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Edición 300

Ahora le toca al IFE
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Luego de la crisis al interior del Instituto Federal de Acceso a la Información por la baja calidad y menor rendimiento de los comisionados, ahora le tocó al Instituto Federal Electoral con los votos sospechosos y renuncia del comisionado Sergio García Ramírez, y luego la carta del consejero presidente con rencores hacia el PRD.
Los dos organismos clave de la nueva institucionalización de la transición no atraviesan por problemas derivados de chismes o de intenciones malévolas, sino que sus crisis son producto de la perversión partidista en la designación de algunos consejeros como cuotas y no en función de profesionalismo.
Los conflictos al interior de los dos organismos, El IFAI y el IFE, señalan el agotamiento del modelo de organización y sobre todo en la fase panista de gobierno. El IFE cumplió su tarea al garantizar la alternancia en la elección presidencial del 2000 pero se metió en problemas, con nuevos consejeros, en las presidenciales del 2006 y del 2012.
El IFAI se deterioró en las designaciones de los últimos tres consejeros porque la selección se hizo en función de los intereses gubernamentales panistas y no por razones de profundizar su papel en la democratización.
La primera generación de organismos autónomos ya cumplió su función. Como siempre ocurre en instancias sometidas a votaciones plurales, su desenvolvimiento quedó atrapado entre los intereses presidenciales por acotar esos espacios de libertad política y la ambición de los partidos de meterse en e sos espacios para doblegarlos a sus intereses.
De ahí que en el caso del IFE haya llegado el momento de la gran decisión: reorganizar el aparato electoral del Estado, achicarlo, sacar las manos políticas de su interior y corta r de tajo con su estructura actual que es garantía de conflictos y no de funcionamiento por la democracia. Hasta ahora, el IFE es evaluado no por sus resultados políticos sino por el alto costo que además se ha alejado de la promoción de la democratización. El IFE nacional, los IFE estatales y municipales y la reproducción celular de su estructura ha pervertido el aparato y lo ha convertido en un botín.
En los estados, por ejemplo, los institutos locales son un apéndice de los gobernadores y con ello su tarea de garantía de elecciones libres se ha disminuido. Por ello es que el IFE se evalúa nada más en función de su costo presupuestal.
Si el IFE ya cumplió su función, es la hora de sustituirlo totalmente por otro organismo ajeno a partidos y brazos legislativos. La democracia mexicana necesita un Instituto Nacional de Elecciones que realice todos los procesos electorales con una sola estructura y sin reproducción estatal y municipal.
Los consejos deben desaparecer para que los procesos electorales sean más eficientes. Y la credencial de elector, que es un instrumento de poder político del IFE, debe ser sustituida por una cédula de identidad operada desde Gobernación.
La desvinculación de la organización de los procesos electorales de cualquier intervención de los partidos sería una medida urgente para sanear la democracia. Las nuevas autoridades electorales debieran de partir del ejecutivo federal, avaladas por el judicial y votadas en el legislativo, a partir de listas sin complicidades políticas.
El país dio un gran salto cualitativo en democracia cuando sustituyó la Comisión Federal Electoral de Gobernación por el IFE. Ahora ha llegado el momento de darle autonomía total a las elecciones y quitarles los intereses partidistas.

Ahora le toca al IFE
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ


LUEGO DE LA CRISIS AL INTERIOR del Instituto Federal de Acceso a la Información por la baja calidad y menor rendimiento de los comisionados, ahora le tocó al Instituto Federal Electoral con los votos sospechosos y renuncia del comisionado Sergio García Ramírez, y luego la carta del consejero presidente con rencores hacia el PRD.

García Ramírez
García Ramírez

LOS DOS ARGANISMOS CLAVE de la nueva institucionalización de la transición no atraviesan por problemas derivados de chismes o de intenciones malévolas, sino que sus crisis son producto de la perversión partidista en la designación de algunos consejeros como cuotas y no en función de profesionalismo.

Los conflictos al interior de los dos organismos, El IFAI y el IFE, señalan el agotamiento del modelo de organización y sobre todo en la fase panista de gobierno. El IFE cumplió su tarea al garantizar la alternancia en la elección presidencial del 2000 pero se metió en problemas, con nuevos consejeros, en las presidenciales del 2006 y del 2012.

El IFAI se deterioró en las designaciones de los últimos tres consejeros porque la selección se hizo en función de los intereses gubernamentales panistas y no por razones de profundizar su papel en la democratización.

La primera generación de organismos autónomos ya cumplió su función. Como siempre ocurre en instancias sometidas a votaciones plurales, su desenvolvimiento quedó atrapado entre los intereses presidenciales por acotar esos espacios de libertad política y la ambición de los partidos de meterse en e sos espacios para doblegarlos a sus intereses.

De ahí que en el caso del IFE haya llegado el momento de la gran decisión: reorganizar el aparato electoral del Estado, achicarlo, sacar las manos políticas de su interior y corta r de tajo con su estructura actual que es garantía de conflictos y no de funcionamiento por la democracia. Hasta ahora, el IFE es evaluado no por sus resultados políticos sino por el alto costo que además se ha alejado de la promoción de la democratización. El IFE nacional, los IFE estatales y municipales y la reproducción celular de su estructura ha pervertido el aparato y lo ha convertido en un botín.

En los estados, por ejemplo, los institutos locales son un apéndice de los gobernadores y con ello su tarea de garantía de elecciones libres se ha disminuido. Por ello es que el IFE se evalúa nada más en función de su costo presupuestal.

Si el IFE ya cumplió su función, es la hora de sustituirlo totalmente por otro organismo ajeno a partidos y brazos legislativos. La democracia mexicana necesita un Instituto Nacional de Elecciones que realice todos los procesos electorales con una sola estructura y sin reproducción estatal y municipal.

 

Los consejos deben desaparecer para que los procesos electorales sean más eficientes. Y la credencial de elector, que es un instrumento de poder político del IFE, debe ser sustituida por una cédula de identidad operada desde Gobernación.

La desvinculación de la organización de los procesos electorales de cualquier intervención de los partidos sería una medida urgente para sanear la democracia. Las nuevas autoridades electorales debieran de partir del ejecutivo federal, avaladas por el judicial y votadas en el legislativo, a partir de listas sin complicidades políticas.

El país dio un gran salto cualitativo en democracia cuando sustituyó la Comisión Federal Electoral de Gobernación por el IFE. Ahora ha llegado el momento de darle autonomía total a las elecciones y quitarles los intereses partidistas.



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