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Edición 296
Escrito por Eric Toussaint   
Sábado, 05 de Enero de 2013 11:36

2007-2012: SEIS AÑOS

EN QUE EL SISTEMA SE HA TAMBALEADO


Bancos contra pueblos:

Los entresijos de una partida amañada
ERIC TOUSSAINT*

 

DESDE 2007-2008, LOS GRANDES BANCOS CENTRALES (BCE, Banco de Inglaterra, Fed en los Estados Unidos, Banco de Suiza) dan prioridad absoluta a intentar evitar el hundimiento del sistema bancario privado. Contrariamente al discurso dominante, el riesgo principal que amenaza a los bancos no es la suspensión de pagos de la deuda soberana por parte de los Estados. Ninguna de las quiebras bancarias desde 2007 ha sido provocada por tal falta de pago.

Bancos

Ninguno de los rescates bancarios organizados por los Estados fue necesario debido a una suspensión de pago de parte de un Estado sobreendeudado.

Lo que amenaza a los bancos desde 2007, es la cantidad de deudas privadas que los bancos han acumulado progresivamente a partir de las grandes desregulaciones que comenzaron a finales de los años 70 y que concluyeron en el transcurso de los años 90.

Los balances de los bancos privados están cargados de activos dudosos: Éstos comprenden desde activos tóxicos que son verdaderas bombas de relojería, a activos no líquidos (es decir que no pueden ser vendidos o traspasados en los mercados financieros), pasando por los activos cuyo valor está completamente sobrevalorado en los balances bancarios. Las ventas y las depreciaciones de activos que los bancos han registrado hasta el momento en sus cuentas para reducir el peso de estos activos tóxicos no bastan.

Un número significativo de ellos dependen de la financiación a corto plazo (proporcionada o garantizada por los poderes públicos con el dinero de los contribuyentes) para mantenerse a flote y para hacer frente a las deudas en sí mismas a corto plazo. Esto ha puesto al banco franco-belga Dexia, en realidad un hedge fund de grandes dimensiones, tres veces al borde de la quiebra en 4 años: octubre 2008, octubre 2011 y octubre 2012. En el transcurso del episodio más reciente, a inicios de noviembre del 2012, los Estados francés y belga han aportado una ayuda de cinco mil 500 millones de euros (de los cuales 53 por ciento a cargo de Bélgica) para recapitalizar Dexia, SA, institución financiera moribunda, cuyos fondos propios se han desvanecido.

Según el diario belga Le Soir: “Los recursos propios de matriz de Dexia han pasado de 19 mil 200 millones a dos mil 700 millones de euros entre finales de 2010 y finales de 2011. Y a nivel del grupo, los fondos propios totales se han vuelto negativos ( menosdos mil 300 millones de euros a 30 de junio de 2012)”. A finales del 2011 sus deudas exigibles de forma inmediata se elevaban a 413 mil  millones de euros, y los importes debidos por contratos de derivados a 461 mil millones de euros. La suma de estos dos importes representaba ¡más de 2,5 veces el PIB de Bélgica!

A pesar de ello, los dirigentes de Dexia, el viceprimer ministro belga Didier Reynders y los medios de comunicación dominantes pretendían aún hacernos creer que el problema de Dexia, SA había sido provocado en gran medida por la crisis de deuda soberana en el sur de la zona euro. La realidad era que la posición acreedora de Dexia, SA con Grecia no superaba los dos mil millones de euros en octubre de 2011, es decir unas 200 veces menos que las deudas a pagar de forma inmediata en ese momento. En octubre de 2012, la acción Dexia valía unos 0,18 euros, unas 100 veces menos que en septiembre del 2008. A pesar de ello, los Estados francés y belga han decidido una vez más resucitar esta sociedad quebrada haciendo aumentar de golpe la deuda pública de su país.

En España, la casi quiebra de Bankia también ha sido causada por prácticas financieras dudosas, y no por riesgo de impago por parte de un Estado. Desde el 2008 el mismo escenario se ha repetido una treintena de veces en Europa y Estados Unidos: Cada vez más  los poderes públicos se han puesto (y continúan haciéndolo) al servicio de los bancos privados financiando sus rescates con fondos públicos.

Vuelta al inicio de la crisis en 2007

La suma gigantesca de deudas privadas comenzó a derrumbarse con el estallido de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario de Estados Unidos (seguido de situaciones parecidas en Irlanda, el Reino Unido, España…). La burbuja inmobiliaria estalló en los Estados Unidos cuando los precios de las viviendas construidas en cantidades exageradas empezaron a caer al no encontrarse compradores para estas viviendas.

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Las explicaciones simplistas o directamente falsas de la crisis que estalló en los Estados Unidos en 2007, con un enorme efecto de contagio hacia Europa occidental principalmente, han prevalecido en las interpretaciones dadas por los medios de comunicación dominantes. Regularmente en 2007 y durante buena parte de 2008, se explicó a la opinión pública que la crisis se inició en los Estados Unidos porque los pobres se habían endeudado demasiado para adquirir casas que después no podrían pagar. El comportamiento irracional de los pobres fue señalado con el dedo como el origen de la crisis.

A partir de fines de septiembre del 2008, después de la quiebra de Lehman Brothers, el discurso dominante cambió y comenzó a señalar a las ovejas negras que, en el seno del mundo de las finanzas, habían pervertido el funcionamiento virtuoso del capitalismo. Pero, ni mucho menos las mentiras o las manipulaciones dejaron de circular. Se pasó de los pobres, responsables de la crisis, a las manzanas podridas presentes en la clase capitalista: Bernard Madoff, que había montado una estafa de 50 mil millones de dólares o Richard Fuld , el jefe de Lehman Brother.

Los inicios de la crisis se remontan al 2006, en el que el precio de las viviendas se derrumbó en los Estados Unidos debido al exceso en la construcción, que fue provocado a su vez por la burbuja especulativa que al inflar el precio de los inmuebles había conducido al sector inmobiliario a aumentar exageradamente su actividad en comparación con la demanda solvente. Fue esta caída del precio de los bienes inmuebles la que condujo al aumento del número de familias incapaces de pagar sus mensualidades de créditos hipotecarios subprimes.

De hecho en los Estados Unidos las familias tienen la posibilidad y la costumbre de, cuando los precios de los bienes inmuebles están a la alza, refinanciar su préstamo hipotecario al cabo de dos o tres años a fin de obtener condiciones más favorables (esto sucedió aun cuando en el sector de los préstamos subprimes la tasa de los dos o tres primeros años era baja y fija, alrededor del 3 por ciento, antes de subir vertiginosamente y de volverse variable al 3° o 4° año). Visto que los precios de los bienes inmuebles comenzaron a bajar desde 2006, las familias que habían recurrido a los préstamos subprimes ya no estuvieron en medida de refinanciar favorablemente su crédito hipotecario, los impagos comenzaron a multiplicarse desde inicios de 2007, lo que provocó la quiebra de 84 sociedades de crédito hipotecario en los Estados Unidos entre enero y agosto de 2007.

Como ocurre a menudo, la crisis se explicó de manera simplista con el estallido de una burbuja especulativa, pero la causa real hay que buscarla a la vez en el sector de la producción y en la especulación. Por supuesto, el hecho de que una burbuja especulativa haya sido creada y terminara por estallar no hace sino que multiplicar los efectos de la crisis que se inició en la producción.

Todo el sistema de los préstamos subprimes y los productos estructurados creados desde mediados de los años 90 se vino abajo, lo que tuvo terribles repercusiones sobre la producción en diferentes sectores de la economía real. Acto seguido, las políticas de austeridad amplificaron el fenómeno desembocando en el periodo recesivo-depresivo prolongado en el cual la economía de los países más industrializados se encuentra estancada.

El impacto de la crisis inmobiliaria en los Estados Unidos y de la crisis bancaria que la remplazó tuvo un enorme efecto de contagio internacional ya que numerosos bancos europeos habían invertido masivamente en los productos estructurados y derivados estadounidenses. Desde los años 90, el crecimiento en los Estados Unidos y en varias economías europeas estuvo sostenido por una hipertrofia del sector financiero privado y por un aumento incomparable de las deudas privadas: Deudas de las familias, deudas de las empresas financieras y no financieras. En cambio, las deudas públicas tuvieron tendencia a bajar entre la segunda mitad de los años 1990 y los años 2007-2008.

Hipertrofia pues del sector financiero privado. El volumen de los activos de los bancos privados europeos en relación al producto interior bruto se infló de manera extraordinaria a partir de los años 90 para alcanzar en 2011 3,5 veces el PIB de los 27 países miembros de la Unión Europea. En Irlanda, en 2011, los activos de los bancos representaban ocho veces el producto interior bruto del país.

Las deudas de los bancos privados de la zona euro representan igualmente 3,5 veces el PIB de la zona. Las deudas del sector financiero británico alcanzan cifras récord en proporción al PIB: 11 veces superiores, mientras que la deuda pública representa alrededor del 80 por ciento del PIB.

La deuda bruta de los Estados de la zona euro representaba 86 por ciento del PIB de los 17 países miembros en 2011. La deuda pública griega representaba 162 por ciento del PIB griego en 2011 mientras que las deudas de su sector financiero representan 311 por ciento del PIB; es decir, el doble. La deuda pública española alcanzaba 62 por ciento del PIB en 2011 mientras que las deudas del sector financiero alcanzaban 203 por ciento; es decir, el triple de la deuda pública.

Un poco de historia: el establecimiento de una regulación financiera
estricta como consecuencia de la crisis de los años 1930

El crack de Wall Street en octubre de 1929, la enorme crisis bancaria de 1933 y el periodo prolongado de crisis económica en los Estados Unidos y en Europa de los años 1930 condujeron al presidente Franklin Roosevelt, y más tarde a Europa, a regular fuertemente el sector financiero a fin de evitar la repetición de graves crisis bursátiles y bancarias. Consecuencia: En el transcurso de los treinta años que siguieron la segunda guerra mundial el número de crisis bancarias ha sido mínima.

Es lo que muestran dos economistas neoliberales norteamericanos, Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff , en un libro publicado en 2009 y titulado Esta vez es distinto: Ocho siglos de necedad financiera. Kenneth Rogoff fue economista jefe del FMI y Carmen Reinhart, profesora de universidad, es consejera del FMI y del Banco Mundial. Según estos dos economistas, que son de todo salvo favorables a una puesta en tela de juicio del capitalismo, la cantidad muy reducida de crisis bancarias se explica principalmente “por la represión de los mercados financieros internos (en diversos grados), y luego por un recurso masivo a los controles de capitales durante muchos años después de la segunda guerra mundial ”.

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Una de las medidas duras adoptadas por Roosevelt y los gobiernos de Europa (en particular bajo la presión de las movilizaciones populares en Europa después de la Liberación) consistió en limitar y regular estrictamente el uso que los bancos podían hacer del dinero del público. Este principio de protección de los depósitos dio lugar a la separación entre bancos de depósitos y bancos de inversión cuya ley americana, llamada Glass Steagall Act, constituyó la forma más conocida, aunque fue igualmente aplicada con ciertas variantes en los países europeos.

Con esta separación, sólo los bancos comerciales podían recibir los depósitos del público, que gozaban de una garantía del Estado. Paralelamente a esto, su campo de actividades fue reducido a los préstamos a particulares y a empresas, excluyendo la emisión de títulos, de acciones y de cualquier otro tipo de instrumento financiero. Los bancos de inversión debían, por su parte, captar sus recursos en los mercados financieros a fin de poder emitir títulos, acciones y cualquier otro instrumento financiero.

La desregulación financiera y el giro neoliberal

El giro neoliberal de finales de los años 70 puso en tela de juicio estas regulaciones. Al cabo de una veintena de años, la desregulación bancaria y financiera había sido consumada en términos generales. Como señalan Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart, las crisis bancarias y bursátiles se han multiplicado a partir de los años 80, tomando formas cada vez más agudas.

En el modelo tradicional heredado del periodo prolongado de regulación, los bancos evalúan y corren el riesgo; es decir, ellos analizan las solicitudes de crédito, deciden o no si satisfacerlas, y, una vez los préstamos son concedidos, los mantienen en su balance hasta su vencimiento (se habla aquí del modelo originate and hold, “conceder y mantener ”.)

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Aprovechando el profundo movimiento de desregulación que ellos mismos provocaron, los bancos abandonaron el modelo “ conceder y mantener” para aumentar el rendimiento respecto de sus fondos propios. Para ello, los bancos inventaron nuevos procedimientos, en particular la titularización, que consiste en transformar los créditos bancarios en títulos financieros. El objetivo perseguido era simple: Quitar de sus cuentas los créditos y riesgos correspondientes. Transformaron estos créditos en títulos bajo la forma de productos financieros estructurados, que vendieron a otros bancos e instituciones financieras privadas. Se habla aquí de un nuevo modelo bancario llamado originate to distribute, “conceder para traspasar”, llamado igualmente originate repackage and sell, “conceder, empaquetar y vender”. Para el banco, la ventaja es doble: Disminuye su riesgo al sacar del activo de su balance los créditos que ha concedido y dispone además de medios suplementarios para especular.

La desregulación permitió al sector financiero privado y en particular a los bancos abusar de la llamada estrategia del apalancamiento. Xavier Dupret describe claramente el fenómeno:El mundo bancario se ha endeudado mucho, estos últimos años, por medio de lo que se llama el efecto apalancamiento. El efecto apalancamiento consiste en recurrir al endeudamiento para aumentar la rentabilidad de los recursos propios. Y para que éste funcione, es necesario que la tasa de rentabilidad del proyecto seleccionado sea superior al tipo de interés a abonar por la suma tomada en préstamo. El apalancamiento se ha vuelto cada vez más importante con el tiempo, lo que evidentemente no deja de plantear problemas.

Así, en la primavera de 2008, los bancos de inversión de Wall Street tenían un apalancamiento que oscilaba entre 25 y 45 (por un dólar de fondos propios habían tomado prestado entre 25 y 45 dólares). Por ejemplo, Merrill Lynch tenía un apalancamiento de 40 veces sus recursos propios. Esta situación era obviamente explosiva ya que una institución que tiene un ratio de apalancamiento de 40 a 1 ve desaparecer sus fondos propios con una bajada del 2,5% (es decir 1/40) del valor de los activos adquiridos”.

Gracias a la desregulación los bancos han podido desarrollar actividades que implican volúmenes gigantescos de financiación (y por lo tanto de deudas) sin asumirlos en sus balances contables. El endeudamiento fuera de balance llegó a tal punto que en 2011 el volumen de las actividades en cuestión sobrepasaba 67 billones de dólares (67,000,000,000,000 de dólares, lo que equivale aproximadamente a la suma de los PIB de todos los países del planeta): este es el llamado sector bancario en la sombra, el shadow banking. Cuando la actividad fuera de balance desemboca en pérdidas masivas, ello repercute tarde o temprano en la salud de los bancos que la han iniciado. Son los grandes bancos los que dominan de muy lejos esta actividad oculta.

La amenaza de la quiebra conduce a los Estados a prestarles auxilio, en particular recapitalizándolos. Mientras que los balances oficiales de los bancos registraron una reducción de volumen desde el inicio de la crisis en 2007-2008, el volumen fuera de balance, el shadow banking, no siguió la misma evolución. Después de haber disminuido entre 2008 y 2010 volvió en 2011-2012 al nivel de 2006-2007, lo que constituye un síntoma claro de la peligrosidad de la situación de las finanzas privadas mundiales. En consecuencia, el alcance de la acción de las instituciones públicas nacionales e internacionales, que están a cargo, usando su vocabulario, de conducir las finanzas a comportamientos más responsables, es muy limitado. Los reguladores no tienen siquiera los medios para conocer las actividades reales de los bancos que se supone deben controlar.

El Consejo de Estabilidad Financiera (FSB), el órgano erigido por el foro del G20 a cargo de la estabilidad financiera mundial, ha revelado las cifras de 2011. “El tamaño del ‘shadow banking’, que escapa a toda regulación, es de 67 billones de dólares según su informe que incluye a 25 países (90% de los activos financieros mundiales). Se trata de 5 a 6 billones más que en 2010. Este sector ‘paralelo’ representa él solo la mitad del tamaño de los activos totales de los bancos. En relación al Producto Interior Bruto del país, la banca oculta prospera   en Hong-Kong (520%), en los Países Bajos (490%), en el Reino Unido (370%), en Singapur (260%) y en Suiza (210%). Pero, en términos absolutos, los Estados Unidos permanecen en primera posición puesto que allí este sector paralelo representa 23 billones de activos en 2011, seguido por la zona euro (22 billones) y el Reino Unido (9 billones)”.

Una gran parte de las transacciones financieras escapa totalmente al control oficial. Como se ha dicho anteriormente, el volumen de la actividad bancaria oculta representa ¡la mitad del volumen de los activos totales de los bancos! También hay que medir el mercado “over the counter” (OTC) -es decir, sin control por parte de las autoridades de los mercados- de los productos financieros derivados. El volumen de los productos derivados ha crecido de manera exponencial entre los años 1990 y los años 2007-2008. Si bien ha declinado un poco a inicios de la crisis, el valor hipotético de los contratos de derivados en el mercado OTC alcanzó en 2011 la astronómica suma de 650 billones de dólares (650,000,000,000,000 dólares); es decir, unas 10 veces el PIB mundial. El volumen del 2° semestre de 2007 es superado y el del primer semestre de 2008 está a la vista… Los swaps sobre tipos de interés representan 74 por ciento del total mientras que los derivados en el mercado de divisas representan 8 por ciento, los Credit default swaps (CDS) 5 por ciento, los derivados sobre las acciones 1 por ciento, distribuyéndose el resto en una multitud de productos.

Desde 2008, los rescates bancarios no han desembocado en comportamientos más responsables

La crisis financiera de 2007 ha visto a los bancos, a pesar de ser culpables de maniobras reprobables y haber asumido riesgos inimaginables, ser favorecidos de inyecciones masivas de fondos a través de numerosos y costosos planes de rescate. En un estudio muy documentado, dos investigadores se han propuesto verificar “si las operaciones de rescates públicos fueron seguidas de una mayor reducción de riesgos en los nuevos préstamos concedidos por los bancos ayudados en relación a los que no lo han sido”. Para hacer esto, los autores analizaron el balance y los préstamos sindicados (se trata de los créditos concedidos a una empresa por varios bancos) otorgados por 87 grandes bancos comerciales internacionales. Los autores han revelado que “los bancos que recibieron ayuda siguieron firmando préstamos sindicados riesgosos”, observando que “los préstamos sindicados de los bancos que recibieron una ayuda para salir a flote luego, eran más arriesgados antes de la crisis, que los de las instituciones que no recibieron ayuda”. Lejos de constituir un remedio y una protección eficaz contra los extravíos de los bancos, los planes de rescate de los Estados han constituido, por contra, un potente incitador para proseguir e incluso intensificar sus prácticas culpables. En efecto, “la perspectiva de un apoyo del Estado puede acarrear un riesgo moral (moral hazard) y conducir a los bancos a tomar mayores riesgos”.

En suma, una grave crisis de deudas privadas provocada por las maniobras irresponsables de los grandes bancos ha empujado enseguida a los dirigentes estadounidenses y europeos a ir en su ayuda usando fondos públicos. La música lancinante de la crisis de las deudas soberanas pudo ser entonces entonada para imponer sacrificios brutales a los pueblos. La desregulación financiera de los años 90 ha sido el humus fértil para esta crisis con consecuencias sociales dramáticas. Mientras no pongan en jaque mate a las finanzas internacionales, los pueblos estarán en sus manos. Este combate debe intensificarse lo antes posible.

*Eric Toussaint, Universidad de Lieja, es presidente del CADTM Bélgica
(Comité por la anulación de la deuda del Tercer Mundo, www.cadtm.org)
y miembro del Consejo Científico de ATTAC France.
Ha escrito junto con Damien Millet, AAA. Audit Annulation Autre politique, Seuil, París, 2012
.



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