La retirada de las fuerzas militares de Estados Unidos presentes en Siria y Afganistán y la dimisión del secretario de Defensa James Mattis son manifestaciones del cambio radical del orden mundial.
Estados Unidos se niega a luchar por la finanza transnacional
Thierry Meyssan
Estados Unidos ha perdido el primer lugar mundial en el plano económico y también en el plano político.
AHORA ESTADOS UNIDOS se niega a luchar sólo por los intereses de la finanza transnacional. Las alianzas que Estados Unidos encabezaba comenzarán a desmoronarse, sin que sus aliados reconozcan por eso el ascenso de Rusia y China.
Donald Trump se niega a hacer que sus conciudadanos sigan pagando por el sueño imperial de los magnates de la finanza globalizada.
EL ANUNCIO DE LA RETIRADAparcial de las fuerzas estadounidenses de Afganistán y de su retirada total de Siria tuvo el efecto de un trueno en una tarde apacible.
La Casa Blanca confirmó esa decisión presidencial el 19 de diciembre de 2018 y, al día siguiente, dimitió el secretario de Defensa, James Mattis. Contrariamente a lo que afirman los opositores de Donald Trump, entre el general Mattis y el presidente Trump existe un sentimiento mutuo de estima y la divergencia entre ellos no está relacionada con esas retiradas sino con la manera de manejar sus consecuencias. Estados Unidos se halla ante una opción que marcará un punto de ruptura y hará cambiar el mundo.
Ante todo, en aras de evitar que lo queremos señalar aquí parezca un contrasentido, es conveniente comenzar recordando las condiciones y el objetivo de la colaboración entre Trump y Mattis.
A su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump puso énfasis en rodearse de 3 altos militares con suficiente autoridad como para reorientar las fuerzas armadas estadounidenses: los generales Michael Flynn, John Kelly y, sobre todo, James Mattis. El general Flynn fue obligado a dejar la Casa Blanca y los otros dos están a punto de hacerlo. Los tres son grandes soldados que se enfrentaron a sus superiores en tiempos de la administración Obama. Eran generales que no aceptaban la estrategia impuesta en Irak por el embajador John Negroponte, estrategia que consistió en crear grupos terroristas que se encargaron de fomentar una guerra civil entre iraquíes. Los generales Flynn, Kelly y Mattis se unieron a Trump para poner fin al apoyo que Washington aportaba a los yihadistas. Pero cada uno de estos tres generales tenía su propia visión del papel de Estados Unidos en el mundo y acabaron así teniendo choques con el presidente.
Llega ahora la tormenta que se pospuso ante la realización de las elecciones legislativas estadounidenses conocidas como midterm. Ha llegado el momento de redefinir las relaciones internacionales.
Siria
En abril de 2018, cuando –de conformidad con sus promesas de campaña– Donald Trump mencionó la entonces hipotética retirada estadounidense de Siria, el Pentágono lo convenció de mantener allí las fuerzas de Estados Unidos. No porque unos cuantos miles de militares estadounidenses pudiesen modificar el curso de la guerra sino porque su presencia en Siria hacía contrapeso a la influencia rusa y representaba un apoyo a Israel.
Pero la entrega al Ejército Árabe Sirio de armamento defensivo ruso, principalmente de los misiles antiaéreos S-300 y de radares ultra sofisticados conectados y coordinados entre sí por el sistema ruso de gestión automatizada del espacio aéreo Polyana D4M1, modificó fundamentalmente la correlación de fuerzas. En el preciso momento en que escribimos este artículo hace exactamente 3 meses y un día que el espacio aéreo sirio es inviolable. Debido a ello, la presencia militar estadounidense en Siria se vuelve contraproducente: los eventuales ataques terrestres de los mercenarios pro estadounidenses ya no podrán contar con el apoyo aéreo que antes les proporcionaba la aviación de Estados Unidos porque se correría el riesgo de perder aviones y pilotos estadounidenses.
Retirándose ahora, el Pentágono evita la humillación de una derrota inevitable. Hay que saber que Rusia ha rechazado solicitudes sucesivas de Estados Unidos y de Israel, que pretendían obtener de los rusos los códigos de seguridad de los misiles antiaéreos entregados a Siria. En otras palabras, después de años de arrogancia occidental, Rusia ya no está interesada en compartir el control de Siria. Aceptó hacerlo en 2012, en la primera conferencia de Ginebra, pero Estados Unidos violó aquel acuerdo al cabo de unas pocas semanas.
Y, por otra parte, Moscú había señalado desde hace mucho que la presencia militar de Estados Unidos en suelo sirio constituía una violación del derecho internacional y que Siria estaba en todo su derecho de defenderse.
El general Aharon Haliva viajó a Moscú, el 17 de diciembre de 2018, a la cabeza de una delegación israelí. Allí informó a sus interlocutores rusos sobre las operaciones militares que actualmente realiza Israel y… les pidió los códigos de seguridad de los misiles antiaéreos rusos entregados a Siria. Solicitud denegada.
Consecuencias
La decisión de retirar las fuerzas militares estadounidenses presentes en Siria tendrá importantes consecuencias.
1- El falso Kurdistán
El proyecto occidental de crear en el noreste de Siria un Estado colonial que entregarían a los kurdos ya no podrá concretarse. Actualmente, la cantidad de kurdos que aún apoyan ese proyecto es cada vez más reducida porque la mayoría de ellos consideran que sería un acto de conquista comparable a la proclamación unilateral del Estado de Israel por parte de las milicias judías, en 1948.
Como ya hemos explicado aquí en otras ocasiones, la creación de un Kurdistán independiente sería legítima únicamente en las fronteras que fueron reconocidas para ello en 1920, en la Conferencia de Sevres, o sea en la actual Turquía y en ninguna otra parte. Estados Unidos y Francia aún planeaban, hace sólo unas semanas, crear un seudo Kurdistán en tierras árabes y ponerlo bajo la administración de un enviado de la ONU, que habría sido el ex ministro francés de Exteriores Bernard Kouchner.
2- La estrategia Cebrowski
El proyecto que el Pentágono pretendió aplicar durante los últimos 17 años en el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente» tampoco podrá concretarse. Concebido por el almirante estadounidense Arthur Cebrowski ese proyecto apuntaba a destruir los Estados existentes en todos los países de esa parte del mundo, con excepción de Israel, Jordania y Líbano. Ese plan, iniciado con la guerra contra Afganistán y las posteriores invasiones contra Irak y Libia, aún estaba en aplicación pero ahora termina con la retirada estadounidense de Siria.
Para Donald Trump ha llegado el momento de que los ejércitos de Estados Unidos dejen de luchar –a costa del contribuyente estadounidense– sólo por hacer valer los intereses de los financieros globalizados, aunque estos últimos sean estadounidenses.
3- La supremacía de Estados Unidos
El orden del mundo post-soviético, un orden basado en la superioridad militar de Estados Unidos, ha llegado a su fin. La Federación Rusa es ahora más poderosa, tanto en materia de guerra convencional (desde 2015) como en el plano nuclear (desde 2018). Las hipótesis sobre un supuesto imperialismo de Moscú se derrumban ante el hecho que las fuerzas armadas rusas representan sólo un tercio de los efectivos militares de Estados Unidos y que Rusia tiene además muy pocos efectivos fuera de sus fronteras.
Vencedores y vencidos
La guerra contra Siria debe concluir en los próximos meses, por falta de mercenarios. Es posible que la entrega de armamento a los yihadistas por parte de algunos países, entregas coordinadas por el fondo de inversiones estadounidense KKR, prolongue aún el comportamiento criminal de quienes se empeñan en hacer daño al pueblo sirio. Pero eso ya no podrá cambiar el curso de los acontecimientos.
No cabe duda de que los vencedores de esta guerra son Siria, Rusia e Irán mientras que los vencidos son los 114 países que se involucraron en los autodenominados «Amigos de Siria». Algunos de esos países no esperaron a que se concretara su derrota para corregir su política exterior. Por ejemplo, Emiratos Árabes Unidos acaba de anunciar la próxima reapertura de su embajada en la República Árabe Siria.
El caso de Estados Unidos es mucho más complejo. Las administraciones de Bush hijo y de Barack Obama tienen la entera responsabilidad de esta guerra. Fueron las administraciones de Bush hijo y Obama quienes planificaron y llevaron a cabo esta guerra en el marco de un mundo unipolar. El candidato a la presidencia Donald Trump tenía razón cuando acusaba a esas dos administraciones de haberse puesto al servicio de la finanza transnacional en vez de defender los intereses de los ciudadanos estadounidenses.
Ya convertido en presidente, Donald Trump trató constantemente de cortar el respaldo de Estados Unidos a los yihadistas y de retirar las tropas estadounidenses del Medio Oriente ampliado (o Gran Medio Oriente). Habría que considerarlo como uno de los ganadores de la guerra y sería lógico que su actitud incluso permita a su país hacer caer el pago de compensaciones de guerra sobre las transnacionales que se implicaron en ella. Para Trump, lo que hay que hacer a partir de ahora es reorientar las fuerzas armadas de Estados Unidos hacia la defensa del territorio nacional, poner fin al conjunto del sistema imperial y desarrollar la economía estadounidense.
Afganistán
Hace varios meses que Estados Unidos viene negociando discretamente con los talibanes las condiciones para la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán. Una primera ronda de contactos alrededor del embajador Zalmay Khalilzad acaba de comenzar en Qatar. Además de las delegaciones de Estados Unidos y de los talibanes, también participan Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Pakistán. Una delegación del gobierno afgano también llegó a Qatar con la esperanza de que le permitan estar presente.
Hace 17 años que Estados Unidos y Reino Unido invadieron Afganistán. Oficialmente lo hicieron en respuesta a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Pero, en realidad, la invasión de Afganistán fue consecuencia de las negociaciones entre Estados Unidos y los talibanes realizadas aquel mismo año en Berlín y Ginebra. El objetivo de la invasión no fue estabilizar Afganistán para explotarlo económicamente sino destruir allí toda forma de Estado para controlar totalmente la explotación del país sin tener que negociar con un Estado. Y eso es lo que está sucediendo ya que la situación allí empeora de día en día.
Debemos recordar que las desgracias de Afganistán comenzaron con la administración de James Carter. El entonces consejero para los temas de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski, recurrió a la Hermandad Musulmana e Israel para desatar una campaña contra el gobierno comunista de aquella época. Aquel gobierno recurrió a los soviéticos con la esperanza de mantener el orden. Comenzó entonces una guerra de 14 años, seguida de una guerra civil y, después, de la invasión anglo-estadounidense.
Al cabo de 40 años de destrucción constante, el presidente Trump señala que la presencia militar de Estados Unidos no es la solución para Afganistán. En realidad, esa presencia es el problema.
El general James Mattis se había comprometido a desvincular las fuerzas armadas estadounidenses de los yihadistas, no a deshacer la alianza alrededor de Estados Unidos.
El lugar de Estados Unidos en el mundo de hoy
Al retirar la mitad de las tropas estadounidenses legalmente estacionadas en Afganistán y la totalidad de las que se hallan ilegalmente en Siria, el presidente Trump cumple uno de sus compromisos electorales. Todavía tendrá que retirar los 7 000 efectivos restantes.
Es en ese contexto que el general Mattis plantea una cuestión de fondo en su carta de dimisión. El general Mattis escribe:
«Una de mis convicciones fundamentales siempre ha sido que nuestra fuerza como nación está inextricablemente vinculada a la fuerza de nuestro sistema único y completo de alianzas y asociaciones. Aunque Estados Unidos sigue siendo la nación indispensable en el mundo libre, no podemos proteger nuestros intereses ni desempeñar eficazmente ese papel sin mantener alianzas sólidas ni mostrar respeto hacia esos aliados. Como usted, yo digo desde el principio que las fuerzas armadas de Estados Unidos no deberían ser el gendarme del mundo. En vez de eso, tenemos que utilizar todas las herramientas del poder estadounidense para garantizar la defensa común, principalmente garantizando un liderazgo eficaz a nuestras alianzas. 29 democracias demostraron esa fuerza en su compromiso de luchar junto a nosotros después del ataque del 11 de septiembre contra Estados Unidos. La coalición de 74 naciones contra Daesh es otra prueba de ello.»
En otras palabras, James Mattis no cuestiona la razón de la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán y de Siria sino lo que probablemente vendrá después: la dislocación de las alianzas alrededor de Estados Unidos y, en definitiva, el posible desmantelamiento de la OTAN. Para el secretario de Defensa, Estados Unidos debe tranquilizar a sus aliados dándoles la impresión de que sabe lo que hace y de que es el más fuerte. No importa que eso sea cierto o no, lo importante es mantener a toda costa la cohesión entre los aliados.
Pero el presidente estima que la situación es demasiado peligrosa. Estados Unidos ya perdió su primer lugar mundial en el plano económico, puesto que ahora ocupa China. Y también ha perdido el primer lugar como potencia militar ya que ahora está detrás de Rusia. Así que hay que dejar de ser el tuerto que guía a los ciegos y ocuparse, en primer lugar, de los estadounidenses.
En este asunto, James Mattis actúa como militar. Sabe que una nación sin aliados está perdida de antemano. Donald Trump piensa como empresario, hay que deshacerse de las filiales que dejan pérdidas y que pueden acabar hundiendo toda la empresa.
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