LiuXiaobopremioNobelchino

Wen Jiabao.                        Liu Xiaobo, premio Nobel chino.

 

Nadie, o casi nadie, habla ya del comunismo chino. Parece que no existiera. Sí se recuerda que domina en Corea del Norte, Vietnam, y que hay restos de él en lo que fue la Unión Soviética. Pues bien, China es ahora miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, potencia hegemónica en el terreno financiero y penetra sutil, pero incansablemente, a cuanto país se deja.

Dejaré bien claro que la teoría de Marx y Engels, también la de Lenin, era impecable como tal, como teoría, pero se demostró que no puede aplicarse en la práctica, porque sus métodos son totalitarios y se asemejan o son representantes de una dictadura tan perjudicial como la de Hitler, Mussolini y de otros más próximos a esta ciudad en la que escribo (Madrid). Fundamentalismos de izquierda y de derecha no tienen nada qué hacer en nuestras vidas. Es un hecho demostrado y demostrable. Pero tampoco la brutalidad de los mercados y sus especuladores tienen asiento en un mundo libre. Es aquí cuando surge la paradoja: Wall Street, La City, Frankfort, la bolsa japonesa, las transnacionales, las agencias calificadoras se tragaron un sapo difícil de digerir: La presencia de la eterna China imperial.

¿Hemos olvidado los acontecimientos ocurridos no hace tanto en la Plaza de Tiananmen en Pekín? Yo estuve presente cuando los tanques que regresaban de poner orden en ese lugar voltearon sus cañones en son amenazante contra los edificios en que estaban instaladas las embajadas de los países occidentales. Claro, no dispararon. Pero qué tal el miedo… ¿Saben ustedes algo de Liu Xiaobo, Premio Nóbel de la Paz, impedido de hablar y de manifestarse y que no pudo recibir el galardón por órdenes del gobierno de Wen Jiabao? ¿Han leído, hace unas semanas, la denuncia que hizo Ai Weiwei, artista disidente? ¿Cuántos presos políticos hay en las cárceles de esa nación? ¿Quiénes tienen acceso a la televisión occidental o a los periódicos extranjeros? Y así un sin fin de preguntas. Y no crean, el pueblo chino, dije el pueblo, es bondadoso, acogedor, humanitario y siembra cariño y respeto en muchas partes donde se presenta o en su propio lugar de origen.

 

IntercontinentalBeijingFinancialStreet

Intercontinental Beijing Financial Street.

 

No olvidemos las “comidas corridas” de los cafés de chinos en la ciudad de México, de los restaurantes de 5 de Mayo, de los dueños de tintorerías (chinito no trabaja de la una a la do, ni lava má camisa ni plancha pantaló), que tanto ayudaron a quiénes en aquel entonces carecían de recursos. Los chinos en México, como en infinidad de otros países, laboran como nadie, se ganan el pan mediante esfuerzos ejemplares y tienen el respeto de las comunidades de su entorno. Pero otra cosa es el gobierno. Sin descartar que entre tal multitud que asiste a los congresos del partido no haya gente convencida de la viabilidad del sistema comunista y lo defienda de buena fe. Es decir, que tan deplorables son los anticomunistas de Miami como los comunistas de Norcorea. Pero ahora la pelota está del lado occidental. A ver qué hacen con ella.

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