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Edición 350 | ||||
Escrito por Ariel Noyola Rodríguez | ||||
Domingo, 02 de Octubre de 2016 10:39 | ||||
ES INDUDABLE, A LOS BANCOS CENTRALES de los países industrializados se les agotó la artillería para combatir la crisis. Reunidos con motivo del encuentro anual de Jackson Hole, los responsables de la política monetaria escucharon aterrados el discurso pronunciado por la presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen, quien en lugar de despejar las dudas en torno a la recuperación de la economía global, alimentó todavía más el pánico: es imposible seguir confiando en que la economía norteamericana será la locomotora que saque del bajo crecimiento a las naciones industrializadas. A PUNTO de cumplirse ocho años de la quiebra de Lehman Brothers, los bancos centrales del Grupo de los 7 (G-7, integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) todavía no consiguen que sus economías registren tasas de crecimiento superiores a tres por ciento. En un primer momento, la política monetaria sirvió como una poderosa herramienta para evitar una depresión en escala mundial, no obstante, hoy prácticamente está agotada: los bancos centrales de los países industrializados no tienen ninguna posibilidad de revertir por sí solos el ciclo a la baja de la economía global. La economía estadounidense refleja cómo la política monetaria “no convencional” fracasó rotundamente en su intento por resolver las secuelas más profundas de la crisis de 2008. Según el Departamento del Trabajo de Estados Unidos, la tasa de desempleo se ubica muy cerca de cinco por ciento desde agosto de 2015.
Estancamiento
Cabe destacar, adicionalmente, que la generación de empleo en Estados Unidos no ha logrado convertirse hasta el momento en un incentivo para que los empresarios incrementen las remuneraciones salariales de modo significativo. Por esa razón la tasa de inflación interanual sigue por debajo de 2 por ciento, que es el objetivo de la Reserva Federal (FED).
Es así como la esperanza que el G-7 tenía puesta en la locomotora estadounidense para dejar atrás el bajo crecimiento se está diluyendo. El discurso que la presidenta de la FED, Janet Yellen, pronunció a finales de agosto en Jackson Hole, donde año tras año las autoridades monetarias mundiales se reúnen para intercambiar sus puntos de vista sobre los desafíos que enfrenta la economía global, lejos de despejar la incertidumbre, incrementó la desconfianza entre los bancos centrales.
Fiel a su estilo, Yellen puso de manifiesto su optimismo exacerbado, volvió a presumir que el sombrío panorama económico internacional no le ha impedido a Estados Unidos dirigirse hacia el “pleno empleo”. Pero, paradójicamente, Yellen se resistió a lanzar cualquier expresión que permitiera anticipar una nueva subida de la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate) en la próxima reunión del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés), a realizarse a finales de septiembre. Por ello, si bien el escenario de elevar la tasa de interés de referencia parece cada vez más cercano, todo parece indicar que, si la economía evoluciona de favorablemente, será hasta la reunión de diciembre cuando quizás se ejecute el segundo aumento del costo del crédito, esto es, un año después de haberse llevado a cabo el primero. Es que para el Gobierno de Barack Obama sería desastroso enfrentar un nuevo temblor financiero justo antes de concluir su mandato, a tan sólo unos meses de realizarse la elección presidencial, situación que sería aprovechada por el candidato del Partido Republicano, Donald Trump.
Sin credibilidad
En definitiva, los multimillonarios son quienes han resultado más beneficiados de la presunta recuperación de la economía Según un sondeo realizado por Gallup en abril, sólo 28 por ciento de los estadounidenses tenía mucha confianza en las políticas que ha puesto en marcha la FED, mientras que 35 por ciento tenía poca o ninguna. En contraste, en los tiempos en los que Alan Greenspan estuvo a cargo, la confianza en la FED estaba por encima de los 70 puntos porcentuales. Los bancos centrales del G-7 perdieron la brújula. Janet Yellen, en lugar de presentar respuestas fiables a los graves problemas de la economía mundial, cae en el descrédito una y otra vez. En los años recientes, los bancos centrales de los países industrializados provocaron que la economía mundial se volviera adicta a la acumulación de deuda y a las operaciones de alto riesgo en los mercado bursátiles, por eso el estallido de una nueva crisis de dimensiones colosales es inevitable, solamente es cuestión de tiempo. El gran peligro es que esta vez los responsables de la política monetaria ya no tienen artillería para combatirla…
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