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Falta mucho para las elecciones del 2012, pero los principales ya alistan armas y organizan los que serán sus “estados mayores”; en un régimen democrático eso no sería nada raro, finalmente cada partido tiene no sólo el derecho sino la obligación de colocar a sus mejores militantes en los puestos de dirección y elegir de entre sus filas a quienes, bajo sus colores disputarán los cargos de elección popular en esas elecciones cruciales.
Hasta ahí todo sería normal, que PRI, PAN y PRD están en proceso de renovar sus respectivas dirigencias no debería llamar mayormente la atención de la opinión pública porque finalmente son procesos internos; lo que ya no resulta para nada normal ni mucho menos democrático es que en estos procesos estén ausentes las militancias de esas organizaciones partidarias.
Los principios programáticos, declaración de principios, programas y propuestas políticas de estos partidos son diferentes, incluso contrapuestas, de otra forma no se explicaría que existieran como entidades distintas; sin embargo, por lo que hasta ahora hemos visto no son diferentes en lo absoluto.
Renuevan sus órganos directivos para estar en las mejores condiciones de emprender un proceso de elección democrática y los tres lo hacen de la manera más antidemocrática posible. La militancia en esos institutos políticos no existe, las cúpulas partidarias se manejan como si fueran una especie de juntas de notables en las que sólo ellos tienen voz, voto y derecho a decidir quienes serán los que dirijan sus destinos en los próximos tres años.
Y ya hablaron los voceros de las respectivas cúpulas de “notables”, Peña Nieto dio el visto bueno de la cúpula priísta para el futuro ex gobernador de Coahuila Humberto Morerira, los panistas lo hicieron por boca de sus gobernadores en funciones por el senador Gustavo Madero, en el PRD le tocó el privilegio a Marcelo Ebrard hacerlo por ex gobernador de Michoacán Lázaro Cárdenas Batel.
Pareciera que ya todo está resuelto, pero apenas y están empezando los desfiguros partidarios, queda la dura tarea de repartir entre los distintos grupos de poder, las negociaciones no serán fáciles, se harán calladamente en algunos casos pero en otros las pugnas serán abiertas, las defecciones y brincos de un partido a otro no tardan en aparecer, las primeras señales se darán a principios del próximo año.
Los otros partidos, a los que algunos llaman la “chiquillada” y otros prefieren definirlos como “el relleno” no pintan gran cosa: El Panal es propiedad de Elba Esther, el Verde de la familia González, en el naranja sólo truenan los chicharrones de Dante Delgado, y en el del Trabajo Alberto Anaya mantiene su feudo.
Los primeros pataleos, para no perder la costumbre, se están dando en el PRD entre los llamados Chuchos y las huestes de López Obrador, darán que hablar más en poco tiempo, en los demás partidos será, quizá más callado, pero se darán en todos. Las elecciones del próximo año en el estado de México serán el detonante, los que han hecho de la política su única forma de vida, buscarán el mejor acomodo, aunque no sea en su partido, aunque se hagan protagonistas de, otro más, de los desfiguros partidarios.
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