INNUMERABLES MUERTOS, POBREZA, CORRUPCIÓN Y EL ASCENSO DE LOS TALIBANES
Lo que EE.UU. hizo a Afganistán PATRICK COCKBURN*
Hace
unos años, en Kabul, estaba escuchando a un portavoz de una organización del gobierno
afgano que me informaba prolongada, optimista y no muy convincentemente de los
logros de la institución para la que trabajaba.
La retirada será este 2014.
Para aliviar el aburrimiento, y
sin muchas esperanzas de obtener una respuesta interesante, le pregunté -con
una garantía de anonimato- qué beneficios había aportado a su pueblo el gobierno
afgano.
Sin
dudar, el portavoz respondió que era muy posible que los beneficios fueran muy
limitados “mientras nuestro país sea gobernado por gánsteres y señores de la
guerra”.
Aproximadamente
en esos días decidí que el principal problema en Afganistán no era la fuerza de
los talibanes, sino la debilidad del Gobierno. No importa cuántos soldados de la OTAN estén en el país porque
están allí en apoyo de un gobierno detestado por gran parte de la población.
Dondequiera que iba en la capital había señales de esto, incluso entre
gente próspera de la que podría esperarse que fuera el apoyo natural del statu quo. Salarios de hambre
Entrevisté
a un agente inmobiliario que no debería tener muchos motivos de queja ya que en
los 10 años siguientes a la caída de los talibanes en 2001 Kabul fue la ciudad
de más rápido crecimiento del mundo. Señaló a algunos trabajadores frente a la
ventana de su oficina diciendo que ganaban entre cuatro y seis dólares diarios
una ciudad en la cual el arriendo de una casa decente para sus familias
costaría mil dólares mensuales. Dijo: “Es
imposible que esta situación continúe sin una revolución”.
La droga, el mejor negocio para gobernantes corruptos
El
año 2014 ha
sido presentado hace tiempo como un año decisivo para Afganistán porque la
mayor parte de las tropas extranjeras que quedaban, 38 mil estadounidenses y
cinco mil 200 británicos, se retirarán del país antes de que termine. Las
predicciones de una fecha exacta para un hito histórico usualmente resultan ser
erróneas, pero en este caso la sabiduría convencional podría tener razón.
Ya
hay señales de un drástico cambio político, como el anuncio del gobierno afgano
de su intención de liberar a 72 prisioneros talibanes de la línea dura,
provocando furiosas protestas de Washington. Es probable que el motivo del
presidente Hamid Karzai sea conciliar a los dirigentes locales que quieren que
sus parientes salgan de la cárcel, porque Karzai necesita su apoyo en la
elección presidencial de abril, en la cual no puede participar por haber
gobernado dos períodos, aunque quiere determinar su sucesor. Pérdidas
Una
característica importante de esta retirada de tropas estadounidenses y
británicas es el poco interés que ha despertado en sus respetivos países,
aunque dos mil 806 soldados estadounidenses y 447 británicos han muerto desde
2001. El coste total de la guerra, la reconstrucción y la ayuda durante el
mismo período es de 641 mil 700 millones de dólares, según el Centro de
Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.
Por
supuesto, dinero gastado en Afganistán no significa gastado en ese país, pero
incluso considerando esto es extraordinario que, a pesar de las enormes sumas
gastadas, las cifras del gobierno afgano revelen que un 60 por ciento de los
niños están desnutridos y sólo un 27 por ciento de los afganos tiene acceso a
agua potable segura. Muchos sobreviven solo gracias a remesas de los parientes
que trabajan en el extranjero o mediante el narcotráfico, que representa cerca
de 15% del producto interno bruto afgano.
Las
cifras antes mencionadas provienen de un estudio condenatorio del resultado de
12 años de intervención internacional en Afganistán de Thomas Ruttig, de la Red de Análisis Afganistán en
Kabul.
Su
informe, sucinto y bien documentado, sobre dónde se encuentra Afganistán
actualmente subraya el hecho de que la intervención militar estadounidense y
británica ha terminado en un fracaso casi total. Los talibanes no han sido
aplastados, operan en todas partes del país y en provincias como Helmand están
listos para tomar el poder en cuanto partan las tropas estadounidenses y
británicas.
Incluso
con el respaldo de tropas extranjeras, el control del Gobierno afgano a menudo
termina a un par de kilómetros afuera de la capital del distrito. Los 30 mil
soldados estadounidenses adicionales enviados como parte de la
"oleada" de tropas en 2010-2011, que llevó a un total de 101 mil
en su despliegue máximo, han tenido poco impacto a largo plazo.
Soldados afganos entrenados y equipados por Occidente.
Todo
el fiasco afgano se discute con frecuencia en términos de tácticas militares,
mientras los motivos más importantes para el fracaso estadounidense y británico
son políticos y se remontan a las secuelas inmediatas del derrocamiento de los
talibanes en 2001. Hay que subrayar cuatro puntos sobre esa era
fundamental: entonces los talibanes no eran populares fuera de una pequeña
minoría de afganos, pero su derrota militar fue menos decisiva de lo que apareció
en los medios occidentales porque gran parte se había retirado o dispersado.
Los seguí por la carretera principal de Kabul a Ghazni y finalmente a Kandahar
y hubo pocos combates. Con las circunstancias políticas adecuadas, siempre
podrían resurgir. De igual importancia, la frontera de 2.400 kilómetros
entre Afganistán y Pakistán permaneció abierta, de modo que los talibanes
tuvieron refugios para descansar, entrenar y reabastecerse.
Que
resurgieran tan rápida y poderosamente después de 2006 fue el resultado de un
cuarto factor, es decir la naturaleza tóxica del nuevo régimen que emergió en
Kabul. Estaba compuesto de los mismos señores de la guerra y comandantes yihadistas cuya corrupción y violencia
había provocado la toma del poder por los talibanes, respaldados por Pakistán y
Arabia Saudí, en 1996. Dominaron el Parlamento, el poder judicial y los
servicios de seguridad.
“Los
que recibieron medios financieros de EE.UU. en 2001 para combatir a los
talibanes a menudo invirtieron en el narcotráfico”, escribe Thomas Ruttig, “y
partiendo de ahí, se apoderaron gradualmente de sectores lícitos de la economía
como el negocio de importación-exportación, la construcción y los sectores
de bienes raíces, bancario y la minería”.
Un pueblo pobre y descontento.
Se
tragaron la ayuda extranjera, y por lo tanto en 2013 Afganistán se encontró al
final de los 177 países (junto a Somalia y Corea del Norte) en la liga de
Transparency International de percepción de corrupción de empresarios. La nueva elite
La
nueva elite post-talibanes se caracterizó por una mezcla letal de un sistema de
señores de la guerra e islam yihadista.
Un periodista llamado Mir Hossein Musawi acuñó el término “fascismo sagrado”
para describir la mezcla de las dos cosas en un artículo en la prensa en Kabul
en 2003. Fue rápidamente obligado a huir del país acusado de insultar al islam.
Las
elecciones son ahora tan fraudulentas que despojan de legitimidad a a los
vencedores. La elección de abril de 2014 probablemente será peor que cualquiera
anterior, con 20,7 tarjetas de votantes distribuidas en un país en el cual la
mitad de la población de 27 millones no llega a la edad de votar, 18 años.
Instituciones independientes de monitoreo de la elección han sido reemplazadas
y son actualmente controladas por el Gobierno.
Frente
a estos múltiples desastres los dirigentes occidentales simplemente ignoran la
realidad afgana y se refugian en un sesgo que no está lejos de las mentiras
deliberadas. Durante una visita a la provincia Helmand en diciembre pasado
David Cameron afirmó que se había establecido un nivel básico de seguridad de
modo que tropas las británicas pudieran justamente afirmar que su misión estaba
cumplida.
Nadie
en Afganistán cree esto. Pero la partida de las tropas extranjeras no
significa necesariamente el triunfo de los talibanes, que forman un movimiento
pastún que tendrá gran dificultad para establecerse en áreas dominadas por
otras etnias como los tayikos, hazara y uzbecos. Muchos afganos temen una
suerte peor y creen que 2014 presenciará el comienzo de una vuelta a la era de
salvaje y anárquica crueldad en los años 90, cuando las bandas armadas
yihadistas gobernaban Afganistán.
PATRICK COCKBURN es autor de Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the
Struggle for Iraq. Cockburn acaba de obtener el Editorial Intelligence
Comment Award 2013 for Foreign Commentator of the Year. *CounterPunch Traducido para Rebelión
por Germán Leyens
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