Edición 405 |
Independientemente de la histeria antichina del grupo que impuso las respuestas ‎polÃticas, falsamente sanitarias, adoptadas en Occidente ante la epidemia de Covid-19, ‎esta última ha puesto de relieve el hecho que las naciones occidentales dependen de los productos de ‎la industria china.
Nueva estrategia
antichina de Washington
Thierry Meyssan
DESPUÉS DE HABER comprobado esa dependencia, la administración ‎Trump ha pasado del deseo de reequilibrar los intercambios comerciales a una lógica de ‎enfrentamiento militar, aunque sin llegar a recurrir a la guerra. Acaba de comenzar ‎oficialmente la campaña de sabotaje contra las llamadas «rutas de la seda». ‎
UNA DE LAS consecuencias de esta epidemia de coronavirus es que Occidente acabar de darse ‎cuenta de lo mucho que depende de las capacidades industriales de China. Europeos y ‎estadounidenses comprobaron repentinamente que no tenÃan cómo fabricar los millones de ‎mascarillas quirúrgicas cuyo uso querÃan imponer a toda la población.
Y tuvieron que ir a ‎comprarlas en China, donde a menudo llegaron a luchar entre sà en los aeropuertos, tratando de ‎birlar a sus “aliados†algún lote de las preciadas mascarillas quirúrgicas chinas. ‎
En ese contexto de “sálvese quien pueda†generalizado, el liderazgo de Estados Unidos a la ‎cabeza de Occidente dejó tener de sentido. Es por esa razón que Washington ha decidido ‎renunciar a su anterior intención de reequilibrar las relaciones comerciales con China para pasar a ‎oponerse al establecimiento de las llamadas «rutas de la seda» y ayudar los europeos a ‎relocalizar parte de sus industrias. ‎
Esto podrÃa ser un viraje decisivo: el cese parcial del proceso de globalización iniciado con la ‎desaparición de la Unión Soviética. Pero, ¡cuidado! No se trata de una decisión económica de ‎cuestionamiento de los principios del libre intercambio, sino de una estrategia geopolÃtica ‎tendiente a sabotear las ambiciones chinas. ‎
Campaña anti 5G
EL PRELUDIO de ese cambio de estrategia fue la campaña, no sólo económica sino también polÃtica ‎y militar, contra el gigante chino Huawei. Estados Unidos y la OTAN dijeron temer que si Huawei ‎obtenÃa acceso a los contratos públicos occidentales para la instalación de la tecnologÃa 5G, ‎el ejército chino podrÃa interceptar las comunicaciones que pasarÃan por esos canales. ‎En realidad sabÃan que si China obtiene esos contratos, será el único paÃs técnicamente capaz de ‎pasar a la etapa siguiente [1].‎
No es que la administración Trump se haya dejado ganar por las ridÃculas fobias del grupo ‎Amanecer Rojo [2], cuya obsesión antichina viene de su visceral ‎anticomunismo, sino que ha tomado conciencia de los gigantescos progresos militares de China. ‎Claro, el presupuesto del Ejército Popular de Liberación es risible en comparación con ‎el presupuesto de las fuerzas armadas de Estados Unidos, pero es precisamente la estrategia ‎china de ahorro en el sector militar y los progresos técnicos chinos lo que hoy permite a ‎los militares chinos desafiar al leviatán estadounidense. ‎
Al término de la Primera Guerra Mundial, los polÃticos chinos del Kuomintang y del Partido ‎Comunista emprendieron juntos la tarea de reunificar su paÃs y sacarlo del largo siglo de ‎humillación colonial que habÃa vivido. Un lÃder del Kuomintang, Chang Kai-chek, trató de acabar ‎con el Partido Comunista, pero fue derrotado y tuvo que exilarse en Taiwán. Mao Zedong siguió ‎adelante con el sueño nacionalista, mientras orientaba el Partido Comunista hacia una ‎transformación social del paÃs. Pero su objetivo siguió siendo ante todo de carácter nacionalista, ‎como quedó demostrado en 1969 con el conflicto sino-ruso por la isla de ‎ Zhenbao. ‎
En los años 1980, el almirante Liu Huaqing –quien reprimió en 1989 el intento de golpe de Estado ‎de Zhao Ziyang durante los acontecimientos de la plaza Tiananmén– concibió una estrategia para ‎mantener a los ejércitos estadounidenses fuera de la zona cultural china. La República Popular ‎China ha venido aplicando pacientemente esa polÃtica desde hace 40 años. Sin provocar guerras, ‎PekÃn ha extendido su soberanÃa en el Mar de China e impone lÃmites a la marina de guerra de ‎Estados Unidos. No está lejos el dÃa en que los navÃos de guerra estadounidenses tendrán que ‎retirarse de esa región, dejando asà vÃa libre a la recuperación de Taiwán por parte de China. ‎
Uso de clase obrera china
Después de la disolución de la URSS, el entonces presidente George Bush padre consideró que ‎Estados Unidos ya no tenÃa rival en el mundo y que habÃa llegado el momento de hacer dinero. ‎Desmovilizó un millón de soldados estadounidenses y abrió el camino a la globalización financiera. ‎Las transnacionales estadounidenses trasladaron sus cadenas de producción a China, donde sus ‎productos comenzaron a ser fabricados por innumerables obreros chinos, con menor formación pero que ‎cobraban 20 veces menos que los obreros estadounidenses. Poco a poco, casi todos los bienes ‎de consumo que compran los estadounidenses se importaban de China. La clase media ‎estadounidense se depauperó mientras que China perfeccionaba la formación de sus propios ‎obreros y se enriquecÃa. Gracias al principio del libre intercambio, otros paÃses occidentales, y ‎finalmente del mundo entero, también comenzaron a trasladar su producción industrial hacia ‎China. Con el paso de los años, el Partido Comunista decidió establecer un equivalente moderno ‎de la antigua «Ruta de la Seda» y, en 2013, eligió a Xi Jinping para realizar ese proyecto. ‎Si llega a concretarse, China podrÃa llegar a tener en sus manos prácticamente el monopolio de la ‎producción industrial mundial. ‎
Al decidir sabotear las «rutas de la seda», el presidente Donald Trump trata de mantener ‎a China fuera de lo que Estados Unidos considera su propia zona cultural, como hace China ‎al mantener a Estados Unidos fuera de lo que PekÃn considera la zona cultural china. Washington ‎podrá contar para ello con sus «aliados», cuyas sociedades ya están prácticamente devastadas ‎por la competencia de los excelentes productos chinos a bajo precio.
Algunos de esos «aliados» ‎de Washington ya viven, a causa de esa situación, revueltas populares como la de los llamados ‎Chalecos Amarillos, en Francia. En tiempos de la antigua «Ruta de la Seda», China aportaba ‎a Europa productos completamente desconocidos en ese continente. En nuestra época, las ‎nuevas «rutas de la seda» llevan a Occidente productos similares a los que pueden fabricarse ‎en esa parte del mundo… pero mucho menos caros. ‎
La moderna ruta de la seda
Sin embargo, contrariamente a la creencia generalizada, China podrÃa renunciar a las nuevas ‎‎«rutas de la seda», por razones de geoestrategia y sin importar el monto de lo que ya ha ‎invertido. Ya lo hizo en el pasado. En el siglo XV, China proyectó abrir una “ruta de la seda†‎marÃtima, envió a Ãfrica y al Medio Oriente una formidable flota bajo las órdenes del almirante ‎Zheng He, «el eunuco de las tres joyas», pero finalmente renunció al proyecto, llegando incluso ‎a destruir su propia flota. ‎
El secretario de Estado Mike Pompeo viajó a Israel, en pleno periodo de confinamiento por el ‎Covid-19. Allà trató de convencer a los dos futuros primeros ministros —el colonialista judÃo ‎Benyamin Netanyahu y el nacionalista israelà Benny Gantz— para que pongan fin a las inversiones ‎chinas en Israel [3]. Las empresas chinas ya controlan la mitad del ‎sector agrÃcola israelà y en los próximos meses pasarÃan a garantizar el 90 por ciento de sus intercambios ‎comerciales. Mike Pompeo tratará de convencer también al presidente de Egipto, Abdel Fattah al-‎Sissi, ya que el Canal de Suez y los puertos israelÃes de Haifa y Ashdod serÃan las terminales de la ‎moderna «ruta de la seda» en el Mediterráneo.‎
Después de varios intentos, China, teniendo en cuenta la inestabilidad en Irak, Siria y TurquÃa, ‎ha renunciado abrir su nueva «ruta de la seda» a través de esos paÃses. Entre Washington y Moscú ‎existe un acuerdo tácito para mantener, en cualquier lugar de la frontera sirio-turca, un “bolsón†‎yihadista, como medio de convencer a China de que no es posible hacer inversiones en esa zona. ‎La intención de Moscú es asentar su alianza con PekÃn sobre «rutas de la seda» que pasarÃan ‎por territorio ruso, en vez de transitar por los paÃses occidentales. Ese es el proyecto de «Gran ‎Asociación Euroasiática» del presidente Vladimir Putin [4].‎
Aparece asà una y otra vez el mismo dilema, la llamada «trampa de TucÃdides»: ante el ascenso ‎de una nueva potencia (China), la potencia dominante (Estados Unidos) tiene la opción entre ‎hacerle la guerra (como sucedió entre Esparta y Atenas) o cederle espacio, lo cual equivale a ‎aceptar la división del mundo.
‎Fuente: https://www.voltairenet.org/article209926.html
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