Los sobrevivientes de la matanza de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968 consideran que su movimiento triunfó.
Violencia un monstruo de mil cabezas
Héctor Tenorio
En 1958 comenzó a elaborarse el pliego petitorio que contribuyó a crear conciencia en el respeto a los derechos humanos, a mejorar la impartición de justicia en suma ayudó a la edificación de esta endeble democracia que hoy conocemos.
SIN EMBARGO, aunque su mayor logró fue jubilar a una generación de políticos, el sistema encontró el modo de reinventarse como si fuera la Hidra de Lerna, ese antiguo y despiadado monstruo que poseía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que perdía.
La masacre del jueves de Corpus, la guerra sucia fue una muestra de esta capacidad. Luego vinieron: Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Ayotzinapa, Tlatlaya, Nochixtlán, solo por citar algunos ejemplos. En los once años de guerra del Estado contra el crimen organizado, se estima que 200 mil personas han perdido la vida y 45 mil han desaparecido. Desafortunadamente en México se ejerce la violencia como una forma de sometimiento a la sociedad civil que se revelo hace 50 años.
Nuevas estrategias
A estos jóvenes de corazón que lucharon en el 68, no les cabe en la cabeza tanto horror como el vivido por los tres muchachos cineastas que fueron disueltos en ácido. Se niegan a aceptar la versión oficial de los hechos, las autoridades perdieron credibilidad desde el caso de Ayotzinapa y difícilmente la recuperarán en los últimos meses del sexenio.
La mayoría de estos hombres y mujeres han sido coherentes con lo que defendieron en el pasado. A pesar de su avanzada edad contribuyen al debate nacional, plantean la necesidad de realizar foros intergeneracionales donde se discutan nuevas estrategias de seguridad que sean avaladas por la sociedad civil.
Ellos parten de la premisa que desde la fundación México han existido grandes tragedias y la población siempre ha encontrado la manera de salir adelante de estas distintas etapas, han sabido reconstruirse. Desde su óptica estos son algunos de los cuestionamientos que deberían hacerse los mexicanos: ¿Qué nación deseamos construir? ¿Cómo debemos ser gobernados? ¿Cuándo regresarán los militares a los cuarteles? ¿Serán juzgados los elementos de las fuerzas armadas que hayan violado los derechos humanos? ¿Cómo hacer más eficiente la impartición de justicia?
El problema del narcotráfico ha ido complicándose, antes el presidente de la República era quien tenía el control sobre los grupos criminales, pero esto se modificó con la transición democrática encabezada por el mandatario Vicente Fox Quezada que dio independencia a los gobernadores quienes empezaron a pactar con los distintos criminales de sus respetivas entidades. Además de que la globalización también fue aprovechada por los delincuentes.
La población pone los muertos
En este contexto, el Estado y los narcotraficantes se unieron, los cuerpos de seguridad y los delincuentes formaron bandas criminales que disputan las rutas para mandar las drogas a las calles de Estados Unidos y desde allá envían las armas. La población pone los muertos. A esto se suman los miles de migrantes que, en su intento de llegar al vecino del norte, se convierten en una moneda de cambio.
Resulta lógico que los candidatos presidenciales no tengan una propuesta clara en este tema, las estructuras que los respaldan en sus aspiraciones son parte del problema. Ante esta incapacidad cientos de candidatos de todos los partidos están renunciando a competir.
Lo que ha sucedido en once años de guerra es diez veces mayor a lo que aconteció el 2 de octubre del 68. De este tamaño es el reto.
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