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Edición 241 | ||||
Escrito por CARLOS FERNÁNDEZ VEGA | ||||
Lunes, 30 de Agosto de 2010 15:35 | ||||
México SA
CARLOS FERNÁNDEZ VEGA Juventud hereje y esquezofrénica El calderonato, cada día más ciego Narro: realidad dolorosa e injusta
Con la sabiduría que lo caracteriza, el inquilino de Los Pinos los calificó de herejes (26 de junio del año pasado) “por no creer en Dios”; la semana anterior las secretarías de Gobernación y de Educación Pública los consideró exagerados, y ayer el creativo secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, les inventó un término coleccionable, al tacharlos de “esquezofrénicos”, de tal suerte que a los ojos del calderonato la terrible realidad que soportan millones de jóvenes mexicanos es producto de su propia apostasía, dramatización y –ahora lo sabemos– de responsabilizar a terceros por su precaria circunstancia, no consecuencia de un modelo económico excluyente y depredador, de una clase político-empresarial corrupta hasta los huesos, y de la voracidad de un gobierno mediocre e ineficaz, a los cuales la juventud sólo les interesa para efectos electorales. Durante su participación en
En síntesis, dice el calderonato, los jóvenes están como están porque quieren, por fodongos, amén de que viven una realidad fuera del discurso oficial (ergo, de la realidad oficial), por lo que el creciente desempleo juvenil, la deserción escolar por razones económicas, la falta de espacio en los centros de educación superior, la migración, la ausencia de una política gubernamental bien articulada que atienda sus urgencias y necesidades, la falta de oportunidades y demás carencias que no cuadran con la visión de Los Pinos, simple y sencillamente no existen. Ya el inquilino de Los Pinos lo dijo claramente el 26 de junio de 2009: “una juventud que por sus condiciones sociales, familiares, educativas, por falta de oportunidades, tiene pocos asideros trascendentes, que tiene poco que creer, que no cree en la familia que no tuvo; que no cree en la economía o en la escuela, que no cree en Dios, porque no lo conoce. Que no cree en la sociedad, ni en quien la representa. Esta falta de asideros trascendentales hace, precisamente, un caldo de cultivo para quienes usan y abusan de este vacío espiritual y existencial de nuestro tiempo”. Apóstata irredimible (como señalamos en el México SA del 29 de junio del año pasado), la juventud mexicana, que “no cree en Dios”, paga el precio: al cierre del primer trimestre de 2009 (circunstancia que no se modificó en igual lapso, pero de 2010), alrededor de 60 por ciento de los desempleados en México tiene entre 14 y 29 años de edad, es decir, cerca de un millón 280 mil personas, de acuerdo con el Inegi. De este total, alrededor de 870 mil tienen edades de Por si fuera poco, de acuerdo con el Censo General de Población y Vivienda (2000; del levantado en 2010 aún se desconocen los resultados), de casi 10 millones de mexicanos con edades de entre 15 y 19 años, casi 54 por ciento no asistía a la escuela, es decir, alrededor de 5.4 millones de jóvenes; las entidades con mayor cantidad de jóvenes fuera del sistema educativo fueron Zacatecas (70 por ciento), Guanajuato (65), Michoacán (64), Chiapas (62) y Puebla (60). De los que logran incorporarse al sistema educativo, 35 por ciento termina desertando por motivos económicos. Y sobre aquellos jóvenes herejes que “no creen en Dios” (Calderón dixit), el mismo censo arrojó el siguiente resultado totalmente desfavorable a lo dicho por el inquilino de Los Pinos: 88 por ciento de los jóvenes se declaró católico; 4 por ciento protestante; 3 por ciento cristiano y 5 por ciento ateo. El 89 por ciento declaró “creer en la existencia del alma”; 88 por ciento “en Ésa es la realidad que no aceptan, pero como bien dijo el rector de Las rebanadas del pastel He allí la “herejía”, “exageración” y “esquezofrenia” juvenil que se observa en Los Pinos, donde, más ciegos cada día, se niegan a reconocer la realidad y, por ende, a poner en marcha una política de Estado que no sólo saque a flote a millones de jóvenes del desamparo total, sino que los incorpore al desarrollo, aunque éste, desde hace décadas, brille por su ausencia. More articles by this author
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