OBSERVATORIO 2012-2018
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
Pedro Ramïrez Vázquez
EN HOMENAJE A PEDRO RAMÍREZ VÁZQUEZ López Mateos y Torres Bodet: Dar
coherencia doctrinaria a la educación
Ver cosas nunca oídas, ni aun soñadas…
Bernal Díaz del Castillo
SOLAMENTE NOS REFERIMOS a la zona central de la actual
República mexicana, para remitirnos al conocido como México antiguo. Y
únicamente daremos estos puntos del cuadrante: Tehotihuacán, Tula, Cholula,
Culhuacán, Azcapotzalco, Texcoco, Tlaxcala y México-Tenochtitlan.
Bernal Díaz del Castillo -Historia verdadera de la
conquista de la Nueva España- lo escribió con esta emocionada sintaxis:
Y desde que vimos
tantas ciudades y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes
poblazones, y aquella calzada tan derecha y por nivel cómo iba México, nos
quedamos admirados y decíamos que parecía las cosas de encantamiento que
cuentan el libro de Amadis, por las grandes torres y cúes y edificios que
tenían dentro del agua, y todos de calicanto, y aun algunos de nuestros
soldados decían que si aquello que venían si era entre sueños, y no es de
maravillar que yo escriba aquí de esta manera, porque hay mucho que ponderar en
ello que no se cómo lo cuente: ver cosas nunca oídas, ni aun
soñadas, como veíamos.
¿Era Díaz del Castillo un populista; un nacionalista
trasnochado? Era un cronista, relator de las hazañas de los conquistadores
españoles, que se adentraron a ese mundo que tenían por bárbaro.
Díaz del Castillo nos pinta apenas un retablo literario
de las antiguas civilizaciones “creadoras de la grandeza maya, mixteco-zapoteca
de Oaxaca y náhuatl (tolteca-azteca) del altiplano central de México…”. (Miguel
León-Portilla).
Cinco siglos
después
¿Dónde se encuentra esa ruta de navegación retroactiva
hacia nuestros orígenes culturales? En el Museo
Nacional de Antropología e Historia, de la Ciudad de México.
Corte, y lleguemos 500 años después a la siguiente estación:
¿Cuántos egresados de la universidad privada contemporánea nos pueden exhibir
en México algo que se parezca al portentoso itinerario del Ferrocarril
Chihuahua al Pacífico con su alucinante Barranca
del cobre, o a la monumental
presa Nezahualcóyotl (Malpaso, Chiapas), que gobernó los broncos
afluentes del río Grijalva? Tláloc
De ciudades
habitacionales en la Ciudad
de México está hecho el Distrito Federal: Ciudad
Nonoalco-Tlatelolco; de ciudades del conocimiento, la Ciudad Universitaria, etcétera. ¿Dónde están los
nuevos complejos de ingeniería y arquitectura que acrediten su funcionalidad y
su función social?
El ferrocarril norteño, materializó la estampa de un
sueño del utopista decimonónico Albert Kinsey Owen, imaginante de la Primera Colonia
Socialista de América, en el ahora pujante Valle del Fuerte, Sinaloa.
Fue inaugurado por el presidente Adolfo López Mateos en 1961. La obra de la
presa sureña, fue acometida por el gobierno del presidente Adolfo López Mateos
en 1958, y concluida en 1966.
En los años 30s. del siglo pasado, el joven y jovial
caminante López Mateos se había fascinado ante la vista de los monumentos
ceremoniales de la cultura maya en territorios chiapanecos y guatemaltecos. De
aquella aventura intelectual surgió en 1964 el Museo Nacional de Antropología, síntesis de siglos civilizatorios y
reto a la preservación de la identidad nacional.
“Preguntas de un obrero que lee. ¿Quién construyó Tebas/ la de los
siete puentes?/ En los libros aparecen los nombres de los reyes/ ¿Arrastraron
los reyes los bloques de piedra?/ Y Babilonia/ destruida tantas veces/ ¿Quién
la volvió a construir?/ ¿En qué casas de Lima vivían los constructores?/ ¿A
dónde fueron los albañiles/ la noche que
terminaron la muralla china?/ La gran Roma está llena de arcos del triunfo/
¿Quién los construyó?... (Bertolt Brecht.)
Constructores y
custodios de identidad nacional
La primera década y pico del Tercer Milenio mexicano
-tercera de la era neoliberal- nos ha dejado a los compatriotas ausencias y
lutos colectivos. Metralla a granel, disparada por la barbarie -el hambre
incluida-, se ha cebado en millones de hogares habitados-abandonados ahora por
viudas y huérfanos. Pero el aula y la tinta se han visto también desoladas. Mario Pani
La docencia, la ciencia, el arte, la filosofía, la
técnica, la literatura mexicanas: La conciencia humanista nacional-universal en
sí, en esas disciplinas condensada, registra dolorosos vacíos creadores. No
digamos imposibles de llenar. Digamos difícil de hacerlo, cuando la Academia pública está
siendo aprisionada por las compulsiones tecnológicas que convierten al hombre
del poder en androide y a la sociedad en inerte sujeto consumista.
Como no somos necrófagos de los que construyen helados memoriales
a los difuntos, no contamos ni nombramos a los muertos, por no incurrir en
involuntarias omisiones. El conjunto de los hombres de pensamiento y acción
desaparecidos en recientes años pasados, esculpidos en su mayoría por la Universidad pública,
genera un déficit que se abona, en cambio, a la insensibilidad cibernética,
marca de la casa de la tecnocracia formada en planteles extranjeros. Esa
arrogante casta constituida por analfabestias
funcionales que asuelan eso que
todavía en años no lejanos se sentía como Patria.
Pedro Ramírez
Vázquez
Por esas cosas tan absurdas de la muerte, el arquitecto
Pedro Ramírez Vázquez quiso morir el mismo día (16 de abril) en que debió
celebrar sus 94 años de fecunda creatividad. Acaso escogió premeditadamente la
fecha como postrera forma de festejo y despedida. El día siguiente, 17 de
abril, se cumplieron 111 años del nacimiento del maestro don Jaime Torres
Bodet.
Sin ser biológicamente contemporáneos, Ramírez Vázquez
comparte sin embargo méritos con el arquitecto Carlos Obregón Santacilia, a
quien en la primera mitad del siglo XX correspondió introducir la arquitectura
moderna en la Ciudad
de México. A éste tocó culminar el complejo del monumento a la Revolución, la
remodelación del edificio del Banco de México, la construcción del emblemático
edificio Guardiola y el de la sede central del Instituto Mexicano del Seguro
Social (IMSS; así como los hoteles del Prado (destruido por el terremoto de
1985), que albergó el polémico mural de Diego Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda central, y Reforma, ahora en sueños.
Tercero a la derecha: Obregón Santacilia
Más próximo estuvo Ramírez Vázquez del arquitecto Mario
Pani Darqui, otro cautivo del restirador y
la plumilla, creador de Ciudad Universitaria y del conjunto Tlatelolco,
cuya torre que dio sede a la
Secretaría de Relaciones Exteriores y la plaza de llamada de
las Tres Culturas fueron concebidas por PRM. De éste es también la Unidad Habitacional
El Rosario.
El entorno espacial-arquitectónico de la Ciudad de México
difícilmente se puede explicar sin la obra de Ramírez Vázquez, a quien tocó
levantar iconos en los cuatro puntos cardinales de la capital del país: Hacia
el poniente, el Palacio Legislativo de San Lázaro; hacia el sur, el Estadio
Azteca (que tiene su réplica en el Estadio Cuauhtémoc, de la ciudad de Puebla);
hacia el poniente, el Museo Nacional de Antropología, y hacia el norte, la
nueva Basílica de Guadalupe.
Laureado muchas por su obra y versátil en su actividad,
Ramírez Vázquez fue controvertido presidente del Comité Organizador de los
Juegos Olímpicos de 1968 (controvertido, por incluir en la invitación a la Sudáfrica del hapartheid; invitación finalmente cancelada) y titular de la extinta
Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, primer esfuerzo
gubernamental para el ordenamiento territorial y visual del país. Su diseño de la Escuela Rural es
todavía modelo recomendado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Cultura y la Ciencia (Unicef). Fue
fundador y primer rector de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Al
morir, pertenecía al Consejo Consultivo de Ciencias.
Estudiar,
conservar, divulgar…
El catálogo de Ramírez Vázquez es vasto y diverso. Ahí
están, la Escuela
(hoy facultad) de Medicina o la obra de dignificación de La Lagunilla-Tepito,
y hasta el logo de Televisa. De él es la concepción de los museos de Arte
Moderno, del Templo Mayor del DF; de los Presidentes, en Coahuila; Amparo, de la capital poblana; de las Culturas Negras (Senegal) y de la
iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en Tocumbo, Michoacán. La megatorre
Omega, también en la Ciudad
de México, es producto de su numen.
López Mateos.
Si pudiera hablarse de la “obra cumbre” de Ramírez
Vázquez, se propondría el Museo Nacional de Antropología. Santuario actual de
las más preciadas e informativas colecciones de arqueología y etnografía, fue
un proyecto inspirado en la necesidad de contener el depredador saqueo que por
siglos habían sufrido los vestigios de las naciones originarias de México.
“Estudiar, conservar y divulgar el patrimonio cultural”, fueron los tres verbos
que se conjugaron para darle sentido y dirección a nuestra identidad nacional.
Que su patronato guíe su esfuerzo de preservación con el lema Más
allá del tiempo, sintetiza bien la idea de quienes impulsaron
originalmente la monumental iniciativa, cuya insignia es el Dios Tláloc.
Jaime Torres
Bodet
La
Unidad
Profesional
de Zacatenco, del Instituto Politécnico Nacional, lleva hoy el nombre de Adolfo López Mateos. Hablar de López
Mateos y Ramírez Vázquez no puede disociarse del propósito nacionalista de dar coherencia
doctrinaria a la educación en México. El rector de este imperativo fue,
sin duda, don Jaime Torres Bodet, dos veces secretario de Educación Pública. La
segunda, con López Mateos, periodo en el que nació el Museo Nacional de
Antropología.
Jaime Torres Bodet.
La gestión educativa de don Jaime Torres Bodet dejó su
impronta en dos obras ahora sólo consultadas por quienes tienen empeños
intelectuales y patrióticos: México y la Cultura y la Biblioteca
Enciclopédica Popular, y dos acciones de
gobierno: El Plan de Once Años y la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. Ésta
última, objeto de una insultante rebelión de los sectores clerical y
empresarial. Hasta la fecha.
Aquél, era el tiempo en que los gobiernos
posrevolucionarios pensaban en educadores al delegar la Secretaría de Educación
Pública. Congruencia pura. Ahora que se blasona de rescatar la rectoría de la Educación por el Estado,
¿tienen idea los exégetas de qué están hablando? Pongamos de testigos a los
niños y a los jóvenes mexicanos de este siglo: ninis, se les tipifica hoy para no codificarlos como generaciones
perdidas. Es cuanto.
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