El inversor –John Paulson-- que a contracorriente se jugó casi toda su fortuna a que el mercado inmobiliario en los Estados Unidos colapsaría, donó recientemente 400 millones a la Universidad de Harvard. Sé que esta suma servirá para financiar la ampliación de la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas.
A cambio de su noble gesto, la facultad llevará su nombre. Por otro lado, es la mayor donación que haya recibido este famoso centro universitario de Boston. Por otra parte, Paulson no atraviesa por una buena racha. Su fondo especulativo cerró en 2014 con pérdidas. Aun así, continúa siendo uno de los inversores más influyentes de Wall Street. Su fortuna personal asciende a 11.200 millones, según mis amigos de Forbes--México (Landucci y socios). Ahora se sumó a otras figuras de la economía global que donan parte de su patrimonio a su alma mater.
Es lo que hizo hace unas semanas el fundador de Blackstone, Stephen Schwarzman, con su donativo de 150 millones a Yale. No podemos olvidar a Bill y Melinda Gates por su tremenda labor filantrópica, así como en México también realiza una excelente labor Manuel Arango, y en España, el modisto Adolfo Domínguez. Pero continuando con estos temas económicos para apoyar a la cultura, Schwarzman donó también –hace dos años-- 100 millones al programa educativo para la formación de élites en la Universidad de Tsinghua en Pekín, que se ve como la alternativa asiática a la Rhodes Scholarship de Oxford. Por su parte, Drew Faust, presidente de Harvard (la institución a la que más acuden muchos políticos y empresarios mexicanos) confesó que “la donación de Paulson es extraordinaria”.
Y todo lo anterior no es porque este gran centro universitario tenga problemas económicos. Oiga usted esto: en sus arcas (no las de Rico McPato) acumula 36.400 millones de dólares (que podrían servir, bueno, una suma mínima) para otorgar becas a jóvenes de todos los países que, verdaderamente, desean estudiar.
Sin embargo, ¿necesita? 6.500 millones para modernizar sus instalaciones y poder seguir atrayendo a los mejores académicos del mundo hacia sus facultades. Esta donación, aclaró Faust, sirve para reforzar esa disciplina en el prestigioso centro de la Yve League. Por esa misma escuela de ingeniería (Heberto Castillo, ingeniero y político, qepd, la mencionaba constantemente) pasaron Steve Ballmer, exconsejero/delegado de Microsoft. La ingeniería, dice Paulson, es “la nueva frontera” en Harvard University. Su donación superó los 350 millones que Gerald Chan y su familia anunciaron en septiembre de 2014, para el centro de Boston, destinada a la Salud Pública. ¿Cuándo sucederá esto en México donde abundan algunos reyes Midas?
Felicitaciones a Rafael Olea Franco
Para los que aman la literatura excelente, acaba de aparecer un libro intitulado El legado de Borges, editado por Colmex/México. Rafael Olea Franco, académico y crítico, compiló 13 ensayos inéditos, de escritores mexicanos y extranjeros, sobre Jorge Luis Borges (al que nunca le importó que le otorgarán el Nobel; “no lo necesito”, nos dijo a Justo Molachino, quien no solo me presentó a Borges aquí en México, sino que también me editó mi primer libro Las Revelaciones de Castillo—Pesado), quien siempre sostuvo una relación con la novela, la cultura árabe, la literatura gauchesca, así como infinidad de trabajos de traductor y la extraña ausencia de bibliotecas en El Informe de Brodie (1970) son algunos de los temas que se entrelazan en El legado de Borges, brillante académico del Colegio de México. ¿Cómo olvidar sus títulos El Aleph, Ficciones, El Evangelio según San Marcos, La intrusa, etcétera?
Los ensayos que contiene el libro son El maestro y el discípulo (en el que se refiere a su maestro Rafael Cansinos Assens), Lector, de Antonio Cajero; Sin superposiciones y sin transparencia; La frase larga de El Aleph, de Daniel Balderston; El otro teólogo: Borges, la muerte de la novela y El Aleph; Una lectura de La muerte y la brújula en el contexto de Los mejores cuentos policiales, de Aníbal González. Nadie se acuerda que Borges, cuando tenía 10 años, publicó su traducción al castellano de El príncipe feliz, de Oscar Wilde.
Algunos dudan que lo haya escrito el pequeño Borges, pero esta precoz hazaña fue posible gracias a que su abuela paterna, Frances Haslam, nacida en Inglaterra, le enseñó inglés desde pequeño. Así comenzó la historia del monstruo literario más grande no sólo de Latinoamérica, sino también del mudo, porque su obra completa ya sido traducida en China y Japón. Felicitó a Rafael Olea Franco quien agregó que el pasado día 14, Borges fue recordado a 29 años de su fallecimiento. Y hasta la próxima, ¡abur!
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