La paz en Siria exige que se condene internacionalmente la ideología de la Hermandad Musulmana
Thierry Meyssan
THIERRY MEYSSAN OBSERVA que esos proyectos no corresponden al tipo de guerra que hemos visto en la República Árabe Siria, estima que se basan en un análisis incompleto del conflicto y precisa que quienes creen que con tales planes lograrán resolver el problema no sólo se equivocan, sino que además dejarán el camino abierto a una nueva guerra. La prioridad del momento es lidiar con la cuestión ideológica.
EN SIRIA DEBERÍA PRODUCIRSE próximamente un fin de las hostilidades en todo el territorio nacional, exceptuando sólo las zonas ocupadas por fuerzas militares de Turquía y de Estados Unidos. La prensa internacional sólo habla ahora del regreso de los refugiados, de la reconstrucción de las zonas devastadas y de cómo impedir el regreso de los yihadistas europeos.
Pero esos son problemas secundarios en relación con la importancia de otros dos que no se mencionan en los medios de difusión.
Terminar la guerra
Desde el año 2001, el Pentágono adoptó la doctrina del almirante Arthur Cebrowski, el director del Buró de Transformación de la Fuerza, nombrado por el entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld.
Según esa doctrina, el objetivo ya no es acaparar recursos naturales para Estados Unidos sino controlar el acceso de los demás países a esos recursos. Y para lograrlo es conveniente mantener ahora un caos que sólo las fuerzas armadas de Estados Unidos puedan enfrentar. Se trata, según la fórmula utilizada por el presidente George W. Bush, de una guerra sin fin en la que Estados Unidos no debe perder, pero que tampoco le interesa ganar.
Es por eso que la guerra iniciada contra Libia se mantiene desde hace 7 años, que la guerra iniciada contra Irak también se mantiene desde hace 15 años y que la guerra contra Afganistán, iniciada hace 17 años, tampoco parece tener para cuando acabar. A pesar de los discursos, esos países no han recobrado la paz desde que fueron agredidos por Estados Unidos.
Lo mismo sucederá con Siria mientras Estados Unidos no abandone oficialmente la doctrina Cebrowski. El presidente Donald Trump había anunciado su intención de poner fin a lo que llamamos el imperialismo estadounidense y de volver a una forma diferente de hegemonía. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos en ese sentido, no parece lograrlo.
No está claro aún si el reciente anuncio del secretario de Defensa James Mattis y del secretario de Estado Mike Pompeo sobre la decisión estadounidense de restaurar la paz en Yemen en un plazo de 30 días debe interpretarse como el fin de una iniciativa de Arabia Saudita o como el fin de la doctrina Cebrowski.
Eliminar la ideología de los yihadistas
Lo sucedido en Siria ha sido presentado como una guerra civil. Pero se trata, incuestionablemente, de un conflicto ideológico. Las dos principales consignas que se oían en las manifestaciones de 2011 eran: ¡Alá, Siria, libertad! (la palabra “libertad” no se refería en este caso a la libertad política, como se afirmó en Occidente, sino a libertad de poder aplicar la sharía) y ¡Los cristianos a Beirut, los alauitas a la tumba!
El conflicto es de hecho mucho más profundo de lo que parece. Aquellas consignas iniciales no se oponían a la República Árabe Siria ni a su presidente, Bashar al-Assad, sino a la esencia misma de la civilización siria. Se trataba de echar abajo una sociedad multi confesional sin equivalente en el mundo para imponer el modo de vida que la Hermandad Musulmana exalta.
Siria es una nación en la que cada cual es libre de practicar su propia religión y sin interferir con la práctica religiosa de los demás. Por ejemplo, la Gran Mezquita de los Omeyas –en Damasco, la capital siria– es un santuario construido alrededor de la cabeza cercenada de San Juan Bautista (o Juan el Bautista). Desde hace siglos, musulmanes, cristianos y judíos rezan juntos en ese lugar.
La Hermandad Musulmana no es un grupo religioso sino una cofradía política. Está organizada según el modelo de las logias masónicas europeas, a las que pertenecieron varios fundadores de la Hermandad Musulmana. Sus miembros militan simultáneamente en partidos políticos y en grupos yihadistas. Absolutamente todos los jefes yihadistas –desde Osama ben Laden (el jefe de al-Qaeda) hasta Abu Bakr al-Baghdadi (el Califa autoproclamado del Emirato Islámico o Dáesh), son o fueron miembros de la Hermandad Musulmana.
La ideología de la Hermandad Musulmana divide las acciones de las personas en dos categorías: las acciones que –según esa cofradía– están autorizadas por dios y las que están prohibidas por el mismo dios. El resultado de esa manera de ver las cosas es una ideología que divide el mundo en servidores y enemigos de dios y que empuja a los primeros a liquidar físicamente a los otros.
Esa es la ideología que profesan tanto los predicadores sauditas –aunque ahora condenan la Hermandad Musulmana y han optado por apoyar a la familia real– como los gobiernos de Turquía y Qatar. Esa es además la ideología cuyos resultados hemos podido ver durante la guerra en Siria y también en los atentados que los yihadistas han venido perpetrando en todo el mundo, incluso en suelo de las potencias occidentales.
Suponiendo que Estados Unidos esté verdaderamente dispuesto a permitir el restablecimiento de la paz en Siria, esa paz sólo será realmente posible si la Asamblea General de la ONU –o en su defecto el Consejo de Seguridad– condena explícitamente la ideología de la Hermandad Musulmana. Eso tendría como consecuencia que la paz en Siria simplificaría grandemente la situación en Libia, en Irak y en Afganistán y ayudaría al debilitamiento del terrorismo internacional.
Es por lo tanto peligroso hablar de amnistía general cuando lo necesario es exponer y juzgar los crímenes imputables a la ideología de la Hermandad Musulmana. Al término de la Segunda Guerra Mundial, los ideólogos y apologetas del nazismo fueron juzgados y hoy habría que juzgar a quienes promovieron y divulgaron la ideología de la Hermandad Musulmana. Pero habría que juzgarlos no como se hizo en Nuremberg sino en el más estricto respeto del estado de derecho y sin recurrir –como en Nuremberg– a la aplicación de textos retroactivos. Es importante entender que no se trata de juzgar a individuos sino de entender una ideología y eliminarla por nociva.
En 1945, la URSS –cuya heredera es la actual Rusia– se reconstruyó alrededor de una hazaña común de los pueblos que la componían: la lucha contra la ideología racial del nazismo, o sea la lucha por el principio de que todos los hombres son iguales y de que todos los pueblos son dignos de respeto. Idénticamente, Siria sólo podrá reconstruirse alrededor de la lucha contra la ideología de la Hermandad Musulmana, lucha basada en el principio de que todos los hombres son iguales y de que todas las religiones merecen respeto.
La Hermandad Musulmana tuvo en el pasado el respaldo del Reino Unido, apoyo que aún recibe hoy en día. Ese respaldo británico hará imposible juzgar a sus líderes, pero lo más importante es exponer públicamente la verdadera naturaleza de sus ideas y dar a conocer los crímenes que esas ideas han provocado y siguen provocando directamente.
Conclusión
Al final de cualquier guerra siempre hay vencedores y vencidos. Esta guerra, en particular, ha destruido gran cantidad de vidas, no sólo en Siria sino también en Francia y Bélgica, así como en China y Rusia, y en muchos países más. La paz en Siria debe planearse no sólo en función de las realidades locales sino también de los crímenes que los yihadistas perpetraron en otros países.
No podemos perder de vista que los 124 países que se autoproclamaron Amigos de Siria, aunque han perdido esta guerra en el plano militar, actuaron a través de mercenarios y sin sufrir pérdidas militares en sus propios territorios. Por consiguiente, no están dispuestos a aceptar su derrota y sólo buscan esconder sus propias responsabilidades en los crímenes cometidos.
Sólo habrá paz en Siria si se condena la ideología de la Hermandad Musulmana, pero sin esa condena esta guerra continuará en otros países.
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