El jefe Diego
EDUARDO LOPEZ BETANCOURT
Conocí a Diego Fernández de Cevallos cuando cursamos la carrera en la Facultad de Derecho de la UNAM; sin duda, se distinguió por ser un estudiante de convicciones definidas, jamás ocultó su ideología; por el contrario, se sentía orgulloso de la misma. Como suele suceder en personajes de su talla, tenía seguidores y obviamente opositores; sin embargo, nadie puede negar que es vertical en su forma de pensar.
Desde sus inicios, Diego fue un crítico del sistema político imperante. Para él hubiera sido más fácil enrolarse en las filas priistas, en ellas el éxito le estaba garantizado pero. insisto, optó por el Partido Acción Nacional, donde a muy temprana edad inició su militancia. Usando como base el talento y sobre todo su valor, alcanzó los más altos niveles hasta convertirse en piedra angular del panismo.
El partido blanquiazul tuvo en Diego su parteaguas en materia cuantitativa; cuando el denominado “jefe” fue candidato del PAN a la presidencia, obtuvo una arrolladora votación; es más, hay quien asevera que en 1994 pudo haber sido presidente de México; no obstante, al final ganó supuestamente el tartufo Ernesto Zedillo, circunstancia que hoy bien sabemos, en lo absoluto fue benéfica para el país.
De Fernández de Cevallos siempre he recibido un trato cordial e invariablemente respetuoso; puedo decir, nos llevábamos bien a pesar de nuestras distintas opiniones sobre múltiples tópicos. En fechas recientes, cruce varios saludos con Diego, inclusive tomamos café en su casa de la calle de Virreyes, en especial centramos la charla sobre el drama que vive nuestra patria, donde la corrupción y el crimen han sentado sus reales. Como ya apunté, al margen de nuestros puntos de vista, algunas veces tan opuestos, estoy cierto, coincidíamos que México demanda y merece un mejor futuro.
Ante el condenable suceso que ha implicado la “desaparición” de Diego Fernández de Cevallos, lo único que me impulsa es hacerle saber, donde quiera que se encuentre, que debe tener la seguridad, su situación me causa, como sin duda a la gran mayoría de los mexicanos, consternación y profundo pesar; bajo ningún concepto es entendible no saber dónde y cómo está; tal hecho sólo patentiza la total e inaceptable anarquía que nos abate.
Formulamos votos para que Diego salga adelante, empero al hacerlo no debemos mantener una conducta pasiva; es imprescindible ser consciente, los antropoides que hoy dirigen los destinos de la nación azteca deben ser sustituidos. Constituye una vergüenza tener mandatarios inhábiles, saturados de vicios y con nulo patriotismo. Es claro, aún dentro de las diferencias ideológicas con Fernández de Cevallos, me une la convicción de que el Derecho debe imperar; se reclama una diversa visión y sobre todo un acendrado nacionalismo; pero por el momento, Diego debe regresar con los suyos sano y salvo.
Lo lamentable es que no hay alternativa, todos sin excepción estamos ante el riesgo de ser privados de la libertad, y aún peor, de la vida. Es nítida la incompetencia de los hombres que nos gobiernan, no importa de cuál de los tres niveles de gobierno sean, su trabajo es simplemente reprobable. Cual embarcación en naufragio, México se hunde cada vez más; por tanto, urge un viraje drástico para nulificar la afrentosa incapacidad de esos irresponsables dignatarios.
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