A 97 AÑOS
Holocausto armenio, instrumento turco de conquista
SI BIEN EN NUESTRA ERA presiden la nómina de monarquías crueles, las de Inglaterra, Francia y España, dentro de sus propios territorios metropolitanos o coloniales; a las que en la pasada centuria se sumaron los demenciales regímenes expansionistas de Alemania, la Unión Soviética y los Estados Unidos, el primer cuarto del siglo XX está pautado por Turquía como remanente del Imperio Otomano (el Estado Nacionalista Turco), que puso su huella en la Historia Universal por la barbarie genocida que, iniciada contra 250 intelectuales, religiosos, profesionales y ciudadanos destacados, arrestados y deportados, culminó con la matanza de entre millón y medio y dos millones de armenios.
CUATRO DENOMINACIONES de esa sangrienta cacería -genocidio, gran calamidad, masacre u holocausto- apenas alcanzan a describir una tragedia que, acometida originalmente el 23 de abril de 1915 por los ministro del Interior Mehemet Taalat, y de Guerra, Amhed Jamal Basha al Safah, y concluida en 1923 por los llamados Jóvenes turcos del Comité Unión y Progreso, dejó en pálida estampa el saldo de víctimas de la Primer Guerra Mundial. Una especie de ensayo general tuvo como antecedente las desapariciones forzadas de más de 300 mil armenios ejecutadas Abdul Hamid II El sultán rojo, entre 1894 y 1897.
¿Qué servicios presta a Occidente Turquía que, a pesar o por ese sanguinario precedente, ha sido convertida en niña de los ojos de la Organización del Tratado del Atlántico (OTAN), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE)? Si en su momento fueron los de alcahuete en la Guerra Fría tripulada por los Estados Unidos, al arrancar el siglo XXI obviamente paga el plato de lentejas como agente activo de la ofensiva contra países vecinos, cuyos gobiernos resisten el proceso de neocolonización occidental, dictada por la avidez de recursos petroleros.
Ordogan, reencarnación otomana, tentado a repetor en Siria y Líbano, la matanza de cristianos
El asesino, fue el nombre de batalla que se le dio a Ahmed Jamal Basha al Safah, uno de los comandantes designados por el Comité Unión y Progreso para consumar el exterminio armenio. El alias, sin embargo, parece más bien un santo y seña del colectivo que se condensó en la Teshkilati Mahsusa, que armó a convictos, mercenarios y tropas irregulares puestas bajo el cuidado del médico Behaeddin Shakir para aniquilar impíamente a los nacidos para morir.
Estado sin conciencia ni remordimientos
La horrenda batida pudo darse bajo la coartada de la disidencia religiosa, habida cuenta la profesión de fe cristiana de las víctimas armenias. Pero el móvil apenas encubierto fue el rapaz despojo de los bienes de una comunidad distinguida por su desempeño productivo. Si el blanco principal eran los armenios, los exterminadores se llevaron entre las patas de los caballos a sirios y griegos del Ponto, incluidos en la “estrategia política nacionalista y de limpieza étnico-religiosa”, según confesión de los turcos y sus cajas de resonancia habilitados como historiadores.
La vesania del bestial Mehemet Talaat, por sus méritos ascendido de ministro del Interior a Gran Primer Ministro o Gran Vizir, se condensa en oficios firmados de su puño y letra (9 y 15 de septiembre de 1915) bajo este tenor: Todos los derechos de los armenios, a vivir y trabajar en suelo turco, han sido totalmente cancelados. Con respecto a esto, el gobierno toma toda su responsabilidad y ordena no hacer excepciones de ninguna especie, incluyendo criaturas recién nacidas.
“El gobierno, por orden del Consejo Supremo de los Jóvenes Turcos (Yemiet), ha decidido destruir completamente a todos los armenios que viven en Turquía. Aquellos que se opongan a acatar estas órdenes no podrán permanecer en las filas de oficiales del imperio. Debe ponerse fin a su existencia, cualesquiera sean los métodos sangrientos a tomar, sin reparar en sexos o escrúpulos de conciencia”.
Como si Adolfo Hitler resultara el discípulo más adelantado, y heredan su doctrina los nuevos mandarines europeos, los gobiernos que han sucedido a los Jóvenes turcos, al postular que un Estado no tiene conciencia, tampoco ha de tener remordimientos.
Detrás de toda riqueza, existe un crimen. Lo han dicho hasta los propios asesores áulicos para las encíclicas pontificias. Lo han dicho en ilusoria espera de rectificación. Pero los apetitos imperiales han tomado la oración por pasiva para tratar de legitimar el nuevo expolio global. El genocidio armenio es el signo de la hora un siglo después.
Hacia el Mar Mediterráneo se asoma la impune Turquía: El espectro del genocidio armenio recorre Grecia, Italia, España… madres de la cultura latina violadas por nuevos los ángeles exterminadores que imponen la ley del hierro de la plutocracia global. Por eso Turquía está perdonada por los que la tienen en la ONU.
Del pueblo de tus abuelos
Sólo quedó el recuerdo,
se borraron las sonrisas,
un millón y medio de sueños.
Se llevaron las vidas
de un millón y medio
de armenios…
Gustavo Sterczeck
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