Hasta el momento en que cerramos estas notas (17:00/15/VII, hora de México) no hay indicios de que durante su estancia en París, el presidente Enrique Peña Nieto haya hecho contacto con el tampiqueño José Ángel Gurría Treviño en su despacho de la Secretaría General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
De haberlo hecho, el mandatario mexicano acaso habría recibido en mano una copia calientita del reporte de la OCDE sobre las Perspectivas del Empleo, en el que se consigna que, entre los trabajadores de los países miembros, los compatriotas son los que más horas-hombres laboran, con un record de dos mil 228 horas al año (199 más si tienen una jornada adicional). En eso sí son líderes obreros y empleados mexicanos.
 Algo de desconcierto -si algún remanente queda de la capacidad de asombro- hubiera generado el dato de que, contra ese campeonato laboral de los mexicanos, el régimen de remuneración los coloca en otro record, éste adverso: Entre los países evaluados, son los que más bajos salarios reciben. Si se da por buena, la media salarial sería de unos 12 mil 850 dólares anuales per cápita.
Es absolutamente posible, sin embargo, que esa media resulte de promediar los ingresos de la alta burocracia pública y los de los altos ejecutivos de la empresa privada, y los que tienen ocupaciones precarias.
Porque -como consecuencia de la política de topes salariales impuesta por el Fondeo Monetario Internacional (FMI)- los mínimos apenas alcanzan poco más de 20 mil pesos al año; esto es, unos mil 300 dólares anuales. La masa laborante que depende de este régimen, según los datos más confiables, la forman más de siete millones de individuos.
Aún los trabajadores en los países que se liberaron de la órbita soviética, por menos horas laborales, alcanzan hasta 23 mil 681 dólares anuales, como es el caso de los polacos.
En la industria automotriz, mil por ciento de diferencia
Otro enfoque comparativo más representativo -éste no lo hace la OCDE- podría ser el régimen salarial en la industria automotriz que en México se dedica al ensamblado y a la exportación de automóviles.
Para situarnos entre socios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un obrero automotriz de Canadá recibe un salario-hora de 40.40 dólares, en tanto que un mexicano tiene una remuneración de 3.95 dólares-hora, una diferencia de más de mil por ciento en favor del canadiense.
Ese solo dato explica -como se explica también en otras ramas de la industria maquiladora- la gran preferencia que los inversionistas extranjeros en la industria del automóvil tienen por México que, además de un régimen fiscal complaciente y tarifas energéticas preferentes, así como la disposición casi a título gratuito de parques industriales, ofrece una de las manos de obra calificada más baratas del mundo, con el mayor mercado de consumo a un paso de la frontera. Toda una ganga.
Salario mínimo
Decantemos el tema desde otro enfoque, pero conservando la base del salario mínimo diario en México a razón de un promedio de 68 pesos. Dijimos que eso da al año poco más de 20 mil pesos en el supuesto de que el trabajador labore los 30 días del mes, en cuyo caso su retribución será de unos mil 800 pesos mensuales.
En la casa de enfrente, otro es el feliz paisaje
En la casa de enfrente -digamos en Los Pinos-, el mínimo ingreso de un empleado que cobra por honorarios es de 8 mil 565 pesos al mes. Esto es, unos 283 pesos diarios “devengados”, además, en semana inglesa.
 Si dejamos la encuesta en ese punto, la inequidad y la iniquidad no resultan tan dramáticas. Pero los empleados por honorarios son los menos. La estructura de mando del personal al servicio de la Presidencia de la República está integrada por puros cuadros de dirección.
Desde esa perspectiva, resulta que el promedio de las remuneraciones a tanto y tan privilegiado funcionario es de 204 mil pesos mensuales, incluyendo el sueldo del jefe del Ejecutivo.
Si Pitágoras no se equivoca, entonces cada funcionario en Los Pinos, con independencia de su productividad, recibe el equivalente a tres mil salarios mínimos al mes, sin considerar bonos por supuestos riegos, primas vacacionales, aguinaldos, etcétera.
Por supuesto, todo va con cargo a los contribuyentes, con cuyos impuestos se forma la partida (2015) de dos billones 130 mil 737 millones de pesos del gasto corriente de la Federación, cuyo uno de sus apartados va a “previsiones salariales y económicas”; esto al tabulador salarial para alimentar a una acerdada burocracia federal, que con la de los estados y los municipios suma más de ocho millones de zánganos.
Evaluaciones de la citada OCDE concluyen que, la mexicana, es una de las burocracias más caras del mundo, que preside el club de los ricos, en el que México aparece como el compadre pobre y, como tal, endeudado con casi ocho billones de pesos, sólo en el renglón de deuda pública. Pero la OCDE habla del mexicano más trabajador y peor pagado, y se queda tan campante.
Lo que viene con el Presupuesto base cero
Ahora estamos parados frente a la novedad de que los criterios de política económica para 2016 tendrán como referente la base cero que eliminará no pocos programas y compactará más de 250. Es de colegirse que ese ajuste impactará la mayor parte de las políticas públicas, incluyendo la de inversión en infraestructura, relativamente productiva y reproductiva. Lo dice la conseja popular: Éramos muchos y parió la abuela.
Con todo y que en el orden de la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2016 se habla de austeridad, no se ven señales de que el gasto corriente del priismo renacido vaya a ser tocado para no alebrestar al pesado y esclerótico mastodonte burocrático, pues los hacedores de la política financiera suplican: ¡Ay rata, no te revientes, que es el último jalón! mientras tenemos el llano en llamas. Es cuanto.
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