![]() |
Edición 351 | ||||
Escrito por Thierry Meyssan | ||||
Miércoles, 09 de Noviembre de 2016 16:17 | ||||
ALEMANIA, FRANCIA, RUSIA Y UCRANIA trataron en Berlín de desbloquear los conflictos que tienen lugar en Ucrania y Siria. Sin embargo, desde un punto de vista ruso, esos bloqueos sólo existen porque el objetivo de Estados Unidos no es la defensa de la democracia que tanto proclama Washington sino impedir el desarrollo de Rusia y China cerrándoles las “rutas de la seda”.
AL DISPONER de ya evidente superioridad en materia de guerra convencional, Moscú hizo todo lo posible por conectar el Medio Oriente con el este de Europa. Y lo logró concediendo la prolongación de la tregua en Siria a cambio del cese del bloqueo de la aplicación de los acuerdos de Minsk. Mientras tanto, Washington sigue tratando de hacer recaer su propia culpabilidad sobre alguno de sus aliados. Al no lograrlo con Turquía, la CIA se vuelve ahora hacia Arabia Saudita.
Además, Estados Unidos no podía dejar de castigar al presidente turco Erdogan por acercar su país a Rusia en el plano económico, a pesar de ser Turquía un país miembro de la OTAN. En fin, en plena crisis alrededor del poder mundial, el presidente turco Erdogan se convertía en chivo expiatorio ideal para salir de la crisis siria. Desde un punto de vista estadounidense, el problema no es Turquía, indispensable como aliado regional, ni el MIT (los servicios secretos turcos) de Hakan Fidan, quien organiza el movimiento yihadista en todo el mundo, sino Recep Tayyip Erdogan. Por consiguiente, la National Endowment for Democracy (NED) trató primeramente, en agosto de 2013, de llevar a cabo una revolución de color organizando manifestaciones en el parque Gezi de Estambul. Esa operación fracasó o Washington cambió de idea. Se decidió entonces derrocar a los islamistas del AKP a través de las urnas. La CIA organizó la transformación del HDP en un verdadero partido de las minorías y preparó a la vez una alianza entre esa formación política turca y los socialistas del CHP. El HDP adoptó un programa muy abierto de defensa de las minorías étnicas (los kurdos) y de las minorías sociales (feministas y homosexuales) e incluyó el tema ecológico. El CHP fue reorganizado, tanto para disimular el hecho que los alevitas estaban excesivamente representados en el seno de ese partido como para promover la candidatura del ex presidente de la Corte Suprema.
Pero, aunque el AKP perdió las elecciones en julio de 2015, no fue posible concretar la alianza entre el CHP y el HDP. Así que hubo que realizar nuevas elecciones legislativas en noviembre de 2015, elecciones que Recep Tayyip Erdogan “arregló” descaradamente. Washington decidió entonces proceder a la eliminación física de Erdogan. Entre noviembre de 2015 y julio de 2016 hubo tres intentos de asesinato contra Erdogan. Contrariamente a lo que se dijo, la operación del 15 de julio de 2016, no era una intentona golpista sino una operación para liquidar solamente al presidente turco. La CIA había utilizado los vínculos industriales y militares turco-estadounidenses para reclutar dentro de la fuerza aérea turca un pequeño equipo que se encargaría de eliminar al presidente durante sus vacaciones. Pero ese equipo fue traicionado por varios El objetivo de la subsiguiente represión no era sólo arrestar a los autores del intento de asesinato, ni tampoco a los militares que se unieron al golpe de Estado improvisado sino más bien a todos los pro-estadounidenses: primeramente, a los laicos kemalistas y luego a los islamistas seguidores de Fethullah Gulen. En total, más de 70 000 personas fueron puestas bajo investigación y hasta hubo que liberar presos comunes para tener dónde encarcelar a los pro-estadounidenses. La manía de grandeza del presidente Erdogan y su aparatoso Palacio Blanco, su manipulación de las elecciones y la represión que ha desatado contra todo el que no esté totalmente de acuerdo con él lo convierten en chivo expiatorio ideal de los errores cometidos en Siria. Sin embargo, el hecho que haya logrado sobrevivir a una revolución de color y cuatro intentos de asesinato hace pensar que no será posible sacarlo del juego rápidamente
Arabia saudita
Pero el carácter anacrónico de Arabia Saudita, propiedad privada de una familia de príncipes que nada tiene que ver con los principios comúnmente reconocidos de la libertad de expresión y la libertad religiosa, exige cambios radicales. Debido a ello, la CIA organizó, en enero de 2015, la sucesión del rey Abdallah. La noche misma del fallecimiento del soberano, la mayoría de los incapaces fueron apartados de sus cargos y el país fue enteramente reorganizado siguiendo un plan previo. En este momento, el poder se halla repartido entre tres clanes principales: el rey Salman (y su querido hijo el príncipe Mohamed), el hijo del príncipe Nayef (el otro príncipe Mohamed) y el hijo del difunto rey (el príncipe Mutaib, comandante de la Guardia Nacional). En la práctica, el rey Salman –de 81 años– permite que su hijo, el dinámico príncipe Mohamed –de 31 años– gobierne por él. Y este Pero los resultados se hacen esperar. El reino saudita se ha empantanado en Siria y en Yemen y esta última guerra incluso le está costando más caro de lo que esperaba debido a las incursiones de los hutis en territorio saudita y las derrotas que han logrado infligir al ejército de Riad. En el plano económico, las reservas petroleras están llegando a su fin y la derrota en Yemen impide a los sauditas la explotación de lo que se ha dado en llamar “la Cuarta Parte Vacía”, o sea la región que abarca parte de los dos países. Cierto es que la caída de los precios del petróleo ha permitido a Arabia Saudita eliminar a varios de sus competidores, pero también ha agotado el Tesoro del reino, que ahora se ve obligado a buscar préstamos en los mercados internacionales.
Arabia Saudita nunca ha sido tan poderosa y a la vez tan frágil. La represión política alcanzó su apogeo con la decapitación del jefe de la oposición, el jeque Al-Nimr. La rebelión va más allá de la minoría chiita y se extiende también a las provincias sunnitas del oeste. En el plano internacional, la coalición árabe es ciertamente impresionante, pero hace agua por todas partes desde que Egipto se Visto desde Washington, ha llegado el momento de escoger a los elementos que sería conveniente salvar en Arabia Saudita y deshacerse de los demás. La simple lógica indicaría un regreso la anterior repartición del poder entre el clan de los Sudairis –pero sin el príncipe Mohamed ben Salman, quien ya demostró su incapacidad– y los Chammar –la tribu del difunto rey Abdallah. Tanto para Washington como para los súbditos sauditas, lo mejor sería que falleciera el rey Salman. Su hijo Mohamed se vería entonces apartado del poder, que iría a manos del otro príncipe Mohamed (el hijo de Nayef), mientras que el príncipe Mutaib se mantendría en el puesto que actualmente ocupa, a la cabeza de la Guardia Nacional.
En Arabia Saudita, al igual que en Turquía y en otros países aliados de Estados Unidos, la CIA trata de mantener las cosas como están. Y para ello se limita a organizar por debajo de la mesa intentos de cambios de dirigentes, pero sin tocar las estructuras. El carácter puramente cosmético de esas modificaciones facilita que su trabajo se mantenga en la sombra. Red Voltaire
Al negociar simultáneamente el alto al fuego en Alepo y otro alto al fuego en Yemen, Rusia obligó a Estados Unidos a vincular ambos teatros de operaciones. En esos dos países, las fuerzas rusas muestran su superioridad en materia de guerra convencional ante los aliados de Washington, evitando la confrontación directa con el Pentágono. Con esa finta, Moscú evita tener que implicarse en Irak, a pesar de sus antecedentes históricos en ese tercer país. Sin embargo, la disputa entre los Dos Grandes se origina fundamentalmente en el corte de las dos rutas de la seda, primero en Siria y después en Ucrania. Lógicamente, Moscú trata por eso de vincular los dos asuntos en sus negociaciones con Washington. Esto resulta muy lógico, sobre todo teniendo en cuenta que la propia CIA ya creó un vínculo entre los dos campos de batalla a través de Turquía. Al viajar a Berlín, el 19 de octubre, el presidente ruso Vladimir Putin y su ministro de Exteriores Serguei Lavrov tenían intenciones de convencer a Alemania y Francia, fuera de la presencia de Estados Unidos, de vincular estos temas. Así que extendieron la tregua en Siria a cambio del cese del bloqueo de los acuerdos de Minsk por parte de Ucrania, un trato que no dejará de irritar a Washington, que hará todo lo que esté en sus manos para sabotearlo. Por supuesto, al final Berlín y Paris acabarán alineándose detrás de su amo otaniano. Pero, desde el punto de vista de Moscú más vale un conflicto congelado que una derrota –tanto en Ucrania como en Transnistria, por ejemplo. Además, todo lo que afecte la unidad de la OTAN acerca el fin de la supremacía estadounidense. More articles by this author
|