¡HASTA PRONTO DON GABRIEL VARGAS!
Alberto Espinosa R.
- Se nos adelantó el mejor retratista del barrio mexicano y de la chilanguez.
- Su Familia Burrón es un legado de crítica y humor para todos.
- Seis décadas de un cómic netamente mexicano y capitalino.
Con la desaparición física del gran historietista hidalguense, Gabriel Vargas, se va todo un icono de la cultura popular, quien, afortunadamente, ha legado a México y en especial a la cultura chilanga el arte del cómic a la mexicana a través de su ya legendaria Familia Burrón. En efecto, don Gabriel ha tomado “el aeroplátano de propulsión a chorrillo”, como diría él, que le llevará a la eternidad, al “valle de las calacas” desde donde seguirá, sin duda alguna, siendo el artista observador y cábula que siempre fue en vida. Pero más que desearle que descanse en paz, le deseamos que siga gozando de esa sana alegría que supo retratar del modo de ser, de la esencia del mexicano del barrio bravo y despiporroso.
Siempre recordaremos y festinaremos sus personajes de historieta, esos seres caricaturescos con narices de jitomate, panzas de pulquero o cuerpos esmirriados; Vargas seguirá viviendo en su Borola Tacuche, mujer chimolera, bravucona, entrona pa’ los guamazos, chismosa, imaginativa, mitotera, locuela y a la vez buena madre y buena esposa de su fiel y decente marido peluquero Regino Burrón. Mucho se podría escribir y comentar de la obra artística de la historieta y los personajes surgidos de la prolífica imaginación de Vargas, sin embargo es mejor referirnos al tema en los términos y en las maneras en que este inolvidable caricaturista basó su obra: observando y viviendo en el barrio, alimentándose de ese sitio que bien puede ser Tepito, la Bondojo, Lagunilla, Peralvillo, Garibaldi, la Merced y tantos y tantos barrios que conforman la gran ciudad capital azteca.
A lo largo de su producción artística, este autor supo retratar, como muy pocos, el espíritu y las imágenes de esa sociedad compleja, febril y hasta surrealista que es la capitalina, la chilanga, entendido lo chilango, no como algo despectivo e instrumento contestatario de venganza de quienes siendo del resto del país se ofenden ante los calificativos de provincianos, sino como lo que es en realidad, ese mexicano descendiente de gentes del resto del país, que han creado una subcultura propia y rica por las múltiples aportaciones culturales de cada región del México de verdad).
Los personajes de Vargas, especialmente la familia Burrón, son el retrato fiel e íntimo de esa familia chilanga que vive, sufre y ama, desde hace muchas décadas en la ciudad de México; su creador, más que mero dibujante fue un psicólogo, un retratista y un cronista muy hábil de la cotidianeidad en lo que llamaba la capirucha (la capital). Y a sus divertidos dibujos, cuyas facha ya de por si movían a risa, aunó el lenguaje popular, esa mezcla entre caliche (caló), modismos provincianos y neologismos citadinos que son tan dinámicos como la sociedad que les acuña. Supo combinar junto a sus tramas de jodidos de barriada, las vidas de riquillos, clase alta y clasemedieros, logrando buenas historias cortas que hicieron las delicias de chicos y grandes durante varias generaciones.
Los nombres de sus personajes también movían a la risa: Borola Tacuche, Regino Burrón, Fóforo Cantarranas, Floro Tinoco “El Tractor”, Gamucita Pericocha, Avelino Pilongano, Alubia Salpicón, Boba Licona, Lucila Ballenato, etc. Y que decir de expresiones tomadas del viejo barrio tales como: irse a calacas, chupar faros, llenar la caja de los pambazos, la sin hueso, los de apipizca, el baúl de los ayocotes, la buchaca, hórrido, trompón, mamporro, mandarriazos y el inolvidable nombre de la cocina de doña Borola: “El laboratorio de los chimoles”. Gabriel Vargas supo tomar de la realidad cotidiana de la urbe, los personajes, las situaciones y las acciones para adecuarlas a sus personajes llenos de humor, a escenarios tan creíbles como chuscos y con ese toque crítico en torno a las grandes aglomeraciones, la delincuencia mañosa y desatada, a los policías corruptos, ineptos y casi analfabetos, a los albañiles empulgados, los adolescentes inquietos y relajientos, los escuicles latosos, las comadres chismosas, la gente mocha, los políticos demagogos, los fufurufos (ricos) con sus obsesiones y complejos de superioridad, los indígenas lampiños y greñudos pero matreros, las beatas santurronas, los chafiretes aplana cristianos y tantos personajes que tomaron vida a través de sus trazos y guiones. En suma, Gabriel Vargas es de esos grandes personajes nuestros que jamás morirán del imaginario colectivo, porque nunca los matará el olvido.
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