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Edición 340
Escrito por Manuel Espino Barrientos   
Sábado, 19 de Diciembre de 2015 08:41

yihadistas

manuel

 

 

MANUEL 2

 

LA INSEGURIDAD Y LA VIOLENCIA que siguen escalando niveles de crueldad y barbarie, son el principal factor de riesgo para la gobernabilidad y la demo- cracia, para la economía y la estabilidad social en México, para su soberanía y seguridad nacional.

SON EL PRINCIPAL foco de tensión que han puesto en jaque a las instituciones y han propiciado una severa crisis política con perspectiva de agudizarse en este año 2015 en el que se redefinirá el rumbo político del país.

Es claro que no es un fenómeno espontáneo sino la consecuencia de un plan orquestado para provocar y manipular una reacción social que desestabilice al gobierno o lo exhiba como incompetente, que lleve a un Estado deficiente o fallido y tenga consecuencias, primero, en los procesos electorales de los próximos años.

Para revertir este fenómeno el gobierno mantiene un comportamiento político que le ha restado credibilidad y confianza ciudadana. Su estrategia de seguridad, soportada en los cuerpos de policiacos, en el ejército y en los órganos de inteligencia, es más de reacción que de anticipación. Está orientada principalmente a contener los efectos de brutalidad y a encontrar a los criminales, antes que ir a las causas. Su esfuerzo ha sido insuficiente, proclive a buscar en los cárteles del narcotráfico la explicación del expansivo escenario de confrontación e inseguridad, por lo que es preciso abrir el espectro de investigación y acción hacia otras probables causas de este lacerante problema, como el terrorismo islámico y sus posibles nexos con esas organizaciones.

Por el desconocimiento generalizado que del Islam existe en México, y para facilitar la comprensión de este documento, en él se destacan aspectos culturales y conceptos básicos de esta religión que no entiende de laicidad y que sí se imbrica con afanes políticos y posiciones ideológicas. Se distinguen sus corrientes doctrinales y expresiones extremistas; se aportan datos que dibujan el alcance de su despliegue en el mundo y sus métodos para lograr sus fines hegemónicos políticos y religiosos.

MANUEL 3Este diagnóstico pretende llamar la atención de organismos de la sociedad civil y sectores interesados en que se resuelva el fenómeno de la violencia, principalmente del gobierno federal para que no desestime la posibilidad de que el yihadismo terrorista pueda estar ya operando en territorio nacional en forma encubierta, estableciendo vínculos con grupos violentos y con movimientos que ofrecen algún punto de coincidencia con sus fines. O bien, que lo pueda hacer en cualquier momento.

Si el yihadismo no opera en México, el Estado debe saberlo con plena certeza y tomar medidas preventivas por si acaso. Si ya tiene presencia activa, con o sin vínculos entre los grupos antisistema o del crimen organizado, también debe saberlo y diagnosticarlo con precisión para que su acción sea eficaz frente al fenómeno de violencia que está minando la gobernabilidad en todo el territorio nacional.


El asedio terrorista a Occidente incluye a México

Por un lado, debe considerarse que el islamismo más radical es el que más ha crecido en los últimos años y ha desarrollado ramificaciones en todo el mundo, incluido México. Sucesos abominables como el reciente ataque a la revista Charlie Hebdo y el asesinato de 12 personas en Francia, advierten que ese islamismo extremista a ultranza hoy se erige como amenaza global y se manifiesta principalmente en el grupo insurgente yihadista que en abril de 2013 se declaró como Estado Islámico de Irak y el Levante (en alusión al Levante mediterráneo), conocido como “EI”, también como “IS” o “ISIS” por sus siglas en inglés.

Este emergente movimiento, de naturaleza sunní y antichií, que surgió de un desprendimiento de Al Qaeda —organización que fundó Osama Bin Laden— en poco tiempo se hizo poderoso y temible, convirtiéndose en una amenaza directa, a corto y largo plazo, para los países occidentales.

MANUEL 4Es liderado por Abu Bakr al–Baghdadi, quien el 29 de junio de 2014, con motivo del comienzo del Ramadan, se autoproclamó imán y califa de todos los musulmanes, con el firme propósito de conquistar Siria e Irak, foco del conflicto yihadista actual, y los países de El Levante, donde participan combatientes extranjeros reclutados y llevados desde Occidente, tanto de Europa como de América. El paso siguiente, explícitamente declarado, es su expansión al resto del mundo, lo que actualiza al islamismo como una amenaza para la humanidad.

En su desmedido afán de control, Abu Bakr al–Baghdadi decidió pasar por las armas a quienes no comulgan con su interpretación de la sharía, que es el cuerpo del derecho islámico y que contiene el código de conducta y normas de culto del Islám. Con ese afán siembra el terror llevando a cabo ejecuciones, decapitaciones masivas en público, incluyendo niños.

Por otra parte, es de tomarse en cuenta que durante las dos últimas décadas, internacionalmente se ha desarrollado y fortalecido la alianza política antisistema —llamada también antioccidental o antidemocrática—, integrada por grupos, movimientos y caudillos de la izquierda populista y revolucionaria, partidos políticos populistas, así como por grupos globalifóbicos, grupos anti yanquis, fundamentalistas del medio ambiente y los autonombrados indignados, entre otros.

Esta alianza, en el mundo ha encontrado una gran coincidencia con el islamismo radical y el terrorismo yihadista: sus fobias, odios y obsesiones contra Occidente y sus democracias. Y muy en especial contra Estados Unidos y los países que son considerados sus aliados.

La vinculación del yihadismo al crimen común y organizado no es nueva, se mantiene y encuentra en constante expansión y en algunas regiones, como Europa y América Latina, es cada vez más estrecha su cooperación con grupos violentos del narcotráfico, con movimientos separatistas y con traficantes de armas. Ello sugiere un alto riesgo para los países con democracia y sus gobiernos, principalmente cuando ese fenómeno es ignorado por desconocimiento o por exceso de confianza. No hay país que no les interese a los islamistas y yihadistas, quienes históricamente han coordinado sus despliegues bélicos desde organizaciones o hermandades clandestinas.

En México el Islam se ha expandido en los últimos años y en sus comunidades —no necesariamente de origen árabe u oriental— hay presencia de grupos tanto sunníes como chiíes, las dos grandes ramas del Islam, antagónicas entre sí por su diversa concepción de quien y con qué alcances debe ser la autoridad suprema del islám.


MANUEL 5Los sunníes, que son la gran mayoría de los musulmanes y se les considera ortodoxos, reconocen esa máxima potestad en un Califa, o sucesor del Profeta Muhammed, quien debe designarse por elección y no por solución hereditaria, limitándose a defender y cumplir la religión. Los chiíes defienden el sistema hereditario del poder y sostienen la idea de que tal supremacía recae en un Imán, guía religioso y político de los creyentes.

Unos y otros tienen expresiones radicales en el conflicto actual de Medio Oriente y están necesitados de aliados para sus fines. Las dos corrientes están activas en el reclutamiento de milicianos para llevarlos a donde se confrontan abiertamente.

El actual comportamiento de las bandas criminales y los grupos antisistema presentes en el país los hacen susceptibles de una posible relación, de mutua cooperación, con el yihadismo, tal como ha ocurrido en otros países de la región. Sobre todo cuando el fenómeno de la violencia ha degenerado en sadismo y se ha convertido en una amenaza permanente para la gobernabilidad y para la democracia, y cuyos efectos sociales y económicos impactan cada vez más en lo político y parecen agudizarse precisamente con ese propósito rumbo a la elección federal del 2015, pero más hacia la sucesión presidencial en 2018. Esta situación se hace más grave a partir de los recientes y frecuentes errores del gobierno que han generado una opinión desfavorable hacia el Presidente de México y su administración.


El yihadismo

La palabra “Yihad” tiene raíz árabe y significa “esfuerzo” en general, par- ticularmente en el sentido guerrero y bélico. La palabra “musulmán” también procede del vocablo árabe “muslim” que significa “persona entregada voluntariamente a Allah”. Y “Allah” es un sustantivo árabe que significa “el adorado, el divino”, equivalente a “Dios”.

 

MANUEL 6

 

En la cultura islámica, la Yihad es un concepto esencial para los seguidores de esa religión, los musulmanes. Representa uno de los elementos centrales sobre los que se justifican tanto sus ideas expansionistas y de conquista como las de defensa de los territorios bajo su dominio. Los extremistas islámicos suelen traducir la Yihad como la Guerra Santa del Islam, que solo es una de sus acepciones, a la que deben entregarse voluntariamente todos los adoradores de Allah, sin excepción.

Quien se niegue a combatir debe ser considerado como hipócrita, tibio o traidor, que en el Islam es lo siguiente a ser apóstata. Para los grupos islamistas, la Yihad es una acción militar con motivación política más que religiosa, que pasa por imponer el Islam, cuya universalidad —según ellos— les obliga a guiar y dirigir al mundo hacia el Estado Islámico. Históricamente, su mayor radicalismo ha sido contra los pueblos abrazados por el cristianismo o el judaísmo, religiones hermanas que comparten el mismo origen abrahámico del islamismo.

El islamismo terrorista ha manipulado el concepto de la Yihad con fundamentos ideológicos que afirman una conspiración o complot internacional contra el Islam, proveniente de los países del mundo occidental, principalmente de las potencias.

Bajo ese argumento los islamistas radicales han tergiversado la Yihad al grado de traducirla en un ideario totalitario que justifica la brutalidad y la considera una obligación de todos los musulmanes para sembrar el terror en Occidente, desestabilizar la gobernabilidad de sus Estados nacionales y debilitar o destruir sus democracias liberales.

De los más de 1600 millones de musulmanes que hay en el mundo, solo una cuarta parte simpatizan con los yihadistas, aunque no necesariamente son terroristas. La mayoría son personas con aspiraciones de paz, libertad y dignidad. El Islam moderado ha sido atacado por islamistas radicales y por los yihadistas, en ocasiones con violencia, como ocurre hoy entre Siria e Irán y la región de El Levante.

El yihadismo es un neologismo empleado para denominar a las expresiones terroristas islámicas, cuyo común propósito es la implantación hegemónica del Islam, emprendiendo una guerra contra los poderes establecidos y pretendiendo la creación de un califato islámico mundial.

Como doctrina política, el yihadismo postula un ideario totalitario y radical, de corte antiliberal y antidemocrático que desprecia sistemáticamente la vida humana y es considerado una de las amenazas más graves a las que se enfrentan los países del mundo occidental.

Las redes internacionales de estos terroristas fundamentalistas son muy fuertes y difíciles de identificar y distinguir en virtud de que su acción está relacionada con los pueblos donde se originan. Los islamistas turcos, paquistaníes, sirios, egipcios, iraníes, libaneses, etc., operan de acuerdo a sus propias idiosincrasias y tienen especialidades distintas. Sus patrones de conducta en los países occidentales no son homogéneos. Su grado de peligrosidad depende, entre otros factores que pueden ser muy locales, de las escuelas jurídicas y de los ritos ortodoxos que siguen sus líderes.

Forman una estructura internacional con gran financiamiento que proviene de actos ilícitos, principalmente del secuestro, extorsión, lavado de dinero, distribución de drogas, robo de autos en países de Occidente y de transacciones derivadas del petróleo. El gobierno norteamericano ha estimado que tan solo el llamado Estado Islámico, la organización terrorista “mejor financiada del mundo”, recibe tres millones de dólares diarios por ventas del crudo.

Por estrategia buscan aliarse con grupos criminales o desestabilizadores de todo el mundo, que les sirven de parapeto para pasar inadvertidos, y a través de los cuales despliegan campañas de rebelión o de terror. Así debilitan gobiernos en países democráticos donde pretenden avanzar en su anhelo hegemónico religioso y político. Además de reclutar milicianos.

Los grupos islamistas radicales y yihadistas suelen hacer proselitismo en las mezquitas legalmente establecidas, o en las que operan en forma clandestina en domicilios particulares, donde el Islam crece con fachada moderada y a donde envían ojeadores, que son los reclutadores y adoctrinadores al terrorismo yihadista.

También hacen labor de penetración a través de grupos vinculados a la alianza antisistema internacional, de los Centros Culturales Islámicos, de los instructores que enseñan lengua árabe e imparten cursos de islamismo en forma gratuita, de sus gestores sociales, de los institutos Halal (encargados de certificar los alimentos que los musulmanes pueden comer), de los imanes o predicadores de las mezquitas que suelen ser pacifistas en su discurso y, con gran éxito entre los jóvenes, a través de las redes sociales y sitios de internet.


Consideraciones generales para América Latina

MANUEL 7La alianza antioccidental tiene relaciones de apoyo con los grupos narcoterroristas FARC y ELN de Colombia, con el ala extremista del FSLN de Nicaragua y el FMLN de El Salvador, con el EZLN de México, con las bandas de piqueteros de Argentina y grupos radicales de Paraguay, Chile y Bolivia. Venezuela es foco de inestabilidad y sin control para América. Juega un papel importante para la alianza antisistema.

Su gobierno mantiene un vínculo estratégico con el mundo islámico, principalmente con Irán, que recientemente construyó una gran embajada en Nicaragua, considerada cabeza de playa para empujar la influencia islámica en Latinoamérica por la vía diplomática.

Los grupos Hezbolla (chiita pro iraní) y Al Qaeda (sunní) son de los más radicales y peligrosos en el mundo, están confrontados entre sí, operan cerca del narcotráfico y consideran como su principal enemigo a Estados Unidos y sus aliados.

El primero de ellos ha sido patrocinador de túneles en las fronteras entre países por donde cruzan armas. Puede ser el caso de México, donde en la última década se han descubierto una cantidad importante de túneles que conectan a Estados Unidos y por los que el crimen organizado introduce armas, droga, dinero y personas de un país a otro.

Hay diversas cifras sobre el número de musulmanes en América Latina. Van de los cuatro a los seis millones, suficientes para emprender su ambicioso plan expansionista y de control. Las más grandes comunidades estarían en Argentina y Brasil, seguidas por Venezuela, Colombia y Paraguay. La mayoría tienen orígenes libaneses o sirios. La comunidad árabe en el Continente es de 30 millones de personas aproximadamente.

Se desconoce cuántos milicianos tiene el Estado Islámico, pero se estima que en los últimos meses ha sumado más de 30 mil combatientes y que los grupos islamistas habían incrementado el reclutamiento de combatientes extranjeros desde finales de 2011, labor que han realizado también en Europa y América.

Esto hace probable que para una guerra que ellos estiman puede durar 20 años, intensifiquen el alistamiento y captación de recursos financieros donde existen comunidades árabes e islámicas en la región, con el saldo de violencia inherente a sus métodos indescriptiblemente salvajes.


Señal reciente

El islamista y conservador Recep Tayyip Erdogan, quien es presidente de Turquía tras las elecciones de agosto pasado aunque ejerce el poder des- de 2002, en su país es cada vez más criticado de prepotente tras revertir paulatinamente las libertades democráticas que él mismo impulsó en sus primeros mandatos y por las que fue internacionalmente alabado.

Esta trasformación adquiere mayor relevancia a juzgar por las insinuaciones veladas y la postura que el mandatario asumió el 15 de noviembre de 2014 durante la primera cumbre de Líderes Musulmanes Latinoamericanos, celebrada en Estambul.

En su mensaje televisado durante la clausura de la cumbre, Erdogan apoyó la reciente y polémica versión de algunos eruditos islámicos al afirmar que fueron “navegantes musulmanes” los que descubrieron las Américas en el siglo XII, casi 300 años antes de que Cristóbal Colón hiciera su famoso viaje, del que él mismo refirió en sus diarios haber visto una mezquita en Cuba.

 

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En el mismo discurso anunció que pedirá permiso al gobierno cubano para construir una Mezquita en la isla, en cuyo caso los gastos correrán por cuenta de Turquía. Enfatizó también que “la religión islámica ya estaba difundida” incluso antes de la llegada de los europeos en 1492. Defendió al Islam como una religión de paz y aprovechó para fustigar a las potencias occidentales al destacar que “quienes colonizaron América por su oro y África por sus diamantes, ahora lo hacen en Oriente Medio por su petróleo con la misma sucia conspiración”.

La referencia a la supuesta mezquita vista por Colón, no está en los diarios de éste, se trata de una tergiversación del relato de Bartolomé de las Casas en el que cuenta que el genovés describió una montaña en lo que hoy es Cuba, con “una pequeña colina en su cumbre que parece una elegante mezquita”. Sin embargo, la declaración de Erdogan no puede pasar inadvertida para los Estados latinoamericanos si se toman en cuenta los criterios jurídicos con que el Islam justifica tanto la Yihad defensiva como la Yihad ofensiva.

La primera es para protegerse del ataque de apóstatas o infieles que atentan contra “la fe verdadera” o tratan de arrebatar el dominio del Dar al-Islam, Tierra o Casa del Islam —así considerado todo territorio de paz donde se profesa el Islam y habitan los musulmanes— como ocurre entre Siria e Irak, donde los yihadistas buscan derrocar a los regímenes corruptos e impíos de la Umma, que refiere la nación o comunidad musulmana donde todos confiesan el Islam como fe.

La segunda, la Yihad ofensiva, puede librarse en Dar al-Harb, o Casa de la Guerra, que abarca el resto del mundo habitado por los infieles, que son todos los que no profesan el Islam y a los que es lícito arrebatarles su patria para someterla a su dominio.

Con base en la afirmación de Erdogan, de acuerdo al derecho islámico y a sus diversos matices de interpretación, los islamistas podrían declarar la Yihad en América Latina bajo el argumento de reconquistar lo que les fue arrebatado por los usurpadores que llegaron a partir de Colón.

Tal como han hecho en España, país con una importante presencia musulmana de primera generación, donde viven más de un millón de musulmanes, la gran mayoría inmigrantes, y cuyo territorio —Al-Ándalus para ellos— aseveran les fue arrebatado por Occidente Cristiano, por lo que para ellos la Yihad es vigente y permanente con afán de reconquista.

Para declarar la Guerra Santa en los países latinoamericanos no les faltarían pretextos. Podrían excusarse en el simple razonamiento de que ya es tiempo para que los musulmanes latinoamericanos se ocupen de que el Islam purifique y domine esta región pervertida por las democracias liberales y corruptas del mundo occidental.

En el contexto del activismo islamista mundial, y atendiendo el sugerente mensaje del presidente turco, es prudente que los países con sistemas democráticos de América Latina —mayoritariamente practicantes de religiones de inspiración cristiana—, así como sus gobiernos, no pasen por alto el fuerte mensaje político de Erdogan en la cumbre de líderes musulmanes latinoamericanos.

 

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Consideraciones particulares para México

La historia de la guerrilla en México y la esporádica actuación de sus organizaciones, el actual desempeño de los cárteles del narcotráfico y su creciente capacidad de controlar las comunidades y cooptar servidores públicos, el despliegue permanente de las agrupaciones antisistema y la vulnerabilidad de las instituciones por los elevados índices de corrupción que facilitan el solapamiento de las actividades del narcotráfico, son suficientes elementos de la realidad nacional como para que México atraiga la acción de organizaciones como el Estado Islámico, que tiene una visión global en sus propósitos.

Estados Unidos identifica 51 grupos terroristas en el mundo, de los cuales la DEA ubica a 20 como organizaciones asociadas con el narcotráfico colombiano y mexicano. De ellas, la agencia anti drogas destaca a dos: Hezbolla en Líbano y Al-Qaeda en el Magreb Islámico. Ambas patrocinadas por el Cártel de Sinaloa, asociado con grupos paramilitares y narcotraficantes colombianos, relacionado con traficantes internacionales de armas y proveedor de droga a grupos islamistas del occidente africano donde inició sus operaciones desde hace 10 años.

La gran cantidad de comunidades pobres y marginadas, en la que también se desarrollan los traficantes de droga, ofrece la oportunidad de la penetración islamista mediante su fachada religiosa y humanitaria, para después pasar al adoctrinamiento, al reclutamiento y al envío de combatientes hacia las zonas de conflicto islámico.

Por lo anterior, existe razón suficiente para que el gobierno no descarte la posibilidad de que existan ya vínculos o alianzas del yihadismo con grupos del narcotráfico en esos ámbitos.

Además, para los yihadistas, México tiene el atractivo de su vecindad con Estados Unidos. La frontera entre ambos países es una de las más “calientes” en el mundo, con una gran presencia criminal y que representa una gran oportunidad para el modus operandi del terrorismo islámico.

El desconocimiento generalizado que en el país y sus instituciones existe respecto de ese fenómeno hace que la amenaza yihadista sea vista como “muy lejana y ajena”, por lo que el gobierno no se ha ocupado de formar especialistas en el tema. Lo que ha facilitado a los grupos musulmanes, chiítas y sunnitas, expandirse con tranquilidad en territorio nacional, aprovechando las facilidades que les brinda el Estado laico.

El gobierno federal mantiene una estrategia de seguridad profesional pero ordinaria, para enfrentar una realidad que en apariencia no vincula a los grupos criminales autóctonos con los del terrorismo islámico. No obstante la creciente referencia que analistas y articulistas nacionales y extranjeros hacen del tema, así como otros gobiernos, el de México ha mostrado escepticismo y exceso de confianza frente a un posible embate del yihadismo, pese a que en territorio nacional viven al menos 5 mil musulmanes, mayoritariamente mexicanos, y en la mitad de los estados de la República están asentadas comunidades que profesan el islam.

La presencia del Islam es notable en Coahuila, donde se abrió la primera mezquita en 1989 y donde las autoridades tienen registro de núcleos islámicos vinculados con delitos del fuero común. También en Chiapas, frontera con Centroamérica, donde los seguidores de Muhammed de corte integrista —algunos provenientes de España y Medio Oriente— han tenido una importante penetración e influencia en las comunidades indígenas desde el surgimiento del movimiento zapatista en 1994. Esto sugiere la posibilidad de que otros grupos guerrilleros como el EPR de Guerrero, que sigue activo, pudiera tener nexos con el islamismo.

En territorio nacional tienen presencia conocida al menos 20 mezquitas y centros islámicos (chiítas y sunnitas) con actividad permanente en ciudades importantes como Monterrey, Tijuana, Guadalajara, León, Morelia, Veracruz, San Cristóbal de las Casas, Torreón y el Distrito Federal. Destacan el Centro Cultural Islámico de México A.C. (CCIM) con al menos veinte sitios de Internet y el Centro Salafí de México (CSM). En los registros de la Secretaría de Gobernación (SEGOB) hay solo 2 asociaciones religiosas y 25 ministros de culto islámicos.

Hace algunos meses el gobierno de los Estados Unidos hizo pública una lista de 62 países aliados en su lucha contra los yihadistas del Estado Islámico, en la que se incluía a México. A ello reaccionó un subsecretario de la Secretaría de Relaciones Exteriores declarando que “México no formará parte de ninguna coalición de carácter militar que ataque a cualquier grupo u organización”.

El mensaje fue demasiado confuso pues se dio en el marco de una condena a las acciones del EI y afirmando que se trabaja conjuntamente con los Estados Unidos para asegurar la frontera. Casi de manera simultánea el presidente Enrique Peña Nieto anunció en Nueva York, durante su primer discurso ante el pleno de la 69 Asamblea General de la ONU, que México participará en las misiones de paz, con personal civil y militar, los llamados “cascos azules”.

Tan solo con que se especule sobre la contingencia de que mexicanos combatan a terroristas de Medio Oriente se abre la posibilidad, severa y peligrosa, de que se interprete como una provocación para que dichos grupos actúen en nuestro territorio.

Ese riesgo se incrementa a partir de la justificada y enérgica condena que emitió el gobierno mexicano, y particularmente el repudio del presidente Peña al bárbaro atentado perpetrado en la sede del semanario Charlie Hebdo en París.

El gobierno mexicano debe ser consciente de que el islamismo considera agraviantes esas expresiones y suelen responder con violencia. Esa es su lógica de reacción, la que siguieron el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York con las sangrientas consecuencias para las países que después se enfrentaron a Al Qaeda, especialmente los atentados en los metros de Madrid y Londres.

Hoy el comportamiento del yihadismo en el mundo —no solo en la región de Siria e Irán y la zona de El Levante— obligan al Estado mexicano a ser cauto y no provocar a quienes son amenaza terrorista para el mundo, pues estos grupos consideran legítimo atacar a las poblaciones civiles.

También a instrumentar una política preventiva ante la posible presencia activa de esos grupos extremistas en alianza con el movimiento antisistema que en las últimas semanas ha puesto al gobierno de México, literalmente, en Jaque. Y que tiende a empeorar.

MANUEL 10Por lo que toca a la alianza antioccidente, en México el referente más importante es el nuevo partido político MORENA y diversos grupos de intolerantes que le respaldan, que buscan o provocan pretextos para la reacción en movilizaciones o acciones que desestabilizan el orden social y vulneran el Estado de Derecho. Comportamiento similar al que se genera en torno de PODEMOS, el nuevo partido anti occidentalista español que ha adoptado una posición pro iraní, como hizo el partido gobernante de Venezuela. Todos ellos de corte populista.

La posición geográfica de México y su natural vínculo con Estados Unidos, lo hacen un blanco muy rentable para atentados que aterroricen a Occidente, un espacio atractivo y aprovechable para la acción directa —también mediante potenciales aliados políticos o violentos en el territorio nacional— ya sea para desquiciar la política desde la reacción social o para el tránsito de terroristas hacia el vecino país del norte.

Ya en septiembre de 2014 el congresista norteamericano Jason Chaffetz denunció que cuatro individuos con “lazos con organizaciones terroristas” del Medio Oriente fueron arrestados al cruzar la frontera México-Estados Unidos.



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