RETOBOS EMPLUMADOS PINO PÁEZ
Vidrierías a cronicar
(Al estupendo actor Harold Torres, por su talento y bonhomía)
Hay personas en extremo sensibles, quebradizas, no pusilánimes, detentadoras de una fragilidad superlativa que -por ejemplo- frente al sarcasmo se agrietan como el espejo de un lago herido por la intromisión de un reflejo. Miguel de Cervantes y Saavedra, en su gran relato El Licenciado Vidriera, hace de la vida un cristal en permanente antelación de los añicos; así, la víspera es lo que lastima, la premonición de culminar en la superlativa intimidad del cristalazo.
Alud presagian las palmadas
En la referida obra cervantina, don Miguel asienta que Xochimilco es una joya de agua superior a la de Venecia. Venas y más venas de reverbero de oídas veía el polígrafo en la maravillosa linfa mexicana. Por eso ansiaba venir a estos lares, para reflejarse en el quieto fluir de sus lunas recostadas. Al autor, empero, sólo le dieron empleo en una aduana, donde fue acusado de practicar el dos de bastos y metido a chirona, sin bastos pero a dos, pues en la cárcel coincidió con otro colega de pluma y reja: Mateo Alemán, creador de la picaresca narración Guzmán de Alfarache en la cual, según analistas, Fernández de Lizardi se inspiró para El Periquillo Sarniento. En prisión, El Manco de Lepanto, pergeñó su Quijote, el que salió inspiradode la sombra rumbo a la hostia del sol, con que los locos comulgan la luz de su grandeza.
Don Mateo sí llegó a México acompañado de Juan Ruiz de Alarcón, a quien por cierto Su Canija Majestá diera unaaviaduría americana de “inspector der pulques”, preocupada la corona porque la clientela de las pulcatas(negros e indias, indios y negras)empezaba a intimidar en dos sentidos: el de los sabrosos pecados de la carne… y en la intimidación a la corona porque entre sorbo y sorbo de tlachique, y entre jadeo y jadeo sobre los catres… también junto al sudor de la pasión se conspiraba.
Al igual que a Cervantes, a Herman Melville le dieron su aduana, sin mazmorra aunque con ninguneo a su literatura, hasta que décadas después de muerto alguien reditó su Moby Dick y la novela rápido se izó en bandera en asta de obra universal, lo mismo que otros textos suyos, entre éstos, Mr. Bartleby, extraordinario relato de la poliédrica complejidad humana, antes de los escritos de Kafka, los adentros y lo exógeno que se resopla en la irresolución de un crucigrama. Borges, es otro escritor que recibió un cargo público que le pesó una punición: inspector de carnes, cuando a don Jorge Luis rastros, carnicerías y colgajos de cadáveres le producían un temblor de maraquero, a excepción de los bifes ocultos engeneroso diluviar de chimichurri.
El Licenciado Vidriera es uno de los primigenios antecedentes del arte respecto a que la vida puede ser un cargamentoque duele resoplar, de que ser no es un signo a descubrir en la operación de un vistazo, cada uno es el estibador de su existencia, un buque imposible de descargar, el pálpito y el resuello, todos de vidrio, por huesos una obra calcárea de cristal y en las espaldas una descubierta luna de ropero, en que un alud presagian las palmadas, cualquier tacto rompe, quiebra la frente con una persignación, muele mejillas la caricia de una mujer. Uno es de vidrio con el único e inmediato destino del quebranto.
Cuando los sesos se cristalizan rompen el pensamiento
Además del Licenciado Vidriera, han surgido otras anatómicas cristalerías, verbigracia, el barón Marley, personaje fugaz en Príncipe y mendigo, novela de Mark Twain, que se creía con cabeza de vidrio, aparte de ser hijo de María Magdalena, aunque el autor no se atrevió poner en labios del orate Quien Era El Padre, en una sacratísima genealogía de manicomio y ficción.
Príncipe y mendigo no tardó en erigirse en clásico, fundamentalmente escolar, texto requerido en diversos colegios del mundo historia donde la dualidad física juega un rol estelar, trama en diversas narrativas, en las cuales descuella El doble del rusoDostoivesky o El otro yo del español Miguel Sawa, sin exentar La hermana impura del mexicano Puig Casauranc… La imagen literaria y casi religiosa de que cada quien posee -en alguna latitud del mundo- un ser idéntico escapado de la interioridad del reverbero.
A diferencia del relato cortito en extensión de Cervantes, pero monumental en su logro estético y filosófico…la referida novela de Twain, bien escrita y armada carece de verosimilitud en varios episodios de más de 200 páginas, en los que el lector debe conceder credibilidades al mayoreo, empero, Príncipe y mendigo tiene asimismo cualidades copiosas que la eximen de novela fútil en que varios analistas la han atado, entre quienes se encuentra Arturo SoutoAlberce, quien con Eugenia Revueltas colaborara en La experiencia literaria, revista de la UNAM, y en cuya columna juzgó malograda esta redacción de don Mark, al que también cuestiona su silencio durante la guerra de secesión y los ataques contra la escritura de Allan Poe, a la que calificaba rebuscada y criptográfica, similar definición que otros han ejercido contra Góngora, cuya obra, afirman sus pleonásticos execradores, sólo puede entenderse en la más honda profundidad. (¿Podría haber un elogio involuntario más grande a la obra Poética y gongorina?).
En realidad Mark Twain, pseudónimo de Samuel L. Clemens, sobrenombre de discurso marino que significa “marca dos sondas”, apodo que primigeniamente usara un marinero de nombre Isaac, sin biblia pero con barco e imprenta periodística… sí tuvo expresiones, orales e impresas, contra políticos reaccionarios como Teodoro Roosevelt, el expresidente gringo que se lanzara contra el entonces jefe de la Casa Blanca, Woodrow Wilson, porque en el ’14, tras invadir Veracruz, no se apoderó de todo México pa’convertirlo de plano en una estrella-estrellada de su constelación depredadora, amén de otras actitudes markistas versus todos los imperios.(Ojalá que los cábulas duendecillos de la imprenta no junten lo inseparable, como acaeció en recientes retobadas en que… sin dolores pero… en añicos lo arrejuntaron en dolor espero, entre otras cábalas-cábulas).
La obra de Twain es prolífica y desigual, decenas y decenas de libros donde lo histórico y legendario se entrelazan, aparte de ser uno de los más fructíferos autores de la picaresca en EU. En Príncipe y mendigo arriesgóponer frases inventadas en labios que fueron reales, de una de las realezas más sanguinarias: Enrique VIII, el misógino decapitador, y oraciones sin misal pero con gramática de sus hijos Eduardo e Isabel a cuya “”pureza”” muy entrecomillada un pirata crearía el virgencito estado de Virginia… eso únicamente lo consigue un artista al que no le tiembla el pulso ni la pluma, aunque aquí el vuelo no haya sido muy elevado, puesto que don Mark se atareó en demasía en minucias que a más de un lector dejaron en símil del incrédulo Santo Tomás.No acentuó hallazgos que hicieran crecer la aventura en odisea, como ese apenas esbozo de parrafito acercadel hombre con cabeza de cristal al que le hería una vitrina lapidada el pensamiento, como si apedreadores paridos de la niebla pretendieran lincharle las ideas.
Una masticada lectura de los reflejos
Heraldo del Torreón con ahínco leyó El Licenciado Vidriera y Príncipe y mendigo, tan a la letra consumió ambos textos que, de a de veras, sin fábula ni retórica que amnistíe… resolvió devenir en aquel abogado quebradizo y en el descrito barón con testa de cristal, como si flores de germinación siempre marchita tuvieran asilo en la sesera.
Heraldo, para ello, recurrió a loxenopático, esto es, a que algo ajeno a su cuerpo, se volviese huésped en condominio individual. Y empezó a masticar vidrios, a mordisquear botellas hasta los suplicios de la chimuelez, a pasarse como píldoras de suicida trozos de un espejo… después de contemplarse en él durante minutos limpiecitos de todo parpadeo.
Del Torreón salió indemne de su valeroso deglutir, igualito que un faquir que tras almorzarse un platón de retrovisores, por dentro avista la plenitud de sus pretéritos enmagnífica digestión, aunque a diferencia del Licenciado y el Barón… no temía que a empujones chiquillos lo esparcieran, ni se creía hijo de la Magdala: sólo tenía la certeza de que quienes lo veían… en él se reflejaban en primogenituras al múltiplo, nacidas en el fragor de las mirares.
Heraldo del Torreón acabó convencido de que una población brotaba de sus mismísimos refractares: él y más él como El Doble de don Fedor; él como Los Tres Huastecos de don Ismael, pero al cubo de gestante reincidencia; él con sosias y clones en instantáneas muchedumbres que hasta de reojo le florecían.
Del Torreón no se pudo sustraer del envidriado temor, muy distante al miedo de seres twainescos y cervantinos, su terror procedía de una gran preocupación por los tumultos, de que si él se rompía… las enormes manifestaciones humanas surgidas de su reflejo, al unísono terminaríanen matanza de reverberos, en el más apiñado genocidio de los añicos.
Heraldo, a fin de proteger a la humanidad, se recluyó arrinconado como un jarrón. Del Torreón no sale ni permite que lo vean bajo su envoltorio de sábana negrísima cual mortaja de intenso anochecer. Heraldo del Torreón oculta todos sus fulgores, para que no sucumba el gentío que de un vistazo le plagió porte y perfil en renacimientos de cristal.
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