Fracasos del México neoliberal itamita:
TLCAN, ALCA, PPP
Manifestación contra el TLCAN en Paseo de la Reforma, frente a la embajada de Estados Unidos, el 14 de noviembre de 1993 Foto
Robert
Pastor (yerno del poderoso ex secretario del Pentágono y ex presidente del
Banco Mundial Robert McNamara), fallecido recientemente a los casi 67 años, no
pudo ver concretada la
Comunidad de Norteamérica -en colaboración con Pedro Aspe y
el venezolano-israelí Andrés Rozental Gutman (ver Bajo la Lupa,
8/1/14)-, de la que fue uno de los teóricos junto a Bob Zoellick (a quien le
correspondió la formulación del TLCAN, ver Bajo
la Lupa,
15/12/13). No haremos leña de
los árboles caídos del ALCA -fallido proyecto bushiano impulsado por el ayer panista y hoy neopriista Fox y que
fue enterrado humillantemente en Mar del Plata por los mandatarios
latinoamericanos durante la
Cumbre de las Américas de la OEA (http://www.voltairenet.org/article130689.html)-
ni del ridículo Plan Puebla Panamá (PPP): Otro fracaso sonoro de la dupla
panista Fox/Calderón y excrecencia mesoamericana del fallido ALCA mediante la
grotesca doctrina (¡supersic!) Castañeda, instrumento regional de
Estados Unidos.
Fracasos neoliberales
van y vienen en una generación con otros dos alucinantes proyectos fallidos:
ASPAN -Alianza Para la
Seguridad (sic) y la Prosperidad (sic) de América del Norte- bautizada
por el locuaz Fox como el TLCAN-plus
(como si fuera marca de refresco), que no le aportó seguridad ni prosperidad al
“México neoliberal itamita”,
fábrica masiva de miserables, ya no se diga el calderonista Plan
Mérida, sosia del Plan Colombia, cuya eficiencia es desmentida por la
inseguridad generalizada. Le queda al “México
neoliberal itamita” el
esqueleto del TLCAN, el cual, 20 años después, es condenado aun por los
empresarios mexicanos a quienes supuestamente debió haber beneficiado. Fuera
del parasitario sector automotriz, que ha servido de outsourcing con una
regalada mano de obra calificada para beneficio de las automotrices de Estados
Unidos -carente de transferencia de tecnología, por lo que México no puede
crear aún automóviles propios-, todo el resto de la economía mexicana ha sido
una calamidad en todos los rubros de la actividad humana, que llegó hasta la
expulsión obligada de alrededor de 30 millones de mexicanos -verdaderos
refugiados económicos quienes, como sus similares refugiados políticos, buscan
la libertad económica fuera del país que se las niega- al otro lado de la
frontera para ser humillados. Más allá de la
archisabida hecatombe del campo mexicano, cuando México en forma burlesca ha
sido obligado a importar maíz (símbolo de la maravillosa leyenda del Popol Vuh: el maíz encarnado en hombre
para alimentar a la humanidad), blanquillos y hasta frijoles (parte sustancial
de la canasta básica).
Vicente Fox Quesada.
Se ha sepultado la
soberanía alimentaria y el “México neoliberal itamita” es más dependiente de la
superpotencia agrícola de Estados Unidos y sus poderosas trasnacionales de
transgénicos ( v. gr. Monsanto), que colocarán el último
clavo en el féretro del campo mediante la inminente reforma agraria de Peña/Videgaray
para profundizar aún más el cataclísmico neoliberalismo
financierista/monetarista que siguen experimentando en los cementerios desde
hace 32 años con Miguel de la
Madrid. Poco se ha evaluado
en la absorción de México a Norteamérica
-cuyo primer paso fue el mercantilista TLCAN, seguido por la encubierta
seguridad norteamericana de la
ASPAN/Plan Mérida bajo la batuta de
Estados Unidos, hasta la suicida reforma energética Peña/Videgaray/Aspe- la
letal entrega de la banca nacional que esclaviza el “México neoliberal itamita” al control
financierista/monetarista/centralbanquista de Wall Street y la City. De todos los graves
errores cometidos por los últimos seis presidentes, el peor ha sido el
demencial desmantelamiento casi total de la banca en beneficio de las
trasnacionales anglosajonas -la banca
española es controlada por la banca inglesa: su caballo de Troya de penetración a Iberoamérica-, porque catalizó el
suicidio energético. Mucho más grave: La
desnacionalización financiera (desmantelamiento de los bancos y las
aseguradoras) se gestó en el seno de la desregulada globalización
financierista/monetarista bajo el control de la dupla anglosajona de Wall
Street y la City:
segundo y tercer lugar respectivamente frente a un patético lugar 43 de México
(detrás de Chile: 29; Brasil: 32; Panamá: 36; Perú: 41), según el índice de
desarrollo financiero del Foro Económico Mundial de Davos (http://www.weforum.org/issues/financial-development). La tragedia del TLCAN
no es nada novedosa ni requiere jeremiadas de alquiler cuando desde 2004
(léase: hace 10 años) nada menos que National Bureau of Economic Research
(NBER), conglomerado de los mejores economistas de Estados Unidos que dictaminan
la recesión, había sentenciado que el TLCAN había sido un desempeño menos que
estelar para México (http://www.nber.org/papers/w10289).
Robert Mc Namara.
En síntesis: El
reporte clásico de NBER constata que de los tres miembros del TLCAN, el “México
neoliberal itamita” no
funcionó y aquí no se sabía. Se derrumbó así el
mito medieval neoliberal del siglo XIX del supuesto axioma de la ventaja
comparativa de David Ricardo, apostador consuetudinario que vivió con el
mercantilismo británico del siglo XIX y cuyas comparaciones no son vigentes en
la desregulada globalización financierista y menos ante la brecha y el
desacoplamiento tecnológicos entre dos países ultradesarrollados y
poderosamente financieros (Canadá y Estados Unidos) frente a un desvalido
“México neoliberal itamita” que
sólo obsequia hidrocarburos, minerales y mano de obra regalada local y de
exportación. Marc Lanthemann, del
centro texano-israelí Stratfor (7/1/14), comenta en forma caricaturesca que el
TLCAN benefició a la agricultura de Estados Unidos, pero resultó un experimento
(sic) económico decepcionante (¡supersic!) y que, 20 años después, sus
tendencias (¡supersic!) señalan un futuro (sic) comparativamente brillante
(¡supersic!) para la triada de Norteamérica (sic). A juicio de
Lanthemann, no importa tanto el TLCAN, que ha conducido a una lenta pero
inevitable integración económica, sino su poderoso imperativo geopolítico
(¡supersic!) que fusiona (sic) a los tres países en forma conjunta -a mi
juicio, con todos los recursos de México, pero sin indeseables mexicanos
alienados. Marc Lanthemann no
oculta que el aplastante (¡supersic!) beneficiario de las ventajas geográficas
ha sido, desde luego, Estados Unidos, cuyo ascenso meteórico como hegemón
global se debió también en gran medida a que ninguno de sus vecinos
(¡supersic!) representa una amenaza.
Felipe Calderón.
Lanthemann no comenta
que México ha sido el gran perdedor desde El Álamo, a quien le deja de migajas
abstractas el etéreo brillante futuro (¡supersic!) -que sepa Dios con qué se
come- con su nula I&D, tecnofobia, un patético ranking en la competitividad global (lugar
55) y ahora sin petróleo. Sobre el esqueleto
del TLCAN y la pléyade de alucinantes fracasos -ALCA, ASPAN, PPP y Plan
Mérida- proseguirá la integración militar y de seguridad de México
tanto al NorthCom/Norad como a la nueva punta de lanza de Estados Unidos contra
China: la ominosa Asociación Transpacífica. ¿A eso le llaman
brillante futuro? ¿No significa más bien el suicidio crónico de México? www.alfredojalife.com Twitter: @AlfredoJalife
Facebook: AlfredoJalife *La Jornada
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