México: claroscuros del TLCAN*
Firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por (de pie) los presidentes de México, Carlos Salinas; de Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro de Canadá, Brian Mulroney, el 7 octubre de 1992 en San Antonio, TexasFoto Los Pinos
Cuando
el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor en
enero de 1994, trajo la promesa de mayor prosperidad y mejor futuro económico
para México. Si bien la inversión extranjera directa (IED) y las exportaciones
de productos como aparatos electrónicos y otras manufacturas han tenido un
tremendo incremento en las dos décadas transcurridas desde entonces, la
productividad general y el ingreso per cápita se han mantenido más o menos
iguales. Esto
apunta a una evaluación divergente de los primeros 20 años de existencia del
tratado y de su impacto en la competitividad de México a largo plazo.
Firmado
en 1992 por los entonces presidentes George W. Bush, de Estados Unidos (1989-93),
Carlos Salinas de Gortari, de México (1988-94) y el primer ministro canadiense
de la época, Brian Mulroney (1984-93), el TLC fue pionero en varias formas. Fue
el primer acuerdo amplio de libre comercio entre países avanzados y una
economía en desarrollo. También
creó la zona de libre comercio más grande del planeta en términos de PIB total
y la segunda en volumen total de comercio. Por último, dio a México una
posición de avanzada para entrar en el muy buscado mercado de consumidores de
Estados Unidos y secundar la tendencia global hacia la integración regional. Ganadores y
perdedores El
impacto estructural del tratado sobre la economía mexicana se sintió casi de
inmediato. El comercio del país como porcentaje del PIB tuvo un fuerte
incremento, de 27 por ciento del PIB en 1980 a casi 65 por ciento en 2000. Mientras el
valor total de las exportaciones mundiales creció 388 por ciento entre 1993 y
2012, el de exportaciones mexicanas creció 631 por ciento, según cálculos
basados en datos de la
Organización Mundial de Comercio (OMC). Un informe del
Congreso estadunidense en 2013 mostró que el comercio global entre ese país y
México creció 506 por ciento entre 1993 y 2012. Sin embargo, aunque el sector
manufacturero de México se ha beneficiado, sobre todo a causa de los bajos
salarios, el sector agrícola se ha visto diezmado por la exposición sin
protección a los subsidios agrícolas de Estados Unidos y Canadá.
John
Audley, ex director del proyecto Carnegie de Comercio, Equidad y Desarrollo,
encontró que un crecimiento sin precedente en comercio, que elevó la
productividad, y un salto en la
IED condujeron a un incremento de 500 mil empleos en las
manufacturas de 1994 a
2002. En
contraste, el sector agrícola, que ocupa a casi uno de cada cinco trabajadores
mexicanos, perdió 1.3 millones de
empleos entre 1994 y 2004. Esto bien podría haber sido parte de una
tendencia más general de transferencias de capital humano a sectores de mayor
productividad, efecto común de la liberalización del mercado y la industrialización;
pero de todos modos es impactante y puede atribuirse en parte a la incapacidad
del sector agrícola local para competir contra el flujo masivo de productos
baratos del exterior, sobre todo de Estados Unidos. Las
importaciones agrícolas, incluidas las de maíz, trigo y carne, deprimieron los
precios de los productores mexicanos debajo de los costos de producción. Esto
los sacó del mercado y obligó al país a importar más y más productos. Hoy día México importa 42 por ciento de los
bienes agrícolas que necesita. En particular, las exportaciones de maíz de
Estados Unidos se elevaron cuatro veces en las dos décadas pasadas y los
precios cayeron casi 20 por ciento por efecto de los subsidios del gobierno
estadunidense. El
trigo, el arroz y la soya mostraron en México situaciones similares de
incrementos de importaciones y caídas de precios. En otras palabras, si bien la
liberalización comercial mejoró la eficiencia de muchos sectores industriales
mexicanos, la economía del país no se benefició en forma proporcional. Productividad,
crecimiento y competitividad Ya
desde 2002, investigadores encontraron indicios de que si bien el ritmo de la
convergencia de productividad entre los participantes del TLCAN se aceleró en
el periodo posterior a la firma, las distancias institucionales habían evitado
la convergencia de niveles de ingreso entre México y sus dos socios. Además, en
los 10 años pasados el descenso de la importancia relativa de México como socio
comercial de Estados Unidos exacerbó la incapacidad del primero de lograr los
niveles de ingreso de los otros dos.
En consecuencia, el
crecimiento económico de México no ha mostrado los resultados que muchos
esperaban en los 20 años del TLCAN. Durante ese tiempo el país ha experimentado
dos grandes contracciones económicas (en 1995 y 2009) y un decepcionante
crecimiento anual promedio de 2.6 por ciento. El PIB per cápita creció apenas
1.7 por ciento en promedio entre 1994 y 2013. México
no ha logrado profundizar el efecto multiplicador de sus sectores exportadores,
con poca participación de pequeñas y medianas empresas locales y sectores
conexos en la producción para la exportación y las cadenas de valor. En
consecuencia, existe en el sector comercio un significativo nivel de
dependencia en las importaciones de bienes intermedios. Por
ejemplo, 73 por ciento de sus exportaciones en 1994 estaban compuestas de
partes importadas, número que se había elevado a 75 por ciento en 2013. Por
último, aun dentro del sector manufacturero, la liberalización comercial no
tuvo los efectos distributivos en riqueza y generación de ingreso que se
atribuyen al incremento de la competencia. La
concentración de exportaciones también se ha mantenido en los 20 años pasados:
en 1993, 367 compañías (de un total de 21 mil 400) exportaron 72.6 por ciento
del valor total, mientras en 2012, 361 empresas (de 35 mil 700) tenían una
concentración casi idéntica de exportaciones, 73.3 por ciento. Los próximos 20
años Con
una posición geográfica estratégica y acuerdos comerciales con más de 40
países, la competitividad de México en bienes de exportación es esencial para
la salud económica del país.
El
comercio con Estados Unidos y Canadá seguirá siendo sin duda una de las grandes
oportunidades que tiene para prosperar. Además, la región norteamericana podría
fácilmente volverse uno de los dinamos energéticos del planeta, así como centro
tecnológico, manufacturero y logístico. La
visión de una zona económica norteamericana más fuerte, dinámica e innovadora
sigue sobre la mesa. Las próximas dos décadas podrían hacer realidad esa
visión, también con el apoyo de la amplia agenda de reformas aprobadas en
México en 2013, que deben atender muchas de las desventajas del país en
competitividad (incluidos los bajos niveles de educación y de competencia en
sectores claves) y colocarlo en mejor posición para aprovechar los beneficios y
enfrentar los desafíos del libre comercio con sus vecinos y más allá.
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Economist Intelligence Unit En
asociación con Infoestratégica www.infoestrategica.com Traducción
de textos: Jorge Anaya
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