¿EL RATING ES LO MISMO QUE EL VOTO?
Semiótica de las falacias burguesas y el fetichismo de las canalladas
FERNANDO BUEN ABAD DOMÍNGUEZ*
El descrédito burgués vestido de filántropo NO SON POCOS los ideólogos de la farándula intelectual mass media que, en defensa de sus patrones y sus cuentas bancarias, sostienen la peregrina idea de que el rating es lo mismo que la expresión democrática del voto. Inflamados con impudicia docta y con moral de publicistas, tales pensadores se empeñan en convencer al mundo de que todo vale, que todo es lo mismo y que, por ejemplo, ver la “tele” es lo mismo que acudir a las urnas.
HE AHÍ EL EVANGELIO de la degradación neoliberal y posmoderna. Era de esperarse que la concepción burguesa de la “democracia” elevara a rango de episodio electoral el hecho de mirar un programa televisivo. Es ese el calibre de su megalomanía. Es su manera, tontita, de legitimar la imposición monopólica de sus discursos haciendo pasar por acto de “elección libre” lo que en realidad es coacción contra televidentes, lectores y espectadores... condenados a sufrir mucho de lo mismo y a todas horas. Elegir en muy difícil cuando poco es diferente. Es el sueño de los monopolios. Mientras el rating es un sistema de medición, ideado y practicado por ellos mismos y para sí, para cuantificar qué porcentaje de aparatos receptores sintonizan un medio o un producto específico, en un momento dado; el voto, si es verdaderamente democrático, (voluntad de la mayoría) es, entre mil cosas, expresión histórica de la vida colectiva dispuesta a tomar las riendas de su historia. Lo únicamente nuevo lo será si es socialista. En no pocos lugares la crisis de credibilidad en que han caído los políticos burgueses ha motivado a los payasos mediáticos a pronunciarse en materia de problemas sociales. Se erigen en líderes de opinión. Hablan de la “pobreza”, la “inseguridad”, la “drogadicción” y la “corrupción”... siempre en tercera persona, azorados y atónitos por los grados de deshumanización en que ha caído el pueblo. Es decir, los otros. Como si recién llegaran al planeta y no tuviesen idea histórica sobre los estragos infernales del capitalismo. En México, en Bolivia, en Argentina, en Venezuela... por todas partes ensayan el tono demagógico que su conciencia de clase les provee para llenar el vacío de confianza producido por sus políticos. Se disponen a liderar un renacimiento moral que estire la vida del capitalismo todo lo que se pueda. La farándula sueña con volverse heroína.
Dicen, en todo el continente, que ellos también tienen derecho a hablar. Que son ciudadanos iguales que el resto. Que tienen tanto derecho como los “políticos” porque el público los elige a diario. Que eso los legitima y que con eso basta para llamar a movilizaciones, eso si, “pacifistas”, claro. Lo han hecho en todo el continente y su imaginación sólo les alcanza para protagonizar un desplante efímero y estereotipado en el que se visten de blanco, encienden velitas, teléfonos celulares y esperanzas de filantropía burguesa. Punto final. Y se sacan videos y fotos para llenar sus noticieros y álbumes de vanidad familiar. Es la etapa actualizada del viejo “cuarto poder”, truco ideológico y sedicente para asustar estudiantes. Poder sin urnas, poder sin consenso, poder monopólico, autoritario y dictatorial que disfraza su moral de “libre empresa”, economía de mercado (monopolizado) y discurso único... con túnicas demagógicas. Y dicen que son así porque el público así lo quiere.
Voto decisivo
Un ejercicio continental, democrático y participativo, dispuesto a democratizar (con votos) realmente los medios de producción comunicacional, podría por ejemplo multiplicar los foros de debate, la movilización social y los referéndum que evaluaran, profusa y profundamente, los estragos producidos por los mass media burgueses contra los niños, los adolescentes, las mujeres y los trabajadores. Que evaluara y sancionara, con votos democráticos de verdad, cuánto han invertido e invierten los monopolios mediáticos en golpes de estado y magnicidios. Cuánto invierten en legitimar caciques banqueros, terratenientes y empresariales. Cuánto abonan y pagan para profundizar la alienación y deformar la realidad mientras criminalizan, calumnian e invisibilizan las luchas sociales en todas partes. Votemos
Un referéndum continental, bien informado con pruebas científicas sobre el desastre generado por las oligarquías mass media, con evidencias nítidas sobre la asimetría tecnológica y el derecho a las herramientas de producción... un referéndum con fundamentos hacia una nueva legislación socialista que garantice la justicia comunicacional en términos de derecho y de igualdad de condiciones para la participación de todos los movimientos sociales... un referéndum con voto directo y comprometido que sea capaz de poner a consideración de todos la urgencia de una nueva educación para la producción comunicacional y la urgencia de lenguajes nuevos con programación liberada de la esclavitud publicitaria e ideológica del capitalismo. Un referéndum, en fin, hacia una concepción absolutamente nueva sobre el uso de los medios de comunicación como herramientas emancipadoras y como ventanas de espíritu revolucionario de los pueblos. Votemos.
Mientras avanzamos hacia ese consenso, producto de nuestra organización y nuestra movilización, con un programa de unidad y acción directas e inmediatas, llamémonos a perfeccionar la crítica contra todas las trampas ideológicas burguesas que se pasean impunemente por todos los medios. Esto es un problema de seguridad nacional, tan peligroso y amenazante como las bases militares en Colombia. Hacia una Corriente Internacional de la Comunicación Socialista.
* Rebelión/Fundación Federico Engels/Universidad de la Filosofía
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