LA BATALLA INEVITABLE DE LÓPEZ OBRADOR: GANAR CREDIBILIDAD O PERDERLA, DENTRO Y FUERA DEL PAÍS.
AMLO, indeciso entre los
migrantes y Trump
Feliciano Hernández*
BAJO FUERTES PRESIONES y preguntas que demandan urgentes respuestas, el presidente Andrés Manuel López Obrador se enfrenta a uno de sus mayores desafíos en lo que va de su joven mandato: por un lado, el tsunami de migrantes indocumentados que invade a México de paso hacia Estados Unidos con el beneplácito de él, de autoridades y activistas; y por el otro, la posición enérgica del presidente Donald Trump para que el gobierno mexicano les impida avanzar hacia el norte. Atrás de todos, el gran negocio del tráfico de personas.
Cd. de México. - El tsunami de indocumentados que azota al territorio nacional en los últimos meses, expuso la fragilidad del entrante gobierno a las presiones desde Estados Unidos. Inesperadamente, se hizo realidad, por otras vías, el empeño del presidente Trump de hacer un muro y de que los mexicanos lo pagaran, pero un tanto peor porque recorrió la frontera inicial hasta los límites con Centroamérica.
Y ESO ES LO QUE YA OCURRE:México paga el muro, trasladado hasta la frontera de Chiapas y Guatemala, con la disposición de que, según lo acordado en las negociaciones bilaterales, al menos seis mil elementos de la denominada y todavía inoperante “Guardia Nacional” harán las funciones de la Border Patrol en el norte.
¿Y QUÉ MÁS?López Obrador ya busca recursos hasta debajo de las piedras –desatendiendo a sectores nacionales vulnerables— para pagar los gastos que implica la manutención de cientos de miles de indocumentados, mientras esperan respuesta desde México, a sus peticiones de asilo ante autoridades de Estados Unidos.
Lo que no se apunta con claridad es que muy pocos, quizás el uno por ciento, logran su meta en uno o dos años. Pero de estos cientos de miles de migrantes “TODOS” piden asilo, todos argumentan que huyen de la violencia y de la pobreza, y todos afirman que están en riesgo. Y es cierto, pero lo que es cierto también y es imposible, es que otro gobierno pueda o tenga que resolverles un problema tan grande y, a todos los solicitantes.
En medio de esta gran batalla regional, las creencias religiosas de AMLO con su política consecuente de puertas abiertas, favorecida por una multitud de beneficiarios que le exigen mantenerse firme en tal postura, se enfrentan a una oposición cada vez mayoritaria de mexicanos que se sienten en riesgo ante las consecuencias de apoyar a las caravanas de indocumentados con los escasos recursos de que dispone el gobierno.
Pero el presidente mexicano ya dijo que donde comen unos comen otros y que debemos “tratar bien a todos los seres del universo”. Como si sólo se tratara de comer o como si los impuestos alcanzaran para eso y más. A ver cómo le va al emisor de palabras tan magnánimas; quizás no tan bien.
Como aviso, El Universal publicó hace días un sondeo en el que se observa una tendencia mayoritaria, 60 por ciento, y alcista de quienes expresan su rechazo a la llegada y permanencia de los migrantes en México. Y éstos ya afirmaron que prefieren quedarse en el país de acogida a regresar a sus comunidades en otras naciones. Con tan buenas promesas de la parte mexicana, cómo no. Falta que les cumplan.
Y se sabe que en eso de cumplir promesas los políticos y los funcionarios mexicanos debieran tener record Guinness por incumplimiento. Lo que todos pensamos es que, si no pueden con los propios indocumentados del país, es dudoso que puedan avanzar en los otros.
Es grave lo afirmado, desde cierta perspectiva, pero es la realidad y así lo provocaron sin querer las autoridades mexicanas al permitir durante décadas –por corruptas— el paso indiscriminado de migrantes e ignorar las advertencias del gobierno estadounidense.
El muy alto precio de las palabras sueltas
LA INVASIÓN DE migrantes centroamericanos y de otros países que padece México –sí, es un padecimiento para muchos pueblos o ciudades por donde pasan o donde se establecen mientras esperan brincar hacia Estados Unidos—, y lo acontecido recientemente no es responsabilidad total de López Obrador, pero él potenció el problema con sus expresiones reiteradas de apoyo a los indocumentados, sin advertir que al mismo tiempo, hacia y hace el trabajo sucio, mejor dicho “limpio”, a las redes de traficantes de personas y a algunos vividores del mismo fenómeno, éstos camuflajeados en defensores de los derechos humanos de los migrantes.
Ahora AMLO ya paga caro en descrédito el haber desoído y negado la evidencia de que oleadas de inmigrantes centroamericanos invadían a México en su paso hacia Estados Unidos, y se quiso hacer el bueno de la película al expresar todavía como presidente electo y reiterarlo como presidente en funciones, que los migrantes eran bienvenidos a México, que su gobierno les daría registro, trabajo, salud y oportunidades de progreso a quienes quisieran permanecer en territorio nacional.
Acto seguido, las redes de traficantes y sus aliados los promotores del libre tránsito y los defensores de los derechos del migrante, alentaron oleadas de personas que pagan altas cifras en dólares por intentar cumplir su sueño americano (de cuatro mil dólares por persona en paquete, familias; a 15 mil o 20 mil dólares en lo individual).
Parece una contradicción que personas que dicen vivir en la pobreza, tengan altas cifras para entregar a quienes les prometen llevarlos a buen término. Pero ocurre así, increíblemente. Por eso es necesario analizar, sin ánimo idílico ni prejuicios, factores más allá del complicado fenómeno.
El periódico El País, al día siguiente de los acuerdos bilaterales, cabeceó —en otras palabras—: México vende como triunfo una derrota, en relación al tono festivo de los negociadores mexicanos de haber logrado evitar los aranceles anunciados por Trump, pero a costa de fuertes imposiciones que el país tendría que cumplir en un plazo máximo de 45 días.
México ya paga y va a pagar más caro, porque el problema es de larga y lenta solución, y el país está prácticamente solo. Los corruptos gobernantes centroamericanos NO responden; estos lo único que esperan es desprenderse de una fuerte carga social y recibir las remesas, en los casos de que sus nacionales logren establecerse en la tierra prometida.
Los organismos multilaterales tampoco ayudan al gobierno mexicano en este problema regional. La ONU a través de su oficina correspondiente se limita a felicitar al gobierno de AMLO por el trato humano que promueve al respecto y lo conmina a seguir por ese camino, pero NO le asigna alguna ayuda en la materia para lidiar con el ingente problema: es que son cientos de miles de nuevas bocas que atender, de la noche a la mañana, sin que hayan contribuido en ningún momento presente con impuestos, y a los que el gobierno de AMLO como parte de los acuerdos ofrece lo que no garantiza a los propios mexicanos: comida, casa, educación y atención médica. Difícil de creer.
No tenían opción los negociadores
LO ACORDADO por los negociadores mexicanos es entendible desde la perspectiva de que no tenían mejores opciones. El cuento de los críticos de que vendieron o empeñaron la soberanía y otras expresiones de ese calibre, es también entendible desde el ángulo de los intereses que los mueven, y no precisamente los de los derechos humanos, sino de los beneficios que han obtenido como activistas o simples críticos prejuiciados.
Lo que incomoda a una parte de los analistas es que el gobierno mexicano haya esperado las amenazas del presidente Trump para aceptar que los flujos intermitentes en caravanas de miles son insostenibles para cualquier nación, desde cualquier ángulo.
Desde este espacio advertimos a AMLO y a Peña Nieto, desde hace años, que México tenía que controlar los flujos de indocumentados ante los obstáculos mayores que interponía Estados Unidos para ingresar a su territorio, y que los migrantes permanecían en las ciudades fronterizas complicando fuertemente la vida a los lugareños. No es accidental que durante décadas hayan sido las ciudades más violentas, donde florecieron los peores vicios y crímenes.
Nada hicieron las autoridades ante las oportunas llamadas de atención, emitidas desde este espacio en el sentido de controlar la migración irregular; por corruptas y por no enfrentar la oposición demagógica de quienes sin arriesgar su zona de confort votan a favor del cruce indiscriminado, amparados en leyes de otros tiempos –cuando era justificado promover los desplazamientos humanos por razones económicas o de otra índole— y enarbolando supuestos derechos humanos establecidos a conveniencia de la buena imagen pública que genera erigirse como defensor de seres abandonados a su suerte, como si invadir territorios fuera un derecho natural.
Que expliquen los que defienden tal posición –contra los intereses de las mayorías de México— en qué piedra jurásica se encuentran grabados esos supuestos derechos y quien los estableció y en qué calidad. Desde los tiempos más remotos y cuando las tribus se volvieron sedentarias también se volvieron territoriales y defendieron sus cuevas y sus espacios, con la vida.
La realidad de hoy otorga razón a quienes señalamos en su oportunidad que era pertinente un cambio en la política nacional respecto de regular los flujos migratorios bajo la nueva realidad global o regional. Y nos da la razón porque analizamos con objetividad, sin apasionamientos ni ideologismos baratos a la mano de cualquier demagogo, ubicándonos en las circunstancias de nuestro tiempo, no de leyes que se hicieron hace cincuenta o treinta años obedeciendo a las necesidades o presiones de entonces, y el mundo ya cambió bastante.
Preguntas de urgente respuesta
Ante la gran magnitud y complicación de esta crisis migratoria que enfrenta la región de centro y Norteamérica, en la que México es el centro y posiblemente la parte más afectada, es necesario llamar a las partes a pensar objetivamente y a encontrar propuestas, justificaciones que apunten hacia el desenvolvimiento normal de toda sociedad.
Diversas autoridades han mencionado que el tráfico de migrantes es un negocio que llega a los seis mil millones de dólares en la región de Norteamérica, otras hablan de cifras mayores.
El hecho incontrovertible es que hay gente dispuesta a pagar varios dígitos por cruzar fronteras, sin los correspondientes permisos.
Alrededor de esta floreciente industria operan personas que para algunas autoridades pueden clasificar como delincuentes, traficantes que obtienen cifras importantes por sus servicios, y los beneficiados pueden verlos de algún modo incluso como benefactores.
El hecho es que estos traficantes o benefactores de las migraciones irregulares cuentan con leyes a veces laxas o promotoras de su actividad, como es el caso de México, cuya Constitución establece que toda persona tiene derecho al libre tránsito por el territorio nacional y que nadie puede ser privado de la libertad por ese hecho.
También llama la atención que alrededor de estas migraciones sin documentos ha florecido toda una actividad de promotores y defensores de los migrantes, como voluntarios o como dependientes de ingresos económicos.
Aquí vienen las preguntas obligadas, que AMLO podría ordenar que se respondan y que se transparente todo ese sector. ¿Cuántas asociaciones civiles y ONG se dedican a esa promoción y defensa de migrantes? ¿De dónde obtienen los recursos económicos para su funcionamiento? ¿Quiénes son los donantes físicos y morales? ¿Operan con rendición de cuentas a las autoridades hacendarias o de otra índole? ¿De qué países son o con qué nexos cuentan tales asociaciones y donantes?
Desde hace décadas somos testigos de que personas físicas y morales salen al paso de los migrantes y les dan alimentos, cobijas, albergue, incluso atención medica, todo gratuitamente, por no decir que altruistamente. ¿A qué obedece tal motivación, tan recurrente y a veces sistemática? Es preferible ser catalogado como mal pensado a quedar como ingenuos y colaboracionistas involuntarios y silenciosos de una actividad que en su ángulo negativo es reprobable, sin considerar que en no pocas veces los beneficiarios de las ayudas son personas de antecedentes delictivos.
Todo esto viene a cuento porque es tal su activismo y su empeño que es razonable preguntarse si las motiva la pura intención altruista u obedecen a otros intereses, puesto que quizás sin proponérselo ayudan o sirven a los traficantes, beneficiaros sin escrúpulos o simples negociantes de las necesidades humanas que impelen al migrante a abandonar sus lugares de origen, no pocas veces sin fuerte dolor. Al exigir a las autoridades permitir el libre tránsito de toda persona, los primeros beneficiarios son los mercaderes de humanos y los traficantes. El asunto es muy serio para que actúen con ingenuidad o deliberadamente a favor de esos obscuros intereses.
Nadie debiera alarmarse ante el flujo irregular, ocasional, de personas o grupos humanos, por razones varias, justificables desde los altos valores universalmente aceptados, pero cuando esos desplazamientos humanos se tornan multitudinarios, ahí las alarmas tienen que mover a las autoridades y a las conciencias, de todos, en el sentido más razonable objetivamente hablando.
La crisis más allá de Trump y AMLO
HAY QUE DECIRLO, y que les quede muy claro a las autoridades mexicanas: muy independientemente de Trump y sus motivaciones políticas, el gobierno de AMLO tiene que regular, ahora sí con rigor, el tránsito de migrantes, no sólo por cuestiones de seguridad, que ya es mucho decir, sino porque su arribo multitudinario es imposible de sostener sin que cauce fuertes complicaciones a los municipios más afectados. Y algo seguro es que en USA el gobierno les negará una estancia legal.
Y ya queremos ver, los que pensamos en las inconveniencias del fenómeno —sin sentimentalismos en este caso peligrosos—, a todos aquellos activistas y simpatizantes que con su propio dinero ayuden a los desplazados, y que no comprometan los recursos públicos nacionales.
Ya expresamos en este espacio que a los migrantes hay que tratar de ayudarlos –con excepciones— en sus propios países, mediante esfuerzos coordinados y multilaterales.
El tráfico de migrantes no puede seguir siendo aprovechado por nadie, en ningún sentido ilegítimo, ni para ganar votos a favor o en contra, y menos por dinero. Tampoco podemos seguir de rehenes del viejo argumento de que si no respetamos ni acogemos a los indocumentados en México, no podemos exigir lo mismo para nuestros paisanos en Estados Unidos. Esto involucra otros factores explicativos y atenuantes.
Para quienes coincidimos en este planteamiento de oposición a la vieja política de puertas abiertas, resulta riesgoso y puede exponernos a la incomprensión y a ser catalogados como faltos de sensibilidad ante la situación precaria de otros en tránsito necesario.
Pero no es una oposición ciega, sino un exhorto a que las autoridades regulen los ingresos trasnacionales y que se acuerden por convenios de las partes para que nadie sea ilegal en ningún país y cuente con derechos mínimos.
Pareciera difícil o utópico, pero más irracional es persistir en la coyuntura actual, que sólo obedece a intereses políticos o económicos, religiosos o criminales.
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