La
incertidumbre, la tensión y el equilibrista
A semejanza de aquel fatal equilibrista del Zaratustra, de Nietzsche, la realidad
del país avanza este naciente 2014 sobre una endeble e incierta cuerda, con una
sociedad molesta y dividida por las reformas
estructurales y, como regalo de
navidad y reyes, con más pobreza, desempleo, violencia y con amplias regiones
con autogobiernos y temerarios vacíos de poder.
La crisis política, económica y social es
inocultable y creciente y, por lo demás, es ajena al discurso oficial
demagógico y triunfalista que imagina un porvenir maravilloso, sólo equiparable
a la promesa del tenebroso salinato en
los años noventa de instalar a México en el primer mundo con una desigual
apertura comercial que (juraban entonces) inundaría con inversiones de capital
externo todo el territorio nacional, y con las privatizaciones del ejido y las
empresas públicas. Falló la varita mágica que ahora, a pesar de las
experiencias, ha vuelto a escena.
Las decisiones de la clase política en el
poder durante 2013, con la anuencia de las burocracias de la derecha panista y
de la servil izquierda oficial amansada con el Pacto por México y sus bondades,
crearon un clima de tensión e incertidumbre y lesionaron los intereses de las
mayorías con la imposición de leyes contra todos, con una cascada de aumentos y
nuevos impuestos y con el retorno del viejo autoritarismo que, a espaldas de
los mexicanos y bajo la protección de temerosas murallas de acero, votó en las
cámaras de senadores y diputados la entrega del petróleo al capital
transnacional y otras iniciativas que castigan a la inmensa mayoría y
privilegian sólo a los gobernantes y
sus socios.
Aquí entra la crítica del estadista francés
Charles de Gaulle contra la partidocracia “que -afirmaba- distorsiona la
voluntad de los ciudadanos” en su provecho.
La arrogancia de los gobernantes en este país
con una democracia sin demócratas,
recurre de nuevo a la mentira burda y hasta cómica, con el uso de una avalancha
publicitaria onerosa y ofensiva sobre la dicha
y felicidad que traerá a los mexicanos el retorno de las compañías
petroleras multinacionales (expulsadas por el Presidente Cárdenas en 1938) para
llevarse el petróleo de la nación y las ganancias, como antaño, con el aplauso
cómplice del gobierno y sus aliados.
Lejos de servirse de la retórica al estilo de
los filósofos sofistas, o mejor como advertía Gorgias, uno de sus insignes
representantes citado por Platón, que “la palabra es como un veneno con el cual
se puede hacer todo: envenenar y embelesar”, los neoliberales del nuevo PRI se escudan en la falacia para
tratar de embaucar a los mexicanos y calmarles los crispados ánimos mientras
las burocracias que mantienen en rehén a la fallida transición a la democracia
con la odiosa y antidemocrática partidocracia, distraen y preparan el camino
para allanárselo a su vez a las transnacionales petroleras con las leyes
secundarias de la reforma energética,
por donde pretenden legalizar el saqueo de los recursos del subsuelo mexicano a
cambio de migajas y un puñado de empleos.
Las cuestiones delicadas requieren de mucho
tacto, aconseja el I Ching, El Libro de
las Mutaciones, el texto más antiguo que conserva la humanidad. En
circunstancias como las del México de hoy, donde el señor Peña Nieto tiene una
baja calificación entre los mexicanos y existe el riesgo de que el país vuelva
a manifestarse de distintas maneras contra la culminación de aquellas reformas
que, como en el despotismo, nunca fueron consultadas entre la sociedad, el
milenario libro sapiencial de China convida a los gobernantes en estos casos a
ser modestos y benévolos, dueños de una “fortaleza en lo interior y claridad y
cultura en lo exterior”. Exige demasiado donde escasean cualidades elementales
y campea la ambición y las ansias por enriquecerse con lo ajeno.
Las cuentas alegres por adelantado anunciadas
por los ridículos jilgueros del nuevo PRI empoderados en las cámaras legislativas
y en secretarías de Estado, siempre con palabrería y ni una pizca de sustento o
argumentación, ignoran las nuevas dificultades que todavía deben vencerse,
porque la aprobación de dichas reformas fue un triunfo legislativo de la clase política en el poder y, al mismo
tiempo, una derrota del pueblo sin haber jugado y, sin embargo, falta aún
concretarlo para sus aviesos fines.
Han de saber que hasta hoy no han abonado
beneficio alguno para los empobrecidos mexicanos tras descuartizar la
Constitución, salvo abrumarlos, para decirlo con Shakespeare, con la vaciedad
de palabras, palabras, palabras.
Cuando los mexicanos se cansen de ser vistos como discapacitados mentales y
despierten a la realidad, terminará el engaño y la manipulación de un sistema
caduco y corrupto que todo simula, a pocos representa (acaso a las mafias de la
partidocracia) y dejó hace tiempo de tener credibilidad.
Antes de lanzarse de nuevo con la verborrea
para atarantar a la sociedad con la promesa fácil, en busca de un suspirado
consenso más allá del servilismo de su corte de abyectos y de los falsos
opositores firmantes del agonizante Pacto
por México, el gobierno debió valorar que no dispone de suficiente poder ni
prestigio entre el grueso de los mexicanos afectados con las alzas
generalizadas en alimentos e impuestos, con excepción de la fuerza pública.
Arrasaron parejo con miserables, pobres, clase medieros, ricos y
multimillonarios de Forbes con los
gravámenes.
Agravió en el camino del primer año a otros
sectores como el magisterial y el obrero en general con reformas retrógradas
que sepultaron conquistas laborales, para congratularse con la clase patronal
más rancia.
La estrella del nuevo gobierno ha venido
perdiendo resplandor después de los golpes demoledores dados a la economía
popular y, en general, al bolsillo de todos los connacionales. A lo largo del
primer año del regreso del nuevo PRI
a Los Pinos la situación del país en verdad empeoró: aumentó la pobreza y el
desempleo, la economía cayó a menos de uno por ciento, la delincuencia
organizada echó más raíces e inclusive hubieron de surgir grupos denominados de
autodefensa en varios estados para
enfrentar al crimen organizado ante el peligroso vacío de autoridad en amplias
regiones donde el gobierno existe sólo en el papel: Michoacán, Guerrero,
etcétera.
Y los medios de comunicación, con sus
honrosas salvedades, volvieron al redil de la autocensura inducida desde el
poder con la intención de esconder facetas de la crisis institucional.
En
este sentido, tampoco es buena la estrategia oficial de ocultar información
sobre la violencia con su abanico de matanzas, choques armados, ejecuciones,
secuestros, extorsiones, cobros de piso, levantones, etcétera, con sus miles de
muertos y desaparecidos, con el citado control de los medios, como en los
viejos tiempos de la dictadura perfecta,
para querer exhibir la mentira de que los delitos descendieron. A la gente
nadie le engaña y sabe que la promesa de someter al crimen organizado en noventa días fue sólo una pose de
campaña como tantas: y nada más.
El gobierno del señor Peña Nieto debería
moverse con cautela zorruna en un país desilusionado con las decisiones
cupulares divorciadas de la más mínima consulta, como exigen los cánones
democráticos cuando alguien quiere entregar o malbaratar los recursos naturales
de la nación al capital transnacional, porque pocos dudan que volverá la
protesta callejera contra la secuela de las reformas
estratégicas y el país correría el riesgo de caldearse incluso por encima
de la torpe amenaza oficial de poner límite
a la tolerancia ante las protestas de inconformes con la forma de conducir
al gobierno.
Atentos a los pasos del frágil volatinero del
Zaratustra y su suerte al
trastabillar, concluyamos con dos frases del I Ching, El Libro de las Mutaciones, a tono con el momento crucial, por si los gobernantes
escuchan: “El verdadero gobernar debe ser una forma de servir” y “el
peligro de un partido separatista basado en intereses personales y
egoístas…semejantes partidismos exclusivistas, que no ofrecen lugar a todos,
tienen su origen en motivos bajos y por tanto conducen, a la larga, a la humillación…”
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