HONDURAS Y EL IMPERIO DE LA MUERTE
Bajo la
dictadura del cartel norteamericano de la droga OLLANTAY ITZAMNÁ*
Quienes
creyeron que la incertidumbre y la desintegración violenta a tope que vive
Honduras, acelerada por el golpe de Estado político militar del 2009, sería
resuelto mediante rituales político electorales, se equivocaron.
EN HONDURAS, después de aquel fatídico golpe de Estado (con la “complicidad silenciosa” del gobierno
norteamericano), ya se celebraron dos procesos electorales para el
restablecimiento de la institucionalidad democrática. Donde incluso, en el
segundo proceso, el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) participó,
aunque para ser defraudado.
Pero,
lejos de la democracia, la thanatocracia
(gobierno de la muerte) es la que rige en Honduras sembrando el miedo bajo la
consigna de: “encierro, o destierro, o entierro a todo opositor”.
La
comunidad internacional (incluida la
CELAC, OEA y UE) y el FNRP, que se oponían a la rústica
prepotencia de Roberto Michelleti, se dejaron endilgar por la sonrisa lerda de
Pepe Lobo, y aflojaron la resistencia a la dictadura de la muerte vigente en
Honduras.
Y,
allí están las consecuencias. La persecución, el terror y las masacres
colectivas arrecian en este país habitado por creciente cantidad de viudas y
huérfanos refugiados en las iglesias. Un país donde la Sra. Muerte,
personificada en la astuta mirada photoshop
de Juan Orlando Hernández, ya dictó su veredicto final: “Todo opositor tiene que andar confesado”.
La
dictadura de la muerte y la sangrienta desintegración social del país es
consecuencia del fracaso de la consolidación del Estado soberano. Y esta
condición de Estado fallido es consecuencia, a su vez, del momentáneo triunfo
caótico de la permanente intervención norteamericana de “baja intensidad”.
El
Sur (CELAC, UNASUR y ALBA) jamás debió dejarse engatusar por el Imperio
de la Muerte
(EEUU) que actuaba en la malsana sonrisa de Pepe Lobo. Ahora, la propuesta Sur
tiene que estar claro que Juan Orlando Hernández es el nuevo rostro del
desesperado Imperio herido de la muerte. Una amenaza no sólo para la
geopolítica centroamericana, sino para la CELAC y los proyectos de Vida emergentes.
EEUU
es el cartel de la droga más grande en la historia de Honduras
El
gobierno de los EEUU no quiere perder el control total del territorio hondureño
porque desde allí se garantiza el flujo dinámico regional y continental de la
industria del narcotráfico que inyecta ingentes cantidades de dólares frescos
al crítico sistema bancario norteamericano.
Sin
los dólares del narcotráfico, y sin las ganancias de la industria de las armas
que bajan hacia el Sur, la economía yanqui ya hubiese colapsado. Por eso,
ahora, el gobierno norteamericano, prácticamente se convirtió en el cartel del
narcotráfico más ubicuo y terrorífico en Honduras, que no admite competencia,
mucho menos oposición. Los carteles de Sinaloa y Los Zetas, quienes antes se
partían como queso el control del territorio hondureño, ahora, al parecer se
encuentran bajo el control de este cartel mayor.
Juan Orlando Hernández
Diluir
el Estado, espantar a la cooperación internacional y ONGs europeas y
canadienses, y escarmentar con asesinatos selectivos a activistas de la
resistencia tenía una finalidad. Ahora, es este territorio caótico y
sangriento, el cartel norteamericano controla casi la totalidad de las iglesias
(evangélicas y católica), no existe más cooperación internacional significativa
que USAID en todo el territorio nacional, el sistema electoral y judicial están
también controlados por dicho cartel.
Lo
que ocurrió con las fraudulentas elecciones nacionales pasadas, y la
subsiguiente unificación de los dos partidos políticos tradicionales para
mantenerse en el gobierno aparente en Honduras es una evidencia más de aquella
estrategia narcocriminal del Imperio de la muerte.
Si
usted aún duda de esta perversidad, de cómo un Imperio en apuros financieros
opera en puntos estratégicos como un cartel de la droga, vea lo que le pasó a
la insipiente fuerzas antidroga de Honduras que oficiosamente se atrevió a
derribar, en 2012, una narcoavioneta con destino hacia el Norte, sin
autorización de la DEA.
Ante
aquel acto desleal, el gobierno norteamericano retiró su radar antidrogas
instalado en la parte nororiente de Honduras y dejó ciego a la comedida Fuerza
Aérea de Honduras (FAH), y mandó destituir incluso al entonces jefe de la
FAH. En
Honduras, los narcomilitares recuperan las confiscadas narcoavionetas para
seguir operando.
Entrevista Presidente Pepe Lobo.
Hasta
hace poco, generalmente los carteles de la industria del narcotráfico operaban
con mediana disciplina y “orden”. Sin generar mayor caos sangriento en el
territorio. Amigables y paternalistas con los pobladores (construían escuelas,
iglesias y centros de salud, pagaban a maestros, pastores/curas y médicos).
Ahora, ante la fragmentación y multiplicación de los carteles, éstos pelean
violentamente por el control de los territorios.
Recurren
a la industria del secuestro y el sicariato.
Imponen impuestos altísimos a las diferentes actividades económicas locales. Utilizan incluso la mística y la
espiritualidad religiosa para someter y legitimarse en las comunidades.
Michoacán, México, manifiesta esta evolución de la narcoindustria fragmentaria.
¿Cómo
opera el cartel norteamericano en Honduras?
Pero,
el cartel norteamericano en Honduras actúa de manera inédita: impone a sus
secuaces como gobiernos nacionales. Define las leyes nacionales mediante sus
tramitadores en el Congreso Nacional. Financia y promueve el crecimiento de sus
iglesias con la finalidad de controlar la mente y la moral de hondureños/as.
Monopoliza las obras de caridad internacional mediante la USAID. Entrega lo
poco que queda de los bienes comunes del país a sus subalternos serviles
aglutinados en la
Consejo Hondureño de la Empresa Privada
(COHEP), palos blancos de consorcios multinacionales.
Todo,
con la finalidad de tener asegurado el control absoluto y directo del
estratégico territorio hondureño, inigualable pista de aterrizaje y
redistribuidor de la inimaginable cantidad de cargamento que fluye hacia el
Norte, y de las armas que bajan hacia el Sur.
El
pueblo hondureño, y la solidaria comunidad internacional, tiene que estar
consciente de esta mutación camaleónica del Imperio de la Muerte. Aquí la pelea no es por la democracia, ni contra el
comunismo. Es por el control total del territorio estratégico hondureño para
que la industria narcomilitar, libre de impedimentos siga inyectando divisas
frescas al debilitado sistema financiero yanqui. Por eso, todo movimiento
social o político que plantee la refundación del Estado soberano en Honduras
está sentenciado a ser aniquilado.
Ahora,
más que nunca, está claro que la lucha antidrogas norteamericano tenía por
objetivo convertir al gobierno norteamericano en el cartel de la droga más
grande la historia. Por eso los yanquis jamás vencieron ninguna guerra
antidrogas en ningún rincón del planeta. *Rebelión
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