LA LIBERTAD DE EXPRESION
en medio de un charco de sangre
Por: Mouris Salloum George
Existen usos verbales detestables que, sin embargo, no pueden omitirse en el análisis de las más graves situaciones sociales: En medio de un charco de sangre, solían escribir los viejos cronistas de nota roja.
Las nobles conciencias se sentían autorizadas a tomar por asalto los puestos de periódicos para, en nombre de la moral y las buenas costumbres, quemar los ejemplares en que se registraba alguna agresión individual que daba pie a aquella expresión.
Hoy, la tragedia es colectiva y vemos el territorio nacional inundado por el charco de sangre. La excepción se vio desplazada por la regla.
Es llegada la hora de preguntarse cómo México ha caído en el callejón sin salida de la barbarie y exigir responsabilidades a los conductores de la sociedad y a los sedicentes depositarios de la política.
Es obvio que la sociedad mexicana ha caído en el tobogán de la decadencia por omisión o comisión de dos supra entidades que han instituido el dejar hacer, dejar pasar, que es la marca de la casa del neoliberalismo.
Imperio de la permisividad y la impunidad
El Estado ha abandonado su carácter tutelar de la Ética republicana; la Iglesia ha perdido su condición de custodia de la Moral. De ello sigue la permisividad y la impunidad. Si los de arriba transgreden todo valor y principio de la sana convivencia comunitaria, los de abajo se sienten facultados a emular esas torvas conductas.
Postulaba Víctor Hugo que la libertad es, en filosofía, la razón; en el arte, la inspiración; en política, el Derecho. Razón, autonomía y Derecho son, en un estado de violencia, las primeras víctimas del crimen, con independencia de quien lo perpetre, si el que lo induce o el que jala el gatillo.
Llegamos a la fecha estelar en que el Club de Periodistas de México culmina otro año de defensa de la Libertad de Expresión y el Derecho a la Información, y el balance no puede ser más desesperanzador.
Los signos más ominosos que impusieron su presencia en la ceremonia, fue el asesinato en Ciudad Juárez, Chihuahua de la colega Miroslava Breach Velducea. En los días de su ejecución era parte del equipo editorial del diario El Norte de aquella Ciudad. Días después, el Consejo de Administración de esta casa periodística anunció su última edición impresa y la clausura de su sitio digital. Existe una relación causa-efecto.
Días antes del criminal sacrificio de Breach Velducea, otros dos compañeros de oficio corrieron la misma suerte en Veracruz y Guerrero.
Insolvente, la responsabilidad de Estado
Duele reconocer que esos terribles sucesos ya no son noticia: En lo que corre del actual sexenio, la Fiscalía Especial de Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión (Feadle) de la PGR, ha recibido 607 denuncias por ataques a periodistas y órganos de información; sólo sobre 95 se han abierto carpetas de investigación; se han librado únicamente cinco órdenes de aprehensión: Cero detenidos.
Tomamos en lo que valen la palabras de preocupación del presidente Enrique Peña Nieto al expresar su condena a los agravios contra periodistas y defensores de los derechos humanos, y su interés por que se revisen los mecanismos de protección.
Sin embargo, nos sentimos obligados a subrayar una puntual e indignada observación. En la Cámara de Diputados federal actúa una comisión especial para investigar las agresiones a periodistas.
Para el 29 de marzo, el titular de la Fiscalía Especial citada, Ricardo Nájera, fue llamado a comparecer al Palacio Legislativo de San Lázaro para que informara sobre el estado que guardan los centenares de denuncias acumuladas en su despacho. El funcionario se negó a responder a la convocatoria.
En toda sociedad civilizada y democrática, un imperativo político irrenunciable nos dicta: Libres, por la palabra libre. Para nosotros no es, este principio, lema circunstancial. Es nuestro punto de partida de una larga travesía que nos proponemos continuar mientras los criminales sigan actuando bajo el manto de la impunidad. Justicia ahora o totalitarismo: Humanismo contra barbarie. A tal disyuntiva hemos llegado. Es inadmisible.
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