La economía mexicana es la 13 a escala mundial, pero tenemos un rezago ancestral. José Antonio Meade, titular de Sedesol
Al anochecer del 1 de noviembre de 2016, el mundo sabrá quién es el nuevo Presidente de los Estados Unidos. Si para entonces se conservaron las actuales tendencias de la intención del voto, eventualmente el Salón Oval de la Casa Blanca hospedaría a la primera mujer presidenta USA: Hillary Clinton, quien contiende por el Partido Demócrata (PD).
En un debate televisivo montado por la cadena CNN el pasado 13 de octubre, Clinton, ex senadora y ex jefa del Departamento de Estado, denunció la desigualdad económica que divide a la sociedad estadunidense y se comprometió a combatir todo tipo de inequidades socioeconómicas.
En la relación bilateral México-Estados Unidos, la imaginaria nos prefigura el siguiente y ominoso escenario a partir de enero de 2017: Una potencial Presidenta estadunidense, que en su oportunidad denunció el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (ATP) porque, dijo en el programa Newhour, no podemos dar el beneficio de la duda a los nuevos acuerdos. “Los riesgos son demasiado elevados y, a pesar de nuestra voluntad, terminan por hacer más mal que bien a las familias estadunidenses, cuyos salarios apenas se han movido en los últimos años”.
Así habló la prominente ciudadana de la Nación cuya economía lidera a las del resto del mundo y a la que está anexada la de México. Si mantuviera su posición electoral en el ejercicio de su posible mandato, Clinton tendría en México una contraparte gubernamental que ha apostado todo el capital político que le resta en el sexenio al ATP porque, sostiene, sacará de la miseria a los compatriotas.
Previo a la declaración de Clinton, la AFL-CIO, la más poderosa central sindical de los Estados Unidos y bastión electoral del PD había exigido se dieran a conocer públicamente los aspectos secretos del ATP, pues, “apresurarse a un mal acuerdo, no traerá estabilidad económica a las familias trabajadoras”. Todavía días antes (2 de octubre) de que se diera por firmado el ATP, el Premio Nobel de Economía y economista jefe en el Instituto Roosevelt, Joseph E. Stiglitz, al alimón con Adam S. Hersh, economista senior en ese instituto e investigador visitante en la Iniciativa para el Diálogo Político de la Universidad de Columbia, suscribieron: “El señor Ildefonso Guajardo Villarreal, secretario de Economía del presidente Enrique Peña Nieto, se está apresurando para viajar a Atlanta con la esperanza de finalizar un nuevo acuerdo (el ATP), que ampliará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a otras nueve economías de Asia y el Pacífico.
“A partir de la experiencia pasada con acuerdos comerciales liderados por Estados Unidos y lo que hemos podido deducir de documentos filtrados de debates de carácter confidencial, es claro que las esperanzas del presidente Peña Nieto se encuentran fuera de lugar. Los negociadores de México parecen estar a punto de rendirse ante las demandas de empresas de los países avanzados, sin beneficios para su país.
“Todavía se mantiene la controversia acerca del TLCAN. Muchos sostienen que la crisis financiera que ocurrió menos de un año después de iniciado el acuerdo (se colige que se refieren al error de diciembre de 1994), se debió al propio TLCAN. Los agricultores mexicanos de maíz pobres debieron competir con agricultores estadunidenses que recibían altos subsidios. Era vergonzoso incluso llamarlo tratado de libre comercio…”
Lo que el viento telecista nos dejó
Cinco días después (8 de octubre), con datos combinados del Banco Mundial (BM) y el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en La Jornada, el especialista en información económica y financiera, Roberto González Amador reveló que de cada tres personas que viven en la pobreza extrema en América Latina, una es mexicana.
“En los últimos dos años”, reporta González Amador, “la pobreza en México aumentó en dos millones, al pasar de 53.3 a 55.3 millones de mexicanos…”. El 13 de octubre, en un documento bajo el rubro ¿Cómo es la vida?, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que jefatura el mexicano José Ángel Gurría Treviño, se da a conocer que, en México, uno de cada cuatro niños -poco más de 25 por ciento-, de una población que ya alcanza más de 120 millones de habitantes, vive en hogares en que los ingresos son menores a la media nacional.
En una gráfica sobre el tema, la OCDE coloca a México en el penúltimo lugar en el rango de pobreza infantil entre 34 países socios de la OCDE, sólo por debajo de Israel. En la mayoría de esos países, la preocupación primera de los gobiernos es brindar una alta calidad de vida. Tres días después, la propia OCDE, en el documento Midiendo el bienestar de los estados mexicanos, asegura que los resultados de la política social “son mediocres”.
Contra el autorizado análisis del Nobel Stiglitz y Hersh, y los deprimentes cuadros de pobreza general e infantil que reconocen el Banco Mundial, el Coneval, y la OCDE, el secretario de Economía, Guajardo Villarreal, porfía en que el TLCAN fue la decisión más importante tomada por el gobierno mexicano, y hoy es el ATP, en el que México -alardea el funcionario- vuelve a ponerse a la vanguardia a nivel global en competitividad e integración de las cadenas de valor. ¿Qué explica la contumacia demagógica del secretario de Economía de Peña Nieto? El hecho de que fue parte del equipo negociador de Carlos Salinas de Gortari en la gestión del TLCAN y ahora lo es de Peña Nieto para el ATP del que, según confesó después de la reunión de Atlanta, no se conocería información específica sino hasta “después de un mes”.
Ganas de hacerle al cuento pues, como es del dominio público en los Estados Unidos, ni los candidatos presidenciales, ni los congresistas e inclusive ni algunos sectores empresariales, conocen los términos del clausulado del ATP; de ahí que se subleven contra el secretismo de la negociación, y eso es que, desde 2009, Washington se puso a la cabeza en el impulso del acuerdo.
Como sea, después de más de dos décadas de tratadismo neoliberal, como lo ha escrito recientemente el respetable columnista León García Soler, exportamos lo que importamos.
Una forma de decir que el sector exportador “mexicano” no retrata más que una economía maquiladora, cuya industria en México (de ensamblaje) privilegia los insumos extranjeros contra los componentes nacionales, cuya cuota continuará a la baja, pues en algunos sectores el ATP impone mayor reducción del porcentaje de participación de esos componentes en el proceso y los acabados finales.
Por una economía de servidumbre
En otras ocasiones, hemos sostenido en estos mismos espacios que la concepción e instrumentación del modelo neoliberal por la tecnocracia formada en las universidades extranjeras, ha tenido como leitmotiv hacer de la mexicana una economía de servicios; de servidumbre, dicho con más propiedad, de ahí que la oferta sigue siendo la de las ventajas comparativas, consistentes en una mano de obra esclava, obsequio de infraestructura, exenciones fiscales, eliminación de fronteras al acceso de mercadería y personal ejecutivo foráneo, etcétera.
La orientación de ese depredador modelo se hizo visible desde la misma década de los noventa en que sectores económicos estratégicos de la frontera norte fueron anexados originalmente a los del sur de los Estados Unidos; propósito al que sirvieron las concertacesiones electorales que entregaron los gobiernos estatales de Baja California, Sonora, Chihuahua y Nuevo León al Partido Acción Nacional, ya para entonces ligado al salinismo al través de la Alianza estratégica suscrita en Los Pinos en diciembre de 1988.
No fueron meras añadiduras las reformas a la Constitución para exponer sectores prioritarios y estratégicos nacionales a la inversión-invasión extranjera, empezando por la banca y servicios financieros en 1990, hasta la reciente contrarreforma petrolera maquinada por el peñismo.
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), Plan Puebla Panamá (PPP), adhesión a la Alianza para la Seguridad Energética de América del Norte (ASEAN), no son más que eslabones de un mismo hilo conductor que se condensa en un solo título: La desnacionalización de México. Los agentes persuasivos son los Comando Sur y Norte de El Pentágono estadunidense, a los que han sido uncidas las Fuerzas Armadas mexicanas.
Primero: El despojo a los pueblos originarios
En esa carta de navegación se incluye el ensayo El Sur también existe, un proyecto auspiciado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) durante la prolongada presidencia del asturiano-uruguayo Enrique Valentín Iglesias, y encomendado al asesor financiero privado Enrique Ávila, Santiago Ley (ex Hacienda y director general del IMSS con Vicente Fox) y Georgina Kessel (secretaria de Energía de Felipe Calderón).
Dicho ensayo tuvo como suculento soporte el inventario de recursos naturales del sur-sureste de México, detallado con todo rigor actuarial, y como platillo fuerte el potencial energético que, sin embargo, topaba con el hecho de que el enorme territorio objeto del deseo está poblado en su gran vastedad por pueblos originarios.
La solución sería una: Reformar el régimen de tenencia comunitaria de la tierra, para que los inversionistas al acecho no tuvieran impedimento en el artículo 27 de la Constitución, ya hecho jirones por Salinas de Gortari. El Sur también existe sería un cuadrante estratégico para el Plan Puebla Panamá, que se convertiría en inspiración bushiana para el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), del que Fox se convirtió en diligente gestor, y reventó el bolivariano Hugo Chávez.
En el recorrido entre el TLCAN hasta El Sur también existe apareció la mano samaritana del Banco Mundial, a cuyos genios se les ocurrió la figura de las Zonas Económicas Exclusivas, una extensión de las marítimas ya sancionada por la ONU hacia el macizo continental.
Ya están aquí ¡Las Zonas Económicas Especiales!
TLCAN-PPP-STE-ASEAN-ALCA, son las siglas que identifican al poderoso acorazado que está llegando a puerto con la matrícula Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (ATP), nueva identidad del Destino manifiesto del que escribimos en la edición anterior de Voces del Periodista.
Al Transpacífico México ya le ha abonado parte del peaje: 95 millones de hectáreas en concesiones mineras. El peñismo ha redimido otro pagaré: Con la contrarreforma petrolera (cuyos enclaves estratégicos están en el Sur que también existe), el peñismo autorizó la ocupación de territorios con potencial de hidrocarburos a cambio de irrisorios pagos “de alquiler”. ¿Cómo hablar de expropiación en pleno galope neoliberal? ¡Líbreme el Señor!
Y llegamos por fin a las Zonas Económicas Especiales (ZEE), versión recalentada de la iniciativa del Banco Mundial, anunciadas casualmente por Enrique Peña Nieto en Chiapas. La primera filtración que se produjo como reacción al anuncio dice así: El gobierno federal analiza la contratación de administradores privados para las Zonas Económicas Especiales que se establecerán en Lázaro Cárdenas,, Puerto Chiapas y el Istmo de Tehuantepec.
Administradoras privadas o públicas, se les otorgará la facultad de elaborar un Plan Maestro de desarrollo, construir, explotar y mantener las EZZ a título de dominio, para empezar, por 30 años. Peña Nieto lo dijo más claro en Chiapas: La ley que propongo permitirá definir espacios geográficos que ofrezcan un entorno favorable para la instalación y desarrollo de empresas e industrias a partir de incentivos (¡Más!) y sobre todo de certidumbre para los inversionistas.
Qué contendrá ese entorno: gasoductos, ferrocarriles, carreteras, aeropuertos y puertos, entre otros, todo al amparo del Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras), de los escasos que le quedan al Estado.
Masacramos y sometimos al continente
Y ¿qué pasará con los “inditos” de la región? Aquí nadie se preocupa por su suerte. Pero el 12 de octubre pasado, el alcalde de Cádiz, España, José María González, denunció el festejo del “Día de la Raza”: “Nunca descubrimos América, masacramos y sometimos al continente y sus culturas en nombre de Dios. Nada que celebrar”.
Ada Colau, alcaldesa de Barcelona metió a las redes sociales las siguientes palabras: “Vergüenza de Estado aquél que celebra el genocidio…”. Apostamos tronchado que algunos de los impulsores de las Zonas Económicas Especiales ignoran donde queda Cádiz o Barcelona. Así, pues, llegamos a la consumación del Destino manifiesto de los mexicanos. Ave, César, los que van a morir te saludan.
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