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Ediciòn 294

Circo sin pan

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

 

CON LA PRESENTACIÓN de la dolorida Jenni Rivera, quien a todo pulmón expresa públicamente que su ex pareja la robó a manos llenas, y que “ese pelón maldito” se las va a pagar, así, con un nivel de espectáculo propio de la Ópera de París, la Scala de Milán o el Metropolitan neoyorquino, el gobierno zacatecano presume su calidad artística para alimentar sabe a cuántos miles de charros, de caballos y familiares y buscar ocultar lo inocultable: La violencia.


Miguel Alonso Reyes, pura frivolidad.
Miguel Alonso Reyes, pura frivolidad.

LA CIUDAD, transitada día y noche por la policía, la marina y el ejército, que no son suficientes para proteger a la ciudadanía.  Mientras unos usan la seguridad formal, otros prefieren emplear la guerra de guerrillas como estrategia de ataque, y basta con un solo sicario para potenciar el miedo que todos los zacatecanos vivimos.

Un estado violento no puede ser un estado rico. La violencia ahuyenta al capital, inhibe futuras inversiones. Así como Zacatecas quedó despoblada en la confrontación de Villa, Natera y Ángeles contra el gobierno federal -conflagración que duró prácticamente 24 horas, pero que fue suficiente para despoblar a la entidad por 40 años.  Obsérvense las estadísticas: Nuestro pueblo migrante salió al DF, a Nuevo León, a Coahuila y, desde luego, a los Estados Unidos.

El gobierno estatal no hace absolutamente nada por defendernos de los narcos: En una tierra de toros, nos da corridas con grandes estrellas que cobran cantidades estratosféricas por visitarnos (las cuadrillas también comen).  Boletos baratos, regalados para la burocracia unos, y para los cuates de los funcionarios, los demás.  Buenos toreros pero malas corridas. ¿Quién exige cuando casi son de gorra?

La Feria de Fresnillo un esplendor: Más, circo para el pueblo cuando la violencia campea por doquier.  Millones y millones son el costo de distraer a una ciudadanía con miedo, que huye de la oscuridad.

La Feria de Zacatecas, ¡no se diga!, y las de los pueblos, igual: presidentes municipales “coronan reinas”, pero nada de inversión productiva. Chulean los jardines como el de Guadalupe, o las capillas, o la misma catedral, cuando el campo tiene sed, cuando los bancos prestan su dinero y nadie lo quiere, porque no se puede invertir en la violencia: sólo un retrasado mental lo haría.

El Fondo Plata con sus dueños, Jorge Escareño y la licenciada Salinas presume: 150 millones de pesos al mejor postor. ¿Usted invertiría en un restaurante en Juchipila, Apozol o Tlaltenango? ¿Pediría un préstamo para fortalecer su tienda de abarrotes, cuando los narcos le cobran derecho de piso por existir? ¿Daría usted su casa como aval de un préstamo del Fondo Plata en estas circunstancias?

Son falsarios los funcionarios que recogen cada quincena sus bonos, sus aguinaldos o sus prestaciones.  Nadie puede pagar y nadie quiere invertir. Zacatecas el mes que terminó, fue más violento que el mismo Coahuila. Ya suena más fuerte en el mundo por su estado de cosas que Sinaloa, Nuevo León o Baja California.  Ya Ciudad Juárez se oye menos, mientras que en Zacatecas nos andamos emparejando con Tamaulipas.

El gobierno del estado debiera dejar de gastar en actos romanos -que en lugar de leones usa toros o caballos-  y dejara de disparar grandes comelitonas a cientos de invitados, que no pueden hablar de nuestra generosidad o de nuestro buen trato, pues también ellos están asustados, también ellos desconocen el Zacatecas que hoy vivimos.

Tenemos un gabinete inexistente, una procuración de justicia que no asume sus funciones, un ejecutivo que no ejecuta. ¿Así cuál es el rumbo?  En cambio encarcelan a los maestros  disidentes por protestar en la vía pública, o a los dirigentes de ex braceros por exigir sus derechos.  ¿Por qué el gobierno no enfrenta mejor a la delincuencia real?  A esos les tienen miedo.

Por ello es importante la reflexión. Menos burocracia festiva, menos ferias que son como funerales.  Ya no queremos Jennis Rivera, ni Juan Gabrieles, ni Vicentes Fernández que nos recrean un ratito mientras los escuchamos, para luego tener que salir a la calle o arribar al lugar con el miedo de siempre.  Antes, hace no muchos años, quizá dos, salíamos de los festines en la noche, caminábamos por la hermosa capital, iluminada y sin automóviles, en silencio, para llegar a nuestros hogares.

Pedimos a los miembros del gabinete y a la autoridad total, que se animen a salir a la calle para medir ellos mismos la seguridad en la entidad.



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