Levantamiento contra el
Hermano Erdogan
por THIERRY MEYSSAN
LOS TURCOS NO ESTÁN PROTESTANDO contra el estilo autoritario de Recep
Tayyeb Erdogan sino en contra de su política, o sea contra la Hermandad
Musulmana, a la que Erdogan apadrina. No se trata de una revolución
de color en la plaza Taksim en contra de un proyecto inmobiliario sino de un
levantamiento en todo el país, de una verdadera revolución que está
cuestionando la «primavera árabe».
En una decena de días, la represión contra las manifestaciones anti-Erdogan ha dejado 3 muertos y más de 5 mil heridos.
La sublevación turca tiene sus raíces en la incoherencia del gobierno de Erdogan. Después de haberse presentado como un «demócratamusulmán» –al estilo de los «demócratacristianos»–, Erdogan mostró súbitamente su verdadero rostro al producirse las «revoluciones de colores» de la primavera árabe.
En materia
de política interna y exterior, puede verse un verdadero viraje que
permite hablar de un antes y un después. Antes, existió una técnica de
infiltración en las instituciones. Después vino el sectarismo. Antes, se
aplicaba la política de Ahmed Davutoglu de «cero problemas»
con los vecinos. El antiguo imperio otomano parecía salir de su
letargo y volver a la realidad. Después fue lo contrario: Turquía se enemistó
nuevamente con todos y cada uno de sus vecinos y se involucró en la guerra
contra Siria.
La Hermandad Musulmana
Tras ese
viraje está la Hermandad Musulmana, organización secreta a la que
siempre pertenecieron Erdogan y los miembros de su equipo, aunque siempre
lo niegan. Si bien ese viraje es posterior al de Qatar, padrino financiero de la Hermandad
Musulmana, su significado es exactamente el mismo: son regímenes
autoritarios, aparentemente antiisraelíes cuya profunda alianza con Tel Aviv
aparece súbitamente.
Reccep Tayyip Erdogan
Es
importante recordar aquí que la expresión «primavera árabe», surgida y
acuñada en Occidente, no es más que un engaño tendiente a hacernos creer
que los regímenes de Túnez y Egipto fueron derrocados por los pueblos.
Si bien es cierto que en Túnez hubo un levantamiento popular, también lo es que
su objetivo no era llegar a un cambio de régimen sino lograr una evolución
económico-social. No fue la gente que se lanzó a las calles sino
Estados Unidos quien ordenó a Zinedin el-Abidin Ben Ali y a Hosni Mubarak que
abandonaran el poder. Posteriormente, fue la OTAN la que derrocó a Muammar
el-Khadafi y provocó su linchamiento. Y ahora son nuevamente la OTAN y el
Consejo de Cooperación del Golfo quienes han alimentado la agresión contra
Siria.
En todo el
norte de África –con excepción de Argelia– la Hermandad Musulmana llegó al
poder gracias al respaldo de Hillary Clinton. Y en toda esa región, la
Hermandad Musulmana tiene a cargo de la comunicación una serie de consejeros
turcos, amablemente puestos a su disposición por el gobierno de Erdogan. Y en
cada uno de esos casos, la «democracia» no ha sido otra cosa que
una apariencia que ha permitido a la Hermandad Musulmana islamizar
la sociedad, a condición de que ella misma respalde el capitalismo
seudoliberal de Estados Unidos.
El término «islamizar»
no es una referencia a la realidad sino a la retórica de la Hermandad
Musulmana. Esa cofradía pretende controlar la vida privada de los individuos
basándose para ello en principios externos al Corán. Rechaza el papel de
la mujer en la sociedad e impone una vida de austeridad, sin alcohol, tabaco
ni sexo… al menos para los demás.
Durante una
decena de años, la Hermandad Musulmana optó por la discreción, dejando la
transformación de la enseñanza pública en manos de la secta de Fetullah Gulen, a la que pertenece el presidente de Turquía,
Abdulla Gul.
Aunque la
Hermandad Musulmana proclama a los cuatro vientos su odio por el American
Way of Life, el hecho es que opera bajo la protección de los anglosajones
(Gran Bretaña, Estados Unidos e Israel), que siempre han sabido utilizar
la violencia de dicha cofradía contra todo el que se resiste a los
designios imperiales. La hasta hace poco secretaria de Estado Hillary Clinton
tenía en su equipo de trabajo a su ex asistente personal, la señora Huma
Abedin –esposa del dimitente diputado sionista estadounidense Anthony Weiner. La madre de Huma Abedin, Saleha
Abedin, dirige la rama femenina mundial de la Hermandad Musulmana.
Es por esa vía que la señora Clinton azuzaba a la cofradía.
La Hermandad
Musulmana proporcionó la ideología de al-Qaeda a través de un miembro de
la cofradía: Ayman al-Zawahiri, organizador del asesinato del presidente egipcio Annuar el-Sadat y actual líder de esa organización
terrorista. Al-Zawahiry, al igual que Osama ben Laden, ha sido desde siempre un
agente de los servicios de inteligencia estadounidenses. A pesar de ser
presentado oficialmente como el enemigo público de Estados Unidos, el hecho es
que se reunía con mucha regularidad con los representantes de la CIA, en la
embajada de Estados Unidos en Bakú, desde 1997 hasta 2001, según el testimonio
de la ex traductora de la CIA Sibel Edmonds, en el marco de la operación «Gladio B» [1].
El asesinato del presidente egipcio Sadat.
Una dictadura paulatina
Durante su
estancia en la cárcel, Erdogan afirmó haber roto sus vínculos con la Hermandad
Musulmana y abandonó el partido de la cofradía. Logró ser electo y poco a
poco fue instaurando una dictadura. Arrestó y encarceló a dos tercios de los
generales turcos, acusándolos de haber participado en el Gladio, la red secreta de influencia estadounidense.
Bajo el régimen de Erdogan, Turquía se ha convertido en el país con
la mayor tasa mundial de encarcelamiento de periodistas, dato que la
prensa occidental ocultó hasta ahora, por tratarse de un país miembro de la
OTAN.
El ejército
turco siempre ha sido el guardián tradicional del laicismo kemalista. Y desde el 11 de septiembre de 2001, oficiales de
alto rango que veían con inquietud la deriva de Estados Unidos hacia el
totalitarismo, se pusieron en contacto con sus homólogos de Rusia y China.
Para erradicar con esa tendencia, varios jueces fueron utilizados entonces para
recordar a esos militares sus antecedentes proestadounidenses.
Como en toda
profesión, puede haber periodistas delincuentes. Pero si Turquía muestra el
promedio de encarcelamiento de periodistas más elevado del mundo es porque
existe una política sistemática de intimidación y represión. Con excepción del
canal Ululsal, la televisión turca se había convertido en un permanente
panegírico al régimen de Erdogan. Y la prensa escrita iba por el mismo camino.
«Cero problemas» con los vecinos
Igualmente
risible era la política exterior de Ahmed Davutoglu. Después de tratar de
resolver los problemas que el imperio otomano había dejado pendientes hace más
de un siglo, el profesor Davutoglu trató de utilizar al presidente
estadounidense Obama contra el primer ministro israelí Netanyahu organizando la
«Flotilla de la
Libertad» hacia Palestina [2]. Sin
embargo, menos de 2 meses después del acto israelí de piratería contra la
flotilla, el propio Davutoglu aceptaba la creación de una comisión
investigadora internacional encargada de enterrar el incidente y retomaba, por
debajo de la mesa, la cooperación con Tel Aviv.
Otro indicio
de la cooperación entre la Hermandad Musulmana y al-Qaeda: la cofradía embarcó
en el Marvi Marmara a Mahdu al-Hatari, el número 2 de al-Qaeda
en Libia y probable agente de los servicios británicos de
inteligencia [3].
Debacle económica
¿Cómo es
posible que Turquía echara a perder no sólo toda una década de esfuerzos
diplomáticos de restauración de sus relaciones internacionales sino incluso su
crecimiento económico? En marzo de 2011, Turquía participa en la operación de
la OTAN contra Libia, uno de sus principales socios económicos. Al terminar esa
guerra, Libia quedó destruida y Turquía perdió aquel mercado. Pero al mismo
tiempo, Ankara se lanzó en la guerra contra su vecino sirio, con el que acababa
de firmar un año antes un acuerdo de liberalización del comercio. El
resultado no se hizo esperar: el crecimiento, que había sido del 9,2% en 2010,
cayó en 2012 al 2,2% y sigue bajando [4].
Relaciones públicas
A Erdogan se
le subió a la cabeza la llegada de la Hermandad Musulmana al poder en el
norte de África. Al expresar abiertamente su ambición imperial otomana,
el primer ministro turco incomodó, para empezar, al público árabe.
Y luego se ganó la desconfianza de la mayoría de su pueblo.
Por un lado,
el gobierno turco financia Fetih 1453, largometraje que –con un
presupuesto faraónico para las posibilidades de Turquía– supuestamente
debía celebrar la conquista de Constantinopla, pero basado en un argumento
históricamente falso. Pero por otro lado trata de prohibir la serie
televisiva más célebre de todo el Medio Oriente –El harem del sultán– porque la verdad no ofrece
una imagen pacífica de los otomanos.
La verdadera razón de la sublevación
La prensa
occidental resalta, en el actual levantamiento, varios puntos que en realidad
son detalles: un proyecto inmobiliario en Estambul, la prohibición de la venta
nocturna de alcohol, declaraciones que alientan la natalidad. Todo eso existe,
pero no basta para provocar una revolución.
Al mostrar
su verdadero rostro, el régimen de Erdogan se separó de la población. Sólo una
minoría de los sunnitas puede identificarse hoy con el programa retrógrado e
hipócrita de la Hermandad Musulmana. Pero si bien el 50% de los turcos son
sunnitas, un 20% son alevíes (o sea, alauitas), otro 20% son kurdos y el 10%
restante pertenece a otras minorías. Las estadísticas muestran, por lo
tanto, que Erdogan no puede resistir ante la sublevación que su política ha
provocado.
Al derrocar
a Erdogan los turcos no resolverían únicamente su propio problema. También
pondrían fin a la guerra de Turquía contra Siria. He señalado varias veces
que ese conflicto se detendría si llegara a desaparecer uno de sus padrinos. Lo
cual sucederá pronto. Los turcos pondrían fin así a la expansión de la
Hermandad Musulmana. La caída de Erdogan sería el preludio de la de sus amigos,
desde Ghannouchi en Túnez hasta Morsi en Egipto. Es, en efecto, poco probable que
esos gobiernos artificiales, impuestos a través de elecciones “arregladas”,
logren sobrevivir a la caída de su poderoso padrino.
Red Voltaire | Beirut (Líbano) | 10 de junio de 2013
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