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¿Qué poseía la poesía más allá del anagrama?
La poesía es poseída en la intimidad de la lectura, apropiación absoluta cada que se topan un poeta de a de veras y un lector de a de veras… sobre la vista de un horizonte que rebasa el confín de una mirada.
Propiedad a ojos-vistas
Friederich Schlegel.
El poema es patrimonio de quien lo ha leído, del que más que en recreo, re-crea símbolos y paisajes, médula le pone al espíritu de retruécanos y metáforas de acentuada gravedad, y ve -en calidad de veedor- lo que ni el propio autor había vislumbrado; sin alambradas se adueña del canto de una piedra vuelta flor en lapidación de aromas, sin adivinar empuña poseedor la astrología, la libera luego desempuñada en la enigmática tempestad de un murmullo.
Aunque don Perogrullo acuse a tantos de plagiarlo en su poético didactismo, no es sobrante decir que la poesía es fundamentalmente un arte de palabra, palabra de arte que se puede disfrutar a través de trovadores o de algún declamador, sin embargo, su esencia estriba en la intimidad descrita, sin otro intermediario que el iris sin arco pero con más colores todavía alueguito de lo hojeado.
Nicolás Guillén.
Para Friederich Schlegel la poesía es filosofía y Sor Juana Inés ejemplifica lo atinado del aserto, en particular con su Primero sueño, libro-poema, zumo de palabra que extrajo el jugo de la luz, el Verbo otra vez mayúsculo, los músculos del alba distensándose a la hora de abarcar lo que habrá de ser iluminado en la bendición de una leída. Alas de ceniza, de María de los Ángeles Pérez Tejada, es otro poemario de dialéctica hermosura.
Poesíantillas o cual avispero el poema de la lectura irrumpe
La poética explicación del verso está en el alma y el tambor, verbigracia, la poesíantillas, el escrito lenguaje del caribe sobre un mar que dicta y dictamina. El Sóngoro Cosongo, de Nicolás Guillén, es la música apalabrada, la negritud que conjuga todas las razas y dispersa todos los prejuicios, libro y canto que el poeta -en la prerrevolucionaria Cuba- tuvo que publicar en edición de autor, ante la negativa del mercader que sólo y solo vio fugas sin Bach a la inversión, sin atisbar siquiera la majestuosa volatilidad del avispero.
Al bardo martiniqués, César Aimé, se le atribuye el término negritud en los deambulares de lo poético y la ensayística. Negritud en las nocturnas pinceladas de la piel, negritud en la planta cultivada del versificar tan revelado… del versificar tan rebelado.
Poesíantillas en Puerto Rico con el diepalismo, definición que varios críticos de la rama literaria dieron a la onomástica comunión de Diego Padró y Luis Palés Matos quienes, asimismo, caligrafiaron del oleaje espíritus y tamborines, al igual que Luis Muñoz Marín quien en algunos poemas concretó la libertad de una marejada… libertad que no proporcionó a su país, al convertirse en virrey de un Estado dizque libre y todavía más dizque asociado.
Cesaire Aimé.
Misma Poesíantillas que de vuelta en Cuba, en Cuba devuelta, logró Mariano Brull con puros nada impuros neologismos en su poema Filiflama, en el cual aparece el término jitanjáfora que utilizaría Alfonso Reyes en su análisis para tales menesteres de creación.
Más lejos y más atrás, Luis de Góngora hizo de la palabra el todo, le exprimió toda la sustancia que se localiza en el cómo decir, más que en el qué decir. El vate de la polémica votiva y, en más de uno de sus detractores, vomitiva, a lo largo de y ancho de las centurias es uno de los poetas más glorificados y a la par vilipendiados, al grado que la denominación gongorismo puede significar elogio monumental… o empapador insulto próximo al escupitajo.
¿De qué el verso versa?
Hurgar lo anatómico en la poesía resulta más arduo que indagarle una catedral a la humareda. Abundan los intentos y las pretensiones de haber descubierto las paradojas que arden una nevería bajo las venas ebúrneas de un poema, atrasito del mármol exhalado por los cantos rezagados en un ciprés, sin embargo, quien logró acertar de lo que verso versa, es el poeta estadounidense Archibald McLeish, al pontificar que “La poesía no se explica: La poesía es”.
Mariano Brull.
En el volátil poetizar hay una especie de epidemia volantinera de poetas que en el aire las componen, son algo similar a arcángeles-moscardones, plétora de alebrijes, discípulos de Avelino Pilongano que metaforizan sonoros cánticos imperiales, durante imperiosas estancias en la majestad de algún retrete.
Para unos, la poesía es lo que cimbra aunque el cielo se mantenga quietecito; otros le dan connotación de vehículo con lomos de centella, no falta quien le otorgue hasta efectos de laica, laiquísima, liturgia. Hay vates que sólo riman y vates que sólo reman… de los primeros, Octavio Paz alguna ocasión manifestó que son máquinas de rimar. En efecto, hay contadores de sílabas que a dos manos y el dedo gordo de un pie, a la perfección suman el endecasílabo, aunque sin sumar también sumen al poema.
Existen versiones sin perversiones referentes al oficio de los bardos: Sin ser orejas son oidores limpiecitos de toda inquisición… oyen de las hogueras vacías una salmodia de rosales; adhieren el tímpano a un goterón y traducen todo lo que no quiso proclamar el manantial; izan de una sombra caída la primera banderola de gran anochecer…
Sin poetas ¿cómo mecanografiarle al viento los silbidos?
Si los bardos no estuvieran ¿quién ayudaría a deletrear los guiños del eclipse?, sin bardos y sin bardas ¿en cuál pared adjuntar el sordo y sórdido avatar por la desaparición de aquel oidor?
En referencia a paredes, pinturas y borrones… en un muro del mercado artesanal de Balderas, recién había un mural en que al lado de otras figuras, compartía Frida Kahlo -desde un dibujo enorme- una gozosa estancia de graffiti, mural eliminado a brochazos de condenación, al unísono que el Senado pretende vender ése y otros locales de los que se proclama propietario, ¿sería asunto de legisladores ordenar difuminar el arte con que al azar se topaban ojos tumultuarios?
En una tapia situada enfrentito de aquel mercado, había un poema (mucho tiempo ha extinguido con todo y barda desbardada) con la signatura de Noé Tirado, versos escalonados en peldaños en los que en advertencia leíase
Qué carajos se haría sin poetas
La luna entonces sería potestad del cacarizo
del timbal de Dios sólo quedarían los cencerros
entre la neblina se perdería todo trashumante
el colibrí acabaría en lápiz carroñero
miar a oscuras vejigarían nubarrones
de un sexo de mujer huiría la crisálida
en una vomitada se hundiría el arca del primer borracho
el vaho en el espejo se volvería pus de mentiroso
del eco se oiría nada más el vozarrón de una eructada
el sediento apasionado sólo bebería en las tetas de la estatua
acallaría trovadores una caca de gorrión
a los viejos demolería el malecón de su primer mirada
los garañones del cerro ya no podrían venirse en el alud
los anacoretas dividirían su soledad de una tarascada
el orate carecería de crepúsculos para deshilachar
en florero invicto no cabría el sermón de la oropéndola
nadie alquilaría el lagrimal al fontanero
un zorro embriagador despellejaría vendimiarios
en añicos se multiplicaría el espejismo antes de la vendimia
el susurro sería boca muerta de manantial
la yegua dejaría de pronunciar una llamarada
a los huérfanos se les extraviaría el tono de aquella luz
el copal devendría lloradera de aserrín
ningún espejo del Usumacinta reflejaría la mujer que me miró
el chipi-chipi del primer santuario caería en vil escupitina
sin arrullos las ánimas se estacionarían en palomar
se apagaría el sol de tanto contemplar gitanas
transitaría un templo destemplado el feligrés
no habría más pajarería de ámbar que tributar al urinario
la hostia dejaría de ser clon del plenilunio
el cerumen no envolvería más lo ensordecido
al himen no lo visitaría la tuertez del inquilino
condicional y cantadito no conjugaría un son rojo la canícula
no habría decapitares a granel en puntos suspensivos de la cesta
zamparíanse cardúmenes la inmolación de una lucerna
del ramal podría evaporarse aquel arrepentir
no habría más pechos de diosa para la última sed
expulsaría el destino su interrogación
dolería la osamenta invertebrada un carajal
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