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Edición 321
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Escrito por Mouris Salloum George
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Lunes, 11 de Agosto de 2014 15:48 |
Migración: El llamado de la selva
ALIENTA Y ABRUMA a la vez la vista y la lectura, en su caso, del inmenso catálogo de tratados, convenciones, resoluciones, mandatos, declaraciones, etcétera, que a lo largo de su existencia ha consensuado y dictado la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en sus asambleas generales o a través de sus múltiples organismos y agencias, cuya cobertura alcanza casi la totalidad del planeta al través de sus Estados parte.
Alienta ese intensivo y exhaustivo proceso -digamos legislativo-, porque refleja la conciencia que tiene sobre el drama de la Humanidad la mayoría de los líderes políticos, que no forman parte del gobierno cupular de la ONU que monopolizan las grandes potencias.
Abruma, desmoraliza y subleva ese empeño de civilización y cultura por salvar a los pueblos de la Tierra, cuando observamos en la contraparte cómo la insensibilidad de los más poderosos que tienen exclusiva facultad de decidir -verbigracia los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad- esteriliza la buena voluntad de la mayoría de los Estados.
Contra el voto o el veto de esos poderosos: Los Estados Unidos de América, el Reino Unido de Inglaterra e Irlanda del Norte, Francia, China y la Federación Rusa, nada puede el resto de los Estados. La primera víctima de esa desigual correlación de fuerzas, es la democracia.
El leitmotiv de la ONU, es la Paz. Alrededor de este imperativo rector giran como usufructuarias las variadas idealizaciones y conceptualizaciones de los Derechos Humanos, que se ven vulnerados incesantemente por el reverso de aquel objetivo: La guerra.
Y, en tratándose del futuro de la Humanidad, lo más alarmante es ver el desamparo al que se somete deliberadamente a las nuevas generaciones en todo el mundo, con particular desdén a las de África subsahariana, Asia y Pacífico y América Latina. El espejo de esa tragedia refleja el problema de los niños migrantes, hoy puesto en la cartelera casi como mera moda.
¿Cuántos años, cuántas recomendaciones han emitido en ese tiempo la ONU para la Infancia (Unicef) y la Organización del Trabajo (OIT), procurando la protección y defensa de los derechos de niños y adolescentes?
Todo termina en un incontenible disparo de la estadística: Unicef nos reporta más de 150 millones de niños de cinco a 14 años lanzados compulsiva e inclementemente al mercado del trabajo. La OIT amplía el ciclo a entre cinco y 17 años: 250 millones de niños y adolescentes.
En términos cualitativos, la denuncia es que el trabajo prematuro, al interferir el derecho a la Educación, afecta el desarrollo físico y mental del niño o el adolescente trabajador. Adicionalmente, se presenta el trauma de la discriminación hacia la infancia indígena y, en materia de género, hacia las niñas, codificadas como “invisibles”, ahí donde 90 por ciento son explotadas en el trabajo doméstico.
Por lo que respecta a la región -restituido el odioso concepto de área de influencia-, el centro neurálgico son los Estados Unidos, destino de los grandes flujos de la población expulsada, por la guerra y la miseria, de sus lugares de origen.
Despertado de su modorra de más de seis años, el presidente Barack Obama reacciona fingiendo una actitud humanista pero, al declarar su capitulación ante El Capitolio, al diseñar acciones administrativas descarga toda su perversa intencionalidad encomendándoles el trabajo sucio a los gobiernos de México y de los de los países centroamericanos.
Mientras que Obama aplica el “remedio” de agua de borrajas para un mal terminal, al mismo tiempo el gobierno de Texas, por ejemplo, intensifica la militarización de la frontera con México, emplazando nuevos contingentes armados de la Guardia Nacional.
Lo más indignante del tratamiento a ese histórico y cada vez más complejo y profundo problema, es que los gobiernos de la región conceden y ceden mansamente los ya de por sí reducidos márgenes de soberanía económica en favor de las trasnacionales estadunidenses, sin recibir a cambio un gramo de reciprocidad, quedando expuestos a la impotencia.
Si, como se ha expresado línea antes, la ONU es reducida a la condición de un cero a la izquierda, parece llegada la hora de que los gobernantes de nuestras naciones entiendan que dirigen Estados soberanos y como tales deben explorar y ensayar -hasta por elemental instinto de supervivencia- políticas autónomas, antes de que el destino los alcance.
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