RETOBOS EMPLUMADOS PINO PÁEZ
“Presidentes” de comilla bien heterodoxas
HAY “PRESIDENTES” a los que la canija legalidá les tumba las comillas: Victoriano Huerta y su émulo austral Pinochet y, de nuevo por acá, el señor Salinas y don Jelipe, sin excluir de la nomenclatura a los que literalmente por sus pistolas… y las de sus oligárquicos patrocinadores, se turnarían la presidencia de la república, cuando el cargo lo ejercía Benito Juárez: Félix Zuloaga y Miguel Miramón, quien emitiera unos bonos muy premonitorios a lo fobaproa, tras el préstamo que le hiciera Jean Jecker de alrededor millón y medio (sólo la mitad en efectivo, lo demás en papeles para limpiarse el alma) a cambio de ¡15 millones! a devolver en tiempo reducidísimo y en dinero constante y tintineante, “deuda” y atraco de donde se aferró Napoleón III, El Chirris, en victorhuguiana paráfrasis, para “justificar” la invasión a México con todo y su maximilianada.
El chacal Victoriano Huerta
“Primer mandatario”, primerísimas comillas
El señor Zúñiga y Miranda no entra en este entrecomillado porque tan sólo actuaba en su fantasmal postulación en porfiadas elecciones porfirianas, ¡porque tan solo actuaba! en un sketch que -pese a libreto tan cacareado- hacía carcajear al dictador a lo Tablada, por las candidaturas de vodevil.
Se equivocan quienes equiparan al señor Zúñiga con Andrés Manuel López Obrador: lo de presidente legítimo no fue una gracejada, había en numerosos sectores una ebullición de inconformidad por el resultado electoral, al grado que el señor Fox designó al ingeniero Cárdenas coordinador del bicentenario, situándolo en hipotético interinato, por si el agua de lo camotes se ponía en alburero hervor de purgatorio. AMLO y miembros consentidos de su equipo, expresan -con otros términos pero idéntica terminal- que para controlar aquella combustión colectiva… instalaron un plantoncito en Reforma, del que sólo hizo berrinche el pequeñoburgués “automovilizado”.
Quien sí es un “presidente” empapado con todo el diluviar de las comillas… es Rodolfo Macías, el que por cierto interrumpiera un discurso del señor López Obrador pocas semanas atrás, devorando casi el micrófono, como si fuese barquillo de vainilla.
En 1988 don Rodolfo se proclamó “presidente” luego-luego de la caída del sistema, tras un maquiavélico tropiezo de apagones. En pleno Zócalo el señor Macías juraba a lo María Grever su investidura, en símil de avícola tenor que pronuncia la altísima tesitura de su gallinero. Se rumoró que venía de EU donde laboraba en un restaurante y que, fatigado de lavar sobras de hartazgos ajenos y servir mesas en la que nunca se sentó ni se asentó… decidió morar en Los Pinos, aunque más de uno le sugirió mejor residir en los risueños albergues del Bernardino.
Retornaría en el ’94 en su doble condición de “presidente” y candidato a la sillísima de abarcadoras apoltronadas. Uno de sus “oponentes” era Rafael Aguilar Talamantes, candidato, él sí con registro a la grande desde un ferrocarril que le alquilaron los Hermanos Atayde con todo y voltereta de carrusel.
Don Rafael desafió a sus competidores a un debate en el monumento a la Revolución. Muchos aseguraron que ninguno acudiría al reto, ¡cuánta equivocación!, el “presidente” Macías sí llegó, puntualito y fresco, pero aquél sólo se la refrescó, hizo alusión de amargos orígenes y lo mandó mucho a la… localidad donde se dice que nada más cabe la orfandad de los añicos.
Rodolfo Macías, este 2012, regresa como “presidente” en el exilio, vuelve a jurar y a perjurar lo ya juramentado y en tal pleonasmo triangular informa que con su sola persona mandatara en sacratísima trinidá en la gloria terrenal de la nueva Castañeda.
Nieto del Benemérito y “presidente” en la desolación de las comillas
José Sánchez Juárez, quien por abuelo materno tuvo a don Benito, se declaró “presidente” de la república, aunque de manera provisional en lo que calentaba el sillón a ¡Félix Díaz!, el sobrinito de don Porfiriote, en una pre-versión y perversión más loreta aún que la del “presidente” Macías y los sentones de poder en la grandota.
El dato lo da Baldomero Menéndez y Acebal en Andanzas, una edición de autor impresa en 1937, autobiografía que describe paisajes, en especial relacionados a la Revolución Mexicana, desde una perspectiva más conservadora que una lata de chipotles Hérdez y de cuyo libro habrá alguna crónica en Retobos Emplumados.
Don Baldomero, español aquí domiciliado, comenta en sus Andanzas que un nieto de Benito Juárez García -José Sánchez Juárez- “en Oajaca, con un pequeño grupo de hombres (…) se proclamó Presidente Provisional de la República Mejicana, en nombre del general don Félix Díaz”.
Mayúsculas y jotas son potestad del señor Menéndez, no se olvide que el desarraigo de las equis que varios aún estilan, más que yerros ortográficos, significa una postura hispanófila de aceda consonante colonialista.
El autor explica que el “presidente” felicista era hijo del hispano José Sánchez Ramos, que ocupara la presidencia del Casino Español y la del “Banco de Londres y Méjico, S.A.”, el ensayista no menciona quién fue la mamá, quizá haya sido María Juárez Maza cuyos padres eran don Benito y Margarita Maza Parada y entre los hermanos de aquélla está Felícitas, matrimoniada con otro Sánchez Ramos: Delfín, oriundo de España como su fratelo José y, al igual que éste, enriquecido en espiral en el porfiriato.
Tampoco menciona el hacedor de Andanzas en qué fecha el nieto del Benemérito se abrogó el titulito de “presidente” provisional, 1919 es el año posible porque lo que sí redactó es la etapa del carrancismo, al parecer la parte final, pues en el ’20 don Venustiano fue asesinado. Cayó y calló preso el “presi” de ocasión, pero antes de que le hicieran un juicio de guerra que lo reclinaría en los cargamentos del paredón… la Cruz Roja Española -de la que don Baldomero era representante en México- y la colonia hispana… rogaron piedááá por el joven Josú -Josesito que ¡jolines! na’má se divertía en la inocentáa de una aventurilla y ¡arza! que por su abuelo bien merecía la compasió.
Fueron oídas las peticiones con mayor benevolencia que las sorderas que oían los oidores de la inquisición. No tuvo el nietecito que sopesar ninguna pared grandota ni curtirse de sombra el perfil en las prisiones. No sería un deducir más prolongado que una calzada… conjeturar que el ex “presidente” provisional, asaz agradecido, se volvió tan andalú como un bailaor de cante jondo en el tablao, ¡hostias!
“Presidente” contra Alemán pero también progringo
Ezequiel Padilla Peñaloza, despuesito de las elecciones del ’46, fue proclamado “presidente” de México en los yunaites, en declaración hecha de una evaporada por caballeros que hubieran encajado a la perfección en gabinetes de Pinochet, Somoza o Fujimori: Manuel Peláez, alfil de magnates petroleros en la Huasteca y azufrino servidor de Victoriano Huerta; Jorge Prieto Laurens, más que creador, criador de lúgubres membretes anticomunistas, maiceando fachos sin dolor espero con dólares de la embajada USA; Melchor Ortega, quien junto a Elías Calles y Luis N. Morones salió desterrado por el presidente Cárdenas, en trinitaria excomunión de golpistas golpeteados.
El señor Padilla, siempre fue un ente asaz conservador, uno de los fundadores de la Escuela Libre de Derecho, extractora de personajes y personeros de la derecha más esquinada. Y ya que de esquinas fue lo precedente, habría que hablar no de calles, sino de Calles, del cual don Ezequiel fuese un subalterno de súbito casi súbdito, mientras don Plutarco fuera no lo máximo, pero sí el máximo.
Alfredo Cortés Rito en La verdad sobre Padilla,en otro pasaje autobiográfico, como el del caminado Andanzas, evoca asimismo en edición de autor y con la misma maraca sonajeando a la derecha, la conformación de un “congreso padillista” en Estados Unidos que nombró al señor Padilla “presidente” de la república porque en la contabilidá sin ábaco pero con magia de tales “congresistas”, don Ezequiel se llevó ya no de Calles, sí de calle, la sufragada sumatoria.
Don Alfredo era integrante del Partido Democrático Mexicano, amasado de volada en los molinos de la grilla, a fin de catapultar la candidatura del señor Padilla; el autor de La verdad… compitió en esa contienda por una senaduría oaxaqueña y aunque en su libro no lo señala, apartada de toda ingenuidad se hallaban los seguidores del señor Padilla, a los que sus contrincantes quizá definían pandilla, por fresquísimos antecedentes no fascinantes, sino fascistizantes, de varios de sus dirigentes. Y no había candor porque don Ezequiel era uno de los predilectos cachorritos del imperio. El error estriba en que había otro “Cachorro de la revolución”, en lombardoteledana bautizada, más predilecto todavía de la Casa Blanca: Miguel Alemán Valdés, invariable míster amigouuu del imperialismo.
En tanto el señor Padilla en su carácter de “presidente” daba conferencias contra el comunismo en universidades estadounidenses… el presidente Alemán acuchillaba el 27 constitucional; en tanto el “presidente” Padilla en sus “magistrales” charlas abogaba por la eliminación de lo rojo hasta en el mole poblano… el presidente Alemán reprimía trabajadores; en tanto el “presidente” Padilla se inclinaba por una economía más abierta que un bostezo… el presidente Alemán imponía el “desarrollo estabilizador”. En realidad eran lo mismo y lo mesmo, pero uno era “presidente” y otro presidente.
En los prolegómenos de la “resistencia” padillista se resolvió, en lo que a don Ezequiel le aseaban la sillota de ajenas sentadas, designar “presidente provisional” a ¡Manuel Peláez! en un chou tan logradamente vodevilesco, que hasta los perdonaron y volvieron jocosos al país igual de progringos pero ya sin el agringadísimo señor Padilla, a loar aun míster amigouuu que los recibió con una hamburguesa y una risotada.
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