{vozmestart}¿Quién teme
al 2012?
La insignia política que agitó Porfirio Díaz en el derrotado Plan de la Noria (contra Benito Juárez) y en el Plan de Tuxtepec (formulado por militares partidarios suyos, pero asumido por él como propio, contra Sebastián Lerdo de Tejada), fue la misma: El principio de no reelección. Con esta bandera se hizo del poder, que no soltó hasta 1911, calendario que pasó de largo sobre los cuatro años que lo endosó en préstamo a Manuel González: 34 años lo contemplaron en el solio.
El estilo personal del dictador, entre otros muchos testimonios, fue condensado magistralmente por el Periódico Oficial de Chihuahua en ocasión de la sublevación de Cusihuiriáchic de 1886: “A los bandidos ahórquenlos siempre. Si son viejos por los males que hayan causado y si son jóvenes, por los que van a causar”. Diez años después, cuando en el mismo estado estalló La rebelión de Pomposo Ramos Rojos -a causa de abusivos tributos-, Díaz telegrafió al gobernador Ahumada, ya derrotada la sedición: “De todas maneras, es necesario que esa gavilla desaparezca, procediendo con la mayor celeridad”. Era la extensión literal de la orden “¡Mátalos en caliente!”, dictada el 25 de junio de 1879 al jefe militar en Veracruz, Luis Mier y Terán, contra presuntos complotistas supuestamente militantes del lerdismo, y cumplida puntualmente.
Para efectos de la dictadura, cuyo depositario veía por todos lados moros con tranchete, dispuestos a malograr sus vesáncos designios de perpetuidad, ahí donde se diera cualquier signo de desobediencia política, todos los réprobos tenían que ser ejecutados bajo el estigma de bandoleros.
Todavía, en el crepuscular informe -canto del cisne- de abril de 1911, ante la XXV Legislatura federal, Díaz denunció que los alzamientos que se habían multiplicado en el estado de Chihuahua, Sonora, Durango y otras regiones del país, eran obra de “gavillas sin color político”, movidas por el espíritu de bandidaje. En Baja California serían bandas comunistas, en las que figuraban filibusteros norteamericanos con el proyecto de crear una república socialista. “Tan nefando propósito”, expectoró el tirano, “no podrá menos que provocar la más grande indignación en el país, y estoy seguro de que, en caso necesario, el pueblo mexicano, siempre celoso de su autonomía, acudirá a la defensa del territorio nacional”. ¡Mexicanos al grito de guerra!
Es de suyo indicativo que el inventario adjetival contra los opositores al
Héroe de la Paz, a la aristocracia de servicio -los Flores Magón, los Villa, los Zapata, los Madero y tanto combatiente anónimo- haya sido compendiado y reproducido por los publicistas de la contrarrevolución y recalentado a partir de la arribazón de la tecnoburocracia al poder público, particularmente durante los dos mandatos presidenciales del Partido Acción Nacional: Literatura que se ceba en los hombres, y hace abstracción del macizo de ideas que, desde el albor insurgente, pretendieron dar sustento doctrinario y programático a los movimientos emancipadores.
Nada se dirá, por supuesto nada se dice, del Círculo de amigos a los que el tirano cedió el rapaz usufructo del patrimonio nacional para comprar su voluntad y su complicidad. Gobierno de negocios, aquél, que Vicente Fox reeditó como gobierno de empresarios, por empresarios y para empresarios. Gobierno de negocios, aquél, en el que la raza maicera -nuestros indígenas- debía ser esclavizada, si no exterminada, por qué, a decir de Francisco Bulnes, su único saber, es saber morir: “El arte de morir”, afirmaba el ideólogo de la dictadura, “vale muy poco frente a frente de la alta ciencia de saber matar, ciencia exclusiva de pueblos ricos y progresistas”. Y, aquí y ahora, los jefes políticos, aunque carezcan del segundo atributo, lo mismo sienten voluptuosidad y fascinación y por la muerte.
{vozmeend}
Los legatarios del despotismo y la crueldad porfiristas están de regreso. Y organizan obscenamente festejos por el Centenario de la Revolución mexicana. Con su PAN que se lo coman. ¿Quién teme al 2012?
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