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Edición 314
Escrito por Armando Sepúlveda Ibarra   
Sábado, 18 de Enero de 2014 22:41

 



La incertidumbre, 

la tensión y el equilibrista


A semejanza de aquel fatal equilibrista del Zaratustra, de Nietzsche, la realidad del país avanza este naciente 2014 sobre una endeble e incierta cuerda, con una sociedad molesta y dividida por las reformas estructurales y, como regalo de navidad y reyes, con más pobreza, desempleo, violencia y con amplias regiones con autogobiernos y temerarios vacíos de poder.


La crisis política, económica y social es inocultable y creciente y, por lo demás, es ajena al discurso oficial demagógico y triunfalista que imagina un porvenir maravilloso, sólo equiparable a la promesa del tenebroso salinato en los años noventa de instalar a México en el primer mundo con una desigual apertura comercial que (juraban entonces) inundaría con inversiones de capital externo todo el territorio nacional, y con las privatizaciones del ejido y las empresas públicas. Falló la varita mágica que ahora, a pesar de las experiencias, ha vuelto a escena.

Las decisiones de la clase política en el poder durante 2013, con la anuencia de las burocracias de la derecha panista y de la servil izquierda oficial amansada con el Pacto por México y sus bondades, crearon un clima de tensión e incertidumbre y lesionaron los intereses de las mayorías con la imposición de leyes contra todos, con una cascada de aumentos y nuevos impuestos y con el retorno del viejo autoritarismo que, a espaldas de los mexicanos y bajo la protección de temerosas murallas de acero, votó en las cámaras de senadores y diputados la entrega del petróleo al capital transnacional y otras iniciativas que castigan a la inmensa mayoría y privilegian sólo a los gobernantes y sus socios.

Aquí entra la crítica del estadista francés Charles de Gaulle contra la partidocracia “que -afirmaba- distorsiona la voluntad de los ciudadanos” en su provecho.

La arrogancia de los gobernantes en este país con una democracia sin demócratas, recurre de nuevo a la mentira burda y hasta cómica, con el uso de una avalancha publicitaria onerosa y ofensiva sobre la dicha y felicidad que traerá a los mexicanos el retorno de las compañías petroleras multinacionales (expulsadas por el Presidente Cárdenas en 1938) para llevarse el petróleo de la nación y las ganancias, como antaño, con el aplauso cómplice del gobierno y sus aliados.

Lejos de servirse de la retórica al estilo de los filósofos sofistas, o mejor como advertía Gorgias, uno de sus insignes representantes citado por Platón, que “la palabra es como un veneno con el cual se puede hacer todo: envenenar y embelesar”, los neoliberales del nuevo PRI se escudan en la falacia para tratar de embaucar a los mexicanos y calmarles los crispados ánimos mientras las burocracias que mantienen en rehén a la fallida transición a la democracia con la odiosa y antidemocrática partidocracia, distraen y preparan el camino para allanárselo a su vez a las transnacionales petroleras con las leyes secundarias de la reforma energética, por donde pretenden legalizar el saqueo de los recursos del subsuelo mexicano a cambio de migajas y un puñado de empleos.

Las cuestiones delicadas requieren de mucho tacto, aconseja el I Ching, El Libro de las Mutaciones, el texto más antiguo que conserva la humanidad. En circunstancias como las del México de hoy, donde el señor Peña Nieto tiene una baja calificación entre los mexicanos y existe el riesgo de que el país vuelva a manifestarse de distintas maneras contra la culminación de aquellas reformas que, como en el despotismo, nunca fueron consultadas entre la sociedad, el milenario libro sapiencial de China convida a los gobernantes en estos casos a ser modestos y benévolos, dueños de una “fortaleza en lo interior y claridad y cultura en lo exterior”. Exige demasiado donde escasean cualidades elementales y campea la ambición y las ansias por enriquecerse con lo ajeno.



Las cuentas alegres por adelantado anunciadas por los ridículos jilgueros del nuevo PRI empoderados en las cámaras legislativas y en secretarías de Estado, siempre con palabrería y ni una pizca de sustento o argumentación, ignoran las nuevas dificultades que todavía deben vencerse, porque la aprobación de dichas reformas fue un triunfo legislativo de la clase política en el poder y, al mismo tiempo, una derrota del pueblo sin haber jugado y, sin embargo, falta aún concretarlo para sus aviesos fines.

Han de saber que hasta hoy no han abonado beneficio alguno para los empobrecidos mexicanos tras descuartizar la Constitución, salvo abrumarlos, para decirlo con Shakespeare, con la vaciedad de palabras, palabras, palabras. Cuando los mexicanos se cansen de ser vistos como discapacitados mentales y despierten a la realidad, terminará el engaño y la manipulación de un sistema caduco y corrupto que todo simula, a pocos representa (acaso a las mafias de la partidocracia) y dejó hace tiempo de tener credibilidad.

Antes de lanzarse de nuevo con la verborrea para atarantar a la sociedad con la promesa fácil, en busca de un suspirado consenso más allá del servilismo de su corte de abyectos y de los falsos opositores firmantes del agonizante Pacto por México, el gobierno debió valorar que no dispone de suficiente poder ni prestigio entre el grueso de los mexicanos afectados con las alzas generalizadas en alimentos e impuestos, con excepción de la fuerza pública. Arrasaron parejo con miserables, pobres, clase medieros, ricos y multimillonarios de Forbes con los gravámenes.

Agravió en el camino del primer año a otros sectores como el magisterial y el obrero en general con reformas retrógradas que sepultaron conquistas laborales, para congratularse con la clase patronal más rancia.



La estrella del nuevo gobierno ha venido perdiendo resplandor después de los golpes demoledores dados a la economía popular y, en general, al bolsillo de todos los connacionales. A lo largo del primer año del regreso del nuevo PRI a Los Pinos la situación del país en verdad empeoró: aumentó la pobreza y el desempleo, la economía cayó a menos de uno por ciento, la delincuencia organizada echó más raíces e inclusive hubieron de surgir grupos denominados de autodefensa en varios estados para enfrentar al crimen organizado ante el peligroso vacío de autoridad en amplias regiones donde el gobierno existe sólo en el papel: Michoacán, Guerrero, etcétera.

Y los medios de comunicación, con sus honrosas salvedades, volvieron al redil de la autocensura inducida desde el poder con la intención de esconder facetas de la crisis institucional.

 En este sentido, tampoco es buena la estrategia oficial de ocultar información sobre la violencia con su abanico de matanzas, choques armados, ejecuciones, secuestros, extorsiones, cobros de piso, levantones, etcétera, con sus miles de muertos y desaparecidos, con el citado control de los medios, como en los viejos tiempos de la dictadura perfecta, para querer exhibir la mentira de que los delitos descendieron. A la gente nadie le engaña y sabe que la promesa de someter al crimen organizado en noventa días fue sólo una pose de campaña como tantas: y nada más.

El gobierno del señor Peña Nieto debería moverse con cautela zorruna en un país desilusionado con las decisiones cupulares divorciadas de la más mínima consulta, como exigen los cánones democráticos cuando alguien quiere entregar o malbaratar los recursos naturales de la nación al capital transnacional, porque pocos dudan que volverá la protesta callejera contra la secuela de las reformas estratégicas y el país correría el riesgo de caldearse incluso por encima de la torpe amenaza oficial de poner límite a la tolerancia ante las protestas de inconformes con la forma de conducir al gobierno.

Atentos a los pasos del frágil volatinero del Zaratustra y su suerte al trastabillar, concluyamos con dos frases del I Ching, El Libro de las Mutaciones, a tono con el momento crucial, por si los gobernantes escuchan: “El verdadero gobernar debe ser una forma de servir” y “el peligro de un partido separatista basado en intereses personales y egoístas…semejantes partidismos exclusivistas, que no ofrecen lugar a todos, tienen su origen en motivos bajos y por tanto conducen, a la larga, a la humillación…”

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