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Edición 215
Escrito por Pino Páez   
Domingo, 02 de Agosto de 2009 20:57

 

   LA URGENCIA FUNDAMENTAL del señor Calderón Hinojosa -incluso en la parte intermedia de su trayecto sexenal- aún es la legitimidá, ésa que se le escurre cual batracio enjabonado, inaprensible, pero superlativamente necesarísima para él a fin de concluir el plazo de media docena de abriles. De ahí proviene el carrusel de sus desmesuras, desde militarizar una ingente porción territorial con caudalosa cuota de cadáveres, al itinerario tan suyo de transitar el mundo nimbado con aureolas de flashazos, o el manejo de la influenza donde aparecía y reaparecía casi telenovelero asumiendo la personificación de los milagros...

Reflejo de poder atrás de una bayoneta

   Don Jelipe tiene varias similitudes (en las semejanzas de La Grilla) con el señor Salinas de Gortari, a uno y otro les achacan haber alquilado -para el conteo de votos- merlinescos matemáticos, éste y aquél , en sus respectivas asunciones, lo hicieron parapetados atrás de una bayoneta: don Carlos con un hasta entonces inédito desfile castrense con tanques de guerra -orugas metálicas que presagian lo peor en el amanecer de la crisálida-, aviones de combate que planean intimidaciones en las escaramuzas del vendaval...y escandalosos taconeos de infantería que despiertan en sus aposentos a Satanás.

   Otros parangones entre ambos son una postura política asaz conservadora en que la soberanía nacional es sinónimo de tirita para tanga hawiana y el fraude electoral que macabramente los hermana, aunque en esta lúgubre fraternidad mucho más oscurecido está el señor Salinas, quien en su entorno concitó un repudio popular superior al de Gustavo Díaz Ordaz, además de que en el ’88 las cuarteaduras del Partido “Revolucionario” Institucional eran tan grandes que, pocas horas después del destape de don Carlos realizado por Fidel Velázquez, el ex presidenciable Del Mazo, en compañía de quien fuese secretario de Estado y virrey hidalguense, Rosell de la Lama y de Alejandro Carrillo Castro que oficiara de delfín chiqueadote de José López Portillo... en plena madrugada llevaron mariachis a la casa del ex procurador general de la república, Sergio García Ramírez, quitándolo del sueño pero no de los sueños, ¡al proclamarlo candidato del PRI a la presidencia del país! entre anunciaciones de una serenata que de querubinescas trompetas acabaron en pecaminosas trompetillas.

   Una similitud asimismo muy acentuada, se dio, en materia electoral, en las autoridades del ramo de Estados Unidos y México durante las candidaturas de George Bush, junior, y don Jelipe. Allá contrataron una empresa particular vinculada hasta el esternón con Jeff Bush, carnal de míster George W. Aquí, alquilaron una empresa propiedad de Hildebrando Zavala, fratelo de la esposa del entonces aspirante panista. Entre brodis y cuñaos las cuentas del gran capitán en los sufragios o, mejor dicho, la capitana contabilidá de los naufragios.

La diferencia en el párrafo anterior está en el tiempo. La primera ocurrió en la etapa final del periodo del señor Zedillo, quien aunó dos presidencias más instantáneas que el Nescafé, pues aparte de la primera magistratura se anexó la del IFE al dar a conocer la Victoria bien cebada de don Vicente, así que lo de don Hildebrando y contratantes fue inspiración y plagio, calca de un re-cuento en inglés, traducido al español por Luis Carlos Ugalde a cuyo antecesor José Woldenberg, a su ifesca administración, en circunstancias más nebulosas que un defeño atardecer... ¡le fue comprado todo el padrón nacional por la compañía aquélla de Jeff Bush! Prácticamente la identidad completita del pueblo mexicano con nombres, fotografías, oficios y ubicaciones en posesión del más sombrío gringuerío.

Ejecuciones de don Jelipe al Poder Ejecutivo

   El señor Calderón de manera extemporánea le quiere vender a Maquiavelo la invención del spaguetti. Maquiavelar es su neologismo a conjugar ya que al unísono de su desconocimiento a los golpistas hondureños, firmó un convenio con Álvaro Uribe (al igual que con el también derechista presidente panameño), el mandatario colombiano que con sus fuerzas armadas invadió Ecuador asesinando a mansalva, entre otras víctimas, a universitarios de México, signa don Jelipe acuerditos dizque contra narcotráfico y terrorismo con el político bogotano señalado más de una ocasión capo de lo que ahora acusa.

   Cómo ejecuta don Jelipe al Poder Ejecutivo, cómo lo sitúa en el paredón de su grisura. En el ámbito externo rubrica convenios con quien debería estar juzgado por invasor y criminal ¡y tiene el cinismo su gobierno -lo mismo que jueces quiteños, que no el presidente Correa- de gestionar la extradición de Lucía Morett!

   Acerca del señor Uribe hay otra circunstancia que lo relaciona con don Jelipe: un “asesor” de los dos gobiernos, el salvadoreño Joaquín Villalobos, quien dirigiese al Ejército Revolucionario del Pueblo y ordenara la muerte del poeta Roque Dalton ¡por afinidad del bardo con el castrismo! El ERP era integrante del FMLN, del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. El señor Villalobos, una vez concluida la guerrilla, aparte de “aconsejar” a don Álvaro y cobrar puntual en nóminas de la CIA, recibe emolumentos de la PGR, sin que el señor Calderón Hinojosa y su subalterno Eduardo Medina Mora expliquen qué es lo que el orejota don Joaquín sin pleonasmos a la orejita les susurra.

   Durante una conferencia de prensa conjunta en la Unión Americana, con el aún jefe de la Casa Blanca, George W. Bush, don Jelipe se dedicó a denunciar parlamentarios de San Lázaro que habían tomado la tribuna, sin que expeliera ni un chisguetito contra declaraciones del congresista estadounidense, Donald Bruce, que pocas horas antes expresara, en un debate sobre reforma migratoria, que Washington no requiere de analfabetas mexicanos. Por cierto, en esa reunión bilateral, un subordinado del señor Calderón, Rafael Quintero, “subdirector de Avanzada”, demostró su sapiencia en el manejo del dos de bastos, robándole a los güeros un titipuchal de celulares. Por eso en las giras subsiguientes de don Jelipe, sus anfitriones acorazan relojes y carteras.

Qué gris suele ser la osadía

   Algunos críticos definen al señor Calderón Hinojosa de timorato. Falso. Es osado don Jelipe, plúmbeo, grisáceo, pero arrojado. Lo corroboró al enfrentarse al presidente Fox y su candidato de peluche, Santiago Creel, a quien las televisoras tenían más iluminado que una marquesina. Sólo había una posibilidad de triunfo: elegir al candidato del Partido Acción “Nacional” en una votación interna, estrictamente de membresía, de otro modo quedaría más aplastado que un plátano dominico bajo los descuidos de un pisotón. Contra el conse de doña Martita resultaba indispensable la íntima historia de un panismo generacional de la aquél carecía. Lo consiguió. En la contienda rasuró a don Santiaguito, dejándolo lampiño y advenedizo. Se impuso al recolector de tepocatas y a la biógrafa de Rabinita Tagorita. Sí, se impuso y puso a temblar al PAN porque en votaciones generales sus expectativas frente a don Andrés Manuel eran significativamente más reducidas que las del señor Creel contra el tabasqueño, al que dio cerrada batalla por la Jefatura de Gobierno de este Defe tejido en la neblina.

   En la nada justa justa electoral, don Jelipe tuvo de su lado la bienaventuranza, y al cuñadazo don Hildebrando, y al Panal fresquecito de la reginísima que con maestría colocó a sus maestros en enjambre ¡cubriendo por completo las casillas de la nación!, y al señor Ugaldito que manoseaba cifras con el erotismo de un fauno en celo junto a la desnudez de las estatuas...                

   Tétricos comentarios ocasionan las promesas de campaña de don Jelipe, que no falló en sus compromisos de empleo, si alguien lo duda que le pregunten al señor Gayoso; que no mintió, en su era diputadil, por sus acerbas declaraciones hacia Mario Marín, lo que ahora busca es despojar lo precioso del gober... y ya desenmascarado que purgue penitencias mirándose en la soledad de sus espejos...

   En el libro Derechos de los internos del sistema penitenciario mexicano, de Mercedes Peláez Ferrusca, publicado por la UNAM, IPN y la LVIII Legislatura, de cual el señor Calderón era representante y coordinador parlamentario del PAN, lo que lo torna, por una presentación o prólogo signado por la Cámara Baja, editor y aval del contenido que pugna en pro de las prerrogativas fundamentales de los presos y en el que se reconoce la inhumana situación carcelaria, igualita en esencia desde hace 200 años, esto es, desde que México es México, y a los reos y reclusas exige se les respete su carácter de ciudadanos. En ese texto no hay arraigo, ni militarización, tampoco cadena perpetua.

   A lo mejor don Jelipe ahora arraiga, militariza y propone perpetuidades, por esa su tétrica inclinación de encerrar y rodear, para agenciarse aquella imposible legitimidá.  

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