De Nigris
ME QUITO EL SOMBRERO ante ese glorioso chavo que prefirió morirse practicando aquello para lo que lo mandó Dios al mundo, patear la pelota, que marchitarse en el sedentarismo forzado, como le exigen ahora algunos hiper imbéciles. A mí, que vi a a mi padre, un ser de la movilidad perpetua, baldado en cama por 15 años, ¡me revienta la madre esa gazomeñería de las “buenas conciencias” que santurronamente claman semejante estupidez! Entre esos hiper imbéciles ocupa lugar destacado el periódico deportivo cuya primera plana es el rostro del chavo y la siguiente hipócrita leyenda: “Toño de Nigris sabía que estaba enfermo del corazón, pero decidió seguir jugando a pesar de las advertencias.” Y a continuación hace la pegunta más estúpida del año: “¿Quién le permitió jugar?” ¡Él mismo se lo permitió, idiotas! ¿O qué, creen que el mismo De Nigris habría aceptado el destino que, según estos farsantes, le convenía: 70 años más de “actividad moderada”, sillita de ruedas y cero emociones, estrés y adrenalina? No, señores ñoños de las graderías, señores de hielo pudibundo, señores sin corazón y sin sangre en las venas, De Nigris tomó la decisión acertada para él, como lo han hecho y lo seguirán haciendo infinidad de personas valientes, sensatas, congruentes. Como mis tíos Álvarez y Rivera o Ikram Antaki o tantos otros, que prefirieron desoír las ramplonas cantaletas de sus médicos, que los condenaban a una vida vegetal, y continuar su vida normal a pesar de las protestas de sus ventrículos deteriorados.
Típico hípico
EL TIPO ESTÁ SENTADO tranquilamente en la sala de su casa, leyendo su periódico, cuando su esposa llega furiosa de la cocina y le revienta un sartenazo en la nuca: ¡ZAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSS! “¡Carajo! ¿Qué te pasa? ¿Ya empezaste con tus locuras?” “¡¡¡Encontré este papelito en el bolsillo de tu pantalón con el nombre de 'Marylou' y un número!!!” Sobándose la cabeza, el tipo responde: “Ahhhhh…
¿Te aceurdas del día que fuí a la carrera de caballos?
MASRYLOU ERA EL CABALLO al que aposté y el número es lo que estaban pagando por la apuesta.” Satisfecha y apenada, la mujer se retira pidiendo mil disculpas. Días después, estaba él nuevamente sentado en santa paz cuando ¡¡¡¡ZAAAAAAAAAAASSSSSSS!!!! Recibe un nuevo golpazo, esta vez con una olla a presión. Adolorido y asustado, él grita: “¿Qué carajos? ¿Ahora qué te traes, loca?” “¡¡¡Llamó tu caballo, infeliz!!!” Moraleja: No hay que darle el teléfono a los caballos.
Zacatecas
ESTUVE UNOS DÍAS en esa hermosísima joya urbana. Fui con Rosamaría a la Segunda Carrera Anual de la Plata, de diez kilómetros en la ciudad y en la que los premios son monedas “Libertad”, onzas de plata acuñadas por el Banco de México. La gobernadora Amalia García, a quien conozco desde hace años y me cae muy bien, presidió la carrera y luego nos invitó a cenar comida típica zacatecana en un restaurante de ambientación exquisita e inmejorable cocina. Yo conocí Zacatecas antes de verla gracias a las descripciones de mi compañero de universidad Chucho el Poeta, quien se refería a su tierra como “la cárcel de cantera rosa” (es natural, en la adolescencia todos somos mamones; a unos se les quita con la edad, a otros no se nos quita nunca). Tuvo esta visita varios ratos memorables. Evocaré sólo dos. Primero, como cierre nocturno del concierto de la Banda del Estado escuchamos en la Plaza de Armas la melodía que hace las veces de himno local: “Zacatecas”. Inculto irredento, yo había oído siempre esa tonada como “La Marcha de Zacatecas”, desde los prehistóricos tiempos en que el padre Ambrico nos la ponía formados en el patio del ICO viejo en la Belisario Domínguez para hacer los honores a la bandera. Esta vez la melodía era notoriamente menos marcial y tenía letra. Sólo recuerdo de esa letra una frase prodigiosa en valentía, en ingenio y sobre todo en originalidad: “Luchar hasta vencer o hasta morir.” La otra experiencia fue un desfile de modas, que merece tratamiento aparte.
Aplausos y chiflidos:
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Consultas: www.buhedera.mexico.org
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