Los niños victimados
SEGÚN se cuenta en la mitología cristiana, el pérfido Herodes, ante la visita de unos magos guiados por una “estrella”, mismos que iban en busca de información sobre la inminente llegada del nuevo rey de los judíos... expresó su ignorancia al respecto y, su ferviente deseo de saber del paradero de tan regia criatura y, encargó a los magazos se lo notificaran, a fin de correr hacia él, para adorarle debidamente.
Los “magos” que podrían ser charlatanes astrólogos pero no tan tontos —en realidad la mayoría de los charlatanes no tienen pelo de tontos—, luego de encontrar al niño no dijeron algo aquel sobre el paradero del ungido al reyezuelo; sobre su estancia en un pesebre (aledaño a donde nació Brian Cohen según el Evangelio de los Monty Python’s). Tal descortesía por parte de los tres magos aquellos quienes luego de adorar al Niño, se dieron la vuelta sin pasar de nuevo por Jerusalem, pareció enojar mucho al gran Herodes. La reacción del monarca fue digna de un salvaje.
— ¡Mátenlos a todos! —Clamó. Muy al estilo del santo Domingo, siglos después, durante la cruzada contra los Cátaros. El resultado del berrinche de Herodes habría sido el asesinato de todos los bebes de Judea, los pequeños mártires a falta de un censo sobre sus nombres y número, serían recordados de forma similar a los fieles difuntos como; los santos inocentes. Lo cual no fue consignado en crónica alguna digna de crédito, excepto en esa obra de ficción llamada nuevo testamento. La ICAR le adjudicó a ese acontecimiento el día 28 de diciembre y, así se ha celebrado, de una forma un tanto cuanto irreverente al paso de los siglos, ya que esa fecha parece ser del calendario druida.
Dado que los mártires fueron niños y los infantes suelen ser traviesos, se fue conformando la costumbre de hacer travesuras en esa fecha y, la tradición se ha continuado hasta nuestros días. El 28 de diciembre, en la tradición de la ICAR, se publican noticias falsas, se pide prestado para no devolver y en general se comete todo tipo de las llamadas inocentadas.
El millonario mareador
En los alegres, frenéticos y en muchos aspectos ingenuos años veinte del siglo pasado, la ciudad de México se vio “sacudida” por la personalidad avasalladora del diminuto español don Carlos Balmori, conde de Balmoral, militar de caballería, poseedor de la mejor cuadra de caballos andaluces, asesino de moros y otros despreciables infieles, industrial, enamorado irredento, protagonista de duelos y cargas de caballería, armado con chequeras abultadas, comprador de honras y virtudes... crítico implacable de políticos, artistas y quien se le parara enfrente. Poseedor de fastuosas mansiones, compadre de Huerta, Obregón, Calles, el ex Zar de Rusia... amigote del ex Káiser teutón, el ex presidente “Teddy” Roosevelt, el rapaz inventor Edison y al parecer del mismísimo Cristo, no con exactitud en ese orden, pero si de manera muy democrática.
Enfundado en un oscuro abrigo, con un sombrero encajado hasta las orejas, enorme mostacho y fumando cual chacuaco se paseaba fistol de diamante sobre el corbatón, entre la muy mexicana aristocracia del petate, los nuevos ricos de la revolución, los políticos arribistas y los artistas famosos o incipientes, periodistas, policías variopintos y besando con pasión damiselas, a las cuales invariablemente solicitaba en matrimonio (y contraía nupcias, sin importar si ellas ya estaban casadas), previo pago of course, repartiendo cheques por cantidades fastuosas y ofreciendo puestos deslumbrantes en sus empresas del país y el extranjero. Repartiendo además toda clase de insultos y vejaciones mientras sobornaba y compraba todo lo imaginable, en especial reputaciones y almas.
Luego de un buen rato de zaherir a los presentes, hacer vacilar sus convicciones y acusar a alguno de ellos de robarle su fistol regalo del Zar Nicolás II, Balmori mostraba su verdadera identidad, para hilaridad de sus cómplices, vergüenza y a veces alivio de las víctimas de “la mareada”. Porque el excéntrico milloneta español, no era tal: no era conde, no poseía riquezas, no era militar ni había encabezado cargas de caballería o participado en duelos, contra moros o rivales de amores; no tenía compadres o amigotes poderosos, las chequeras carecían de fondos y, ni siquiera era hombre. Era una viejecita diminuta y, se llamaba Concepción Jurado más parecida a una esmirriada Sara García con chongo, que a un tempestuoso español enamorado y grosero.
Balmori no era otra cosa que una broma monumental la cual comenzó de manera más bien inocente y fue creciendo hasta conformar un extenso círculo de “balmoreadores” donde había políticos, periodistas, policías, artistas y todo tipo de personas unidas bajo el lema “silencio y venganza”. Los balmoreadores elegían a la persona o personas que debían ser engañadas (los puerquitos para marear) y organizaban las reuniones al paso del tiempo éstas fueron creciendo en complejidad mientras Conchita iba afinando la personalidad de Balmori, los bromistas corrían con los gastos, pero Concepción jamás ganó más que centavos por estas representaciones y toda su vida transcurrió en la pobreza. Conchita falleció el 27 de noviembre de 1931 y fue enterrada en el Panteón de Dolores, sus seguidores encargaron un monumento con mosaicos mostrando las “hazañas” de Balmori. A su muerte los periódicos publicaron la verdad sobre las andanzas de Concepción.
Y el “cultivo” yucateco
Los yucatecos por su parte practican, en ocasiones de forma inconsciente una forma de “mareada” a la cual llaman “cultivo” en la cual fomentan la vanidad de una persona hasta hacerle creer en las cosas más absurdas. Esta forma de engaño a veces ha tenido la participación de grupos más o menos grandes al estilo Balmori y han hecho creer a las víctimas que son desde líderes hasta prodigiosos jugadores... al final la verdad es descubierta para vergüenza del “cultivado” e hilaridad de los “cultivadores”. Es algo muy cruel y humillante, pero el sentido es de broma al estilo vasco / maya típico de ahí... pero la finalidad es la de reírse de un “puerquito” sin causar más daño que el moral. Muy cruel pero broma al fin.
Extraterrestres y, profetas
Las víctimas de los charlatanes que hablan de visitas de extraterrestres, a veces terminan matándose, como los adeptos a “La puerta de las estrellas”, en este caso no se perdió gran cosa pues los suicidas eran adultos mayores, obviamente no muy bien de la cabeza y bueno fue un obvio caso de autoeliminación de genes defectuosos.
Hay que recordar que los líderes de “La puerta del cielo” originalmente llamados El y Ella... comenzaron dando conferencias donde hablaban a los esperanzados sobre los buenos ETs. Y, como algunos conocidos ovnilatras naconacionales, mostraban “pruebas irrefutables” del asunto, luego comenzaron a vender videos sobre el tema, se cambiaron varias veces de nombre y domicilio; quizá a causa de que la malintencionada policía terrícola, parecía seguirles el rastro por delitos de malversación... Después de cierto tiempo ya sin vigilancia y en la total locura, el director del culto Marshall Applewhite, quien fue castrado voluntariamente junto con otros siete miembros masculinos de la Puerta del Cielo, jaló a sus seguidores a varios parques de diversiones para que se gastaran todos sus ahorros y luego ya ‘uniformados para llegar a la nave salvadora’ el veneno barato.
Los efectos de la ingenuidad van desde lo meramente chistoso hasta lo terrible, a causa de ella se cae en los fanatismos y los fanáticos de cualquier creencia son seres despreciables, que matan a quienes no siguen sus creencias y se niegan a ser tan ignorantes como ellos. Son los profetas del ‘apocalipsis’. Incidentalmente, apocalipsis no significa destrucción, es la palabra griega para revelación.
Pero bueno, ya en la biblia decíase: stultorum infinitus est numero, latinajo que traducido significa: “el número de los idiotas es infinito” (no lo dije yo, conste). ¡Cuidado con las inocentadas! Algunas no son tan inocentes... Héctor Chavarría
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