La designación de su candidato para el 2018 impone al partido gobernante un reto: o cambia internamente o dice adiós a Los Pinos.
OTRA VEZ MUCHOS SE PRECIPITAN al declarar perdedor en el 2018 al gobernante partido Revolucionario Institucional (PRI) cuando ni siquiera tiene a la vista un candidato, como ya los placean otros partidos. Parece que no conocen la historia de México ni la capacidad de supervivencia del dinosaurio político más longevo.
SE PUEDE afirmar que a los anticipados los delatan sus propios deseos de volver a colgarse ventajosamente del presupuesto, soñándose como reyes con enorme poder para disponer a su antojo del dinero público. Así lo hicieron del año 2000 al 2012 y, cínicos al extremo, se solazan exhibiendo una grosera impunidad.
Pero que nadie coma ansias. Con un buen candidato y una plataforma electoral para los tiempos que corren, además de una campaña atinada, el tricolor puede seguir habitando en Los Pinos otros seis años o mucho más.
Esta experiencia ya la vivió México en 2012 con Vicente Fox y recientemente con Enrique Peña Nieto. Por diversas razones estos personajes resultaron candidatos ganadores. Al margen de sus carencias intelectuales, como quiera que sea, el carisma les ayudó a llegar a Los Pinos.
En el mercado electoral que es hoy México, con votantes sin memoria y fácilmente manipulables todo puede pasar. Por eso es válido afirmar que si el PRI resuelve atinadamente su candidatura presidencial, puede resultar no solo competitivo sino ganador.
Quienes ahora descartan la posibilidad de que el PRI sobreviva son los mismos que ya se equivocaron, pero no aprenden. Esta advertencia va para Andrés Manuel López Obrador, particularmente, por ser el más creíble como puntero en las encuestas, para que no descorche el vino festivo antes de tiempo.
Todo lo contrario, que admita que no le van a entregar el poder por decreto ni por honesto que es, ni por sus buenas intenciones de salvar a México. Tiene que forzar el cambio y se enfrenta a muy poderosos intereses. Esta será la mayor de todas sus batallas.
¿Hay algún tapado tricolor?
En estos días el enigma en todas partes es si el presidente de la República y el PRI van a poder resolver el difícil momento de la designación de un candidato verdaderamente competitivo, que pueda realmente medirse ante sus potenciales y aventajados contendientes.
Hasta donde el análisis permite asomarse, con los elementos en juego del momento, los nombres más mencionados desde que comenzó la actual administración están lejos de poder llegar a la honrosa nominación. Todos los puntos de más que les otorgan ciertas encuestas no corresponden con la realidad de fracasos y mala imagen que pesa sobre ellos y perciben todos los que quieren verla.
Ya cayó uno, por su propio peso. De cualquier manera nunca fue un serio prospecto, salvo para sus amigos. Los que sobreviven tienen más negativos que positivos.
Sólo figuran con alto puntaje en los sondeos y encuestas que buscan promoverlos. Desde que inició el sexenio los que observamos el panorama político y electoral expresamos diversas valoraciones en el asunto sucesorio y sobre las capacidades de los aludidos. Por este lado siempre vi desventajas en ellos. Sin embargo, tiene que haber uno que pueda abanderar al golpeado partido tricolor.
Lo cierto es que además de su histórico error de invitar a México al candidato estadounidense Donald Trump, Luis Videgaray también generó con sus políticas facturas de alto costo para los más visibles del gabinete. El índice de reprobación del presidente Peña Nieto también lo es para el gabinete.
Así las cosas, las cartas del PRI y del presidente son pocas y de bajo valor. Aunque tienen un as, pero quien sabe si quieran jugarlo.
No, no es el secretario de Gobernación, Osorio Chong, él no ha exhibido ninguna cualidad sobresaliente que permita aventurar que él pudiera alargar la vida del PRI en Los Pinos.
No ha resuelto nada. En favor del mencionado personaje valga decir que se sacó la rifa del tigre al heredar problemas agigantados por el anterior gobierno del PAN que encabezó Felipe Calderón: la imparable corrupción municipal y estatal, y el peor, quizá, la incontenible y salvaje criminalidad del narcotráfico.
A la hora de rendir cuentas Osorio Chong queda expuesto por sonados fracasos, como la fuga del famoso narcotraficante El Chapo Guzmán de un penal de máxima seguridad -aunque logró su recaptura, el daño a la imagen del secretario estaba hecho-. No se olvida aquella ocasión que tuvo que salir a dar la cara ante las cámaras de la prensa y la televisión para confirmar el suceso. Lo que la memoria guarda es el retrato de un hombre derrotado.
Otro asunto que puso a prueba a Osorio Chong y lo ha exhibido frustrado es la negociación de la reforma educativa con el grupo de choque magisterial, la famosa CNTE, sin resultados plausibles para el gobierno, pero con enorme hartazgo de los sectores que se han visto perjudicados por ese sindicato.
Ni qué decir de los otros dos precandidatos de entre los más mencionados, Aurelio Nuño, secretario de Educación y José Antonio Meade, nuevo titular de Hacienda. Ellos no han podido lograr la anhelada aprobación popular que los pudiera volver competitivos para la esperada ocasión.
Tampoco otros de los más mencionados le garantizan óptimos resultados el PRI en el 2018. Uno de los dirigentes hoy con más arraigo y experiencia en las mañas de la política, Manlio Fabio Beltrones, sería identificado con los priistas dinosaurios y con el dominante esquema de corrupción de la vida nacional. Beltrones carecería de credibilidad para ganar, menos por haber entregado la joya de la corona, que siempre fue Pemex, a los voraces capitalistas extranjeros y nacionales, sin beneficios palpables para México en lo inmediato, y esa será una bandera de los opositores en su momento.
Eruviel Ávila, el gobernador del Estado de México, también presidenciable según algunas encuestas, no ha estado tan expuesto a las críticas como los integrantes del gabinete, pero es cierto que los problemas de desempleo y criminalidad en su estado crecieron en su mandato y ni cómo ayudarlo a ocultar esa terrible realidad.
¿Tiene alternativas el PRI?
Ante la debacle de imagen que padece el PRI y que hace prever a no pocos una segura derrota del tricolor en 2018, el PRI enfrenta el gran reto de encontrar un candidato de sus propias filas o incluso un externo con ánimo de cambio, que pudieran si no ganar al menos ayudar a conseguir alto porcentaje de votantes y asegurar la mayoría parlamentaria, lo que les traería buen presupuesto para lo que siga, de otra manera estarán efectivamente perdidos.
Aquí es donde la inteligencia de la nomenclatura priista tiene que brillar al máximo y dejar de lado sus diferencias para elegir a un personaje que, a pesar de todo, pueda volverlos muy competitivos, lo que ya es mucho decir. Este hombre es el actual Secretario de Salud, José Narro Robles, el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
No es secreto que tanto Narro como el presidente Peña Nieto ya jugaron con esa eventualidad a finales de agosto del presente, luego de conocer un sondeo entre tantos que ubicaba a Narro entre los hombres del gabinete con mejor imagen. Pareciera que el asunto quedó en una simple broma, y es altamente probable, dados los intereses que se juegan en el tricolor como partido abanderado de intereses históricamente contrapuestos: los de obreros y campesinos frente a los de los capitalistas mexicanos.
Los méritos de Narro son que es un hombre institucional, de fama pública limpia aunque se haya forjado en las filas del PRI, con importantes responsabilidades en su trayectoria. El más relevante activo de Narro Robles es que no se le recuerdan acusaciones de malos manejos por lo menos hasta la fecha.
Los puntos en contra son que se le identifica con una corriente más de tendencia social demócrata, anti neoliberal, contraria a la que ha dominado al PRI en los últimos lustros. Otra desventaja es que se sale del esquema imperante de presentar candidatos jóvenes; en otro contexto, este punto sería lo de menos, pero no en el México actual donde el ser treintañero o cuarentón —para el caso— es vivir en la cumbre de la aceptación social.
¿Y qué efectos tendría la nominación del ex rector?
La entrada de Narro a la contienda electoral sería un verdadero choque de trenes: él sería un gran contendiente ante López Obrador, y el antídoto contra el regreso del PAN a Los Pinos. Narro podría quitarle importantes temas a la agenda de la izquierda y de los independientes, además de votos, los que probablemente sumaría a la canasta del PRI. Lo más importante: que Narro no tendría problema alguno a la hora de abordar con la prensa el tema de los libros, que ha metido en apuros a no pocos candidatos.
Lo dicho: no hay nada escrito hacia el 2018, y los de cualquier color partidista que ya se sueñan con el triunfo en la bolsa, mejor que se pongan a trabajar, comenzando por limpiar la casa
Como quiera que sea el PRI está en la encrucijada de cambiar o quedar reducido, por los adversos resultados electorales recientes, por la pesada carga que lleva encima ante los fracasos de la administración de Peña Nieto, por los escándalos de corrupción impunes. Un paso histórico para el casi nonagenario partido es aceptar el cambio hacia dentro. Y podría iniciar aceptando que requiere un nuevo perfil de abanderado: José Narro o un externo comprometido con el desafío de cambiar para mejorar o despedirse de Los Pinos en 2018, quizá por muchos años.
*Periodista mexicano radicado en Chicago, Il. Estados Unidos.
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