“A estas alturas, aprendimos que la memoria es un valor superior que justifica ciertos errores que podamos cometer al intentar describir el horror. El único valor que puede ayudarnos a no repetir siempre la misma historia”.
Claudia Piñeiro
Recep Tayyip Erdogan, el aspirante a sultán de un “resucitado” imperio turco ha negado de manera sistemática el genocidio del pueblo armenio cristiano y como musulmán convencido no se cansa de insultar a quienes no comparten su religión y, de acuerdo con las prescripciones islamistas insulta a las mujeres que no siguen las normas de vestido, que sólo tienen un hijo.
Por otra parte, el “sultán” es el principal promotor de la yihad islámica además él ha impuesto sanciones a la libre expresión y se ha constituido en el único que tiene derecho a hablar.
Es que, en Turquía, pronunciar algunas palabras significa estar cometiendo un crimen. No es necesario ir muy atrás en el tiempo para entender los riesgos de emitir una opinión “impropia” en ese país: Hrant Dink, periodista y editor de Agos (el diario para la minoría armenia que se distribuye en esa región), fue acribillado a principios de 2007 en la puerta de su trabajo mientras era sometido a un juicio bajo el cargo de haber denigrado la integridad turca al haber utilizado, presuntamente, la palabra genocidio.
El Nóbel de Literatura Orhan Pamuk, por su parte, debe vivir actualmente en el exilio por haber respondido en una nota periodística que: “30 mil Kurdos y un millón de armenios murieron en estas tierras”. Y aunque ni Pamuk ni Dink pronunciaron jamás la terrible palabra, el temeroso gobierno turco debe enfrentarse hoy, a un intelectual que no sólo lo dijo en una columna del Agos sino que lo repite cada vez que puede. “Lo ocurrido entre 1915 y 1917 no puede ser llamado de otro modo que como un genocidio”. Bajo el título “Un mismo árbol verde”, el núcleo de la trama es el genocidio armenio.
El pueblo armenio tiene una de las historias más interesantes del mundo, en los ámbitos de la cultura y en especial de la religión…
Es uno de los más antiguos y también de los más perseguidos.
El pueblo armenio originalmente estuvo bajo dominio romano y fue el primer sitio en el mundo que no sólo aceptó el cristianismo sino que lo hizo su religión oficial, años antes de que Constantino dictara sus leyes de intolerancia “católica” y, bastantes años más antes de que Teodosio convirtiera el catolicismo romano en la religión oficial del imperio. Durante el dominio turco musulmán del Medio Oriente, los armenios fueron englobados y llamados “pueblo leal”, pero como cristianos fueron relegados a la calidad de “ciudadanos de segunda” obligados a pagar impuestos especiales y con evidentes limitaciones en todos los aspectos de su vida. Igualmente estaban obligados a proporcionar elementos para el ejército, en muchos casos aun siendo niños para los cuerpos de élite… en los cuales se les obligaba a renegar del cristianismo ortodoxo y someterse al islam.
Se le ha llamado también "Gran Crimen", fue la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio Otomano, desde 1915 hasta 1924.
El genocidio armenio, también llamado holocausto armenio
Se caracterizó por su brutalidad en las masacres y la utilización de marchas forzadas con las deportaciones en condiciones extremas, que generalmente llevaba a la muerte a muchos de los deportados. Otros grupos étnicos también fueron masacrados por el Imperio Otomano durante este período, entre ellos los asirios, los griegos de Ponto y los serbios. Algunos autores consideran que estos actos son parte de la misma política de exterminio aplicada a los armenios. La fecha del comienzo del genocidio se conmemora el 24 de abril, el día en 1915 en el cual las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; en los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600.
Una orden del gobierno central estipuló la deportación de toda la población armenia, sin posibilidad de cargar los medios para la subsistencia, y su marcha forzada por cientos de kilómetros, atravesando zonas desérticas, en las que la mayor parte de los deportados pereció víctima del hambre, la sed y las privaciones, a la vez que los sobrevivientes eran robados y violados por los gendarmes turcos que debían protegerlos, a menudo en combinación con bandas de asesinos y bandoleros.
Aunque la República de Turquía, sucesora del Imperio otomano, no niega que las masacres de civiles armenios ocurrieron, no admite que se trató de un genocidio, arguyendo que las muertes no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo, sistemático y premeditado dispuesto por el Estado otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial. A pesar de esta tesis, casi todos los estudiosos —incluso algunos turcos— opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio, lo cual enoja a las actuales autoridades turcas que siguen insistiendo en que tales crímenes no fueron cometidos. Muy al estilo de los nazis y sus malas copias actuales.
Ya entre 1894 y 1896 tribus kurdas motivadas por el sultán Abdul Hamid II asesinaron a unos 300.000 cristianos ortodoxos armenios, el modus operandi que luego se repetiría era el de aniquilar a los hombres para luego violar a mujeres y niños. Muchas de las mujeres armenias no esclavizadas, fueron obligadas a casarse con turcos musulmanes y con beduinos árabes, una manera de desarticular al pueblo armenio mediante la poligamia.
Era el preludio del intento turco de exterminar a los armenios, que en las primeras décadas del siglo XX tuvieron un millón y medio de muertos, incluyendo cristianos asirio-caldeos, y otro millón fue deportado, caminando centenares de kilómetros por las zonas semidesérticas de la actual Siria donde cientos, quizá miles murieron de hambre, sed y a causa del clima.
Algunos escaparon a Rusia, Europa y Estados Unidos, pero fueron los menos, las dos terceras partes del pueblo armenio en territorio otomano fue aniquilada.
El inicio de la pesadilla en el siglo XX, preludio nazi
El 24 de abril de 1915, cuatro días después del estallido de la revuelta de Van, el gobierno de los Jóvenes Turcos consideró que afrontaba una sublevación popular de corte nacionalista dentro de los límites de su imperio siguiendo el modelo de Grecia, Serbia y Bulgaria, y optó por deportar a sectores importantes de la población armenia hacia Anatolia Suroriental. Ese mismo día se ordenó el arresto de 250 intelectuales armenios, que fueron deportados y en su mayoría asesinados en el camino.
A esto siguieron poco después —a partir del 11 de junio de 1915, órdenes para la deportación de cientos de miles, tal vez más de un millón— de armenios de todas las regiones de Anatolia (excepto zonas de la costa oeste) a Mesopotamia y lo que actualmente es Siria.
Muchos fueron a la ciudad siria de Dayr az Zawr y el desierto circundante. El gobierno turco no puso los medios para proteger a los armenios durante su deportación, ni en su lugar de llegada.
Tras el reclutamiento de la mayoría de los hombres y los arrestos de ciertos de intelectuales, tuvieron lugar masacres generalizadas a lo largo de todo el Imperio. En la ciudad de Van, el gobernador Cevdet Bey ordenó a tropas irregulares cometer crímenes para forzar a los armenios a rebelarse y justificar así el cerco de la ciudad por el ejército otomano, mismo pretexto que serviría para “justificar” el genocidio.
Según el mercenario venezolano Rafael de Nogales, que sirvió en el ejército turco, Cevdet Bey mandó asesinar a todos los varones armenios de la ciudad. Según los autores turcos, en Van lo que aconteció no fue sino una revuelta armenia y la posterior represión de la misma por las tropas otomanas durante las mismas fechas.
Se calcula que existieron unos 26 campos de concentración para confinar a la población armenia (Dayr az-Zawr, Ra's al-'Ain, Bonzanti, Mamoura, Intili, Islahiye, Radjo, Katma, Karlik, Azaz, Akhterim, Mounboudji, Bab, Tefridje, Lale, Meskene, Sebil, Dipsi, Abouharar, Hamam, Sebka, Marat, Souvar, Hama, Homs y Kahdem), situados cerca de las fronteras con Siria e Irak. Según fuentes armenias algunos de ellos pudieron haber sido únicamente lugares de emplazamiento de fosas comunes y otros lugares de confinamiento donde cientos morían de epidemias e inanición.
Luego de finalizada la Primera Guerra Mundial la fuerza de ocupación británica estuvo implicada activamente en la creación de una contra propaganda en relación a los armenios ya que durante la guerra el Imperio Otomano luchó integrado en la coalición de las Potencias Centrales, compuesta por Austria-Hungría, Alemania y Bulgaria.
Eitan Belkind fue un espía británico y un miembro de la Nili (red de espionaje judía que apoyaba a Gran Bretaña frente al Imperio Otomano durante la guerra), quien se infiltró en el ejército turco como funcionario y fue destinado a la oficina central de Hamal Paşa. Él aseguró haber presenciado la incineración de 5.000 armenios en tal campo. Según fuentes armenias, entre el 24 y el 25 de abril de 1915 fueron se realizó la captura de unas 650 personalidades, escritores, poetas, abogados, médicos, sacerdotes, políticos; luego fueron deportados y asesinados en los meses siguientes. Existe asimismo un desacuerdo en cuanto al número de muertes. Las fuentes alemanas dieron las mayores estimaciones de bajas armenias durante la guerra, a pesar de que se trataba de los aliados del Imperio otomano. Es posible que el acceso de personal germano en las zonas del exterminio ofreciera mayor certeza en las cifras. Por otra parte, un informe alemán decía que al mes de febrero de 1916, un millón y medio de armenios habían sido asesinados. Otro informe del 27 de mayo de 1916, proporcionado por Erzberger, director de la Inteligencia en la Oficina de Relaciones Exteriores, daba la misma cifra, al igual que un informe del embajador interino de Alemania en Turquía, Radowitz, fechado el 4 de octubre de 1916. Parece ser que la cifra frecuentemente citada de un millón y medio se originó en esas fuentes alemanas. El comandante alemán Carl F. Endres, que sirvió en el ejército turco, estimó el número de bajas armenias en 1,2 millones. La misma cifra fue mencionada en el juicio de Yozgat, y antes de la sesión de 1984 del Tribunal Permanente de los Pueblos y se la menciona con frecuencia en cualquier situación.
Negación del genocidio
Por otra parte, historiadores como Justin A. McCarthy, profesor de la Universidad de Louisville o Ömer Turan, quienes niegan el genocidio, ofrecen una perspectiva alternativa sobre la base del estudio de los censos oficiales otomanos para concluir que los armenios que vivían en el Imperio otomano eran menos de 1,5 millones, y que las cifras publicadas relativas a la muerte de un millón de armenios pueden haber sido exageradas en demasía e incluso afirmando que en ese periodo murieron tres millones de turcos. La posición de McCarthy ha sido duramente criticada por otros historiadores tanto estadounidenses como de otros países. Algunas de sus conferencias tuvieron que ser canceladas por amenazas a la seguridad.
Medios oficiales turcos afirman que el número de víctimas puede situarse entre 200.000 y 600.000, un burdo intento de ocultar la terrible verdad.
Los académicos turcos tratan de llamar la atención a las víctimas otomanas de la rebelión armenia como “justificación” de los crímenes. Según el Profesor Dr. Yusûf Halaçoğlu, ex presidente de la Sociedad Turca de Historia (principal institución académica oficial sobre la historia en Turquía), “518 mil turcos habrían perdido la vida en manos de los rebeldes armenios antes y durante la Primera Guerra Mundial en el Imperio Otomano, 128 mil de éstos, todos civiles, en un año, entre mayo de 1914 y mayo de 1915”, fecha en la que empezó el arresto de líderes intelectuales de los armenios en Estambul y se decidió el desplazamiento de parte de la población armenia en el país a zonas lejos de los frentes de guerra con Rusia. Halaçoğlu sostiene que los archivos turcos contienen los documentos originales de estos turcos asesinados, pero todo eso no es más que un burdo intento para negar el holocausto… Lo cual es imposible ya que las pruebas del genocidio, como en el caso nazi, están a la vista.
RECUADRO:
TURQUÍA APOYA ABIERTAMENTE A LOS TERRORISTAS
También los armenios y otros desaparecidos ven la importancia del papel de Turquía. Un anciano declaró: “Hemos estado aquí 97 años ya que fuimos sacrificados en Turquía. Estos grupos de al-Qaeda ‘rebeldes’ son los nietos de Abdul Hamid” (sultán otomano que cometió el primer genocidio sistemático de los armenios). En una declaración escrita, el Comité Armenio Nacional-Internacional, condenó el papel activo de Turquía en complicidad con los grupos yihadistas para perseguir a los cristianos:
“Durante meses, hemos advertido a la comunidad internacional de la amenaza inminente planteada por combatientes extranjeros extremistas contra la población minoría cristiana en Siria. Estos ataques viciosos y espontáneos en contra de armenios son los últimos ejemplos de esta violencia, fomentado activamente por la vecina Turquía. Hacemos un llamamiento a todos los Estados con influencia en el conflicto sirio a utilizar todos los medios disponibles para poner fin a estos ataques contra una población civil pacífica”. Turquía es el agresor o está del lado de los agresores”.
Aurora Mardiganian
Aurora (Arshaluys) Mardiganian; 12 de enero de 1901, Cemisgezek, Provincia de Elazig, Imperio Otomano – 6 de febrero de 1994, Los Angeles EE.UU. fue una escritora y actriz armenia sobreviviente del genocidio armenio.
Aurora Mardiganian fue la hija de una próspera familia que vivía en Çemişgezek, unos 35 kilómetros al norte de Elazig. Fue testigo de la muerte de los miembros de su familia y obligada a marchar por 2.200 kilómetros; en el transcurso de esa marcha fue secuestrada y vendida en los mercados de esclavos de Anatolia. Mardiganian logró huir a Tiflis y luego a San Petersburgo, desde donde viajó a Oslo y finalmente, con la ayuda de la Fundación de Medio Oriente, emigró a Nueva York.
Subasta de almas
En Nueva York conoció a Harvey Gates, un joven guionista que la ayudó a escribir un relato que fue publicado en 1918, generalmente considerado como sus memorias. El relato Ravished Armenia inspiró un guion cinematográfico para un film producido en 1919, en el que Mardiganian actuó en un papel autobiográfico, y estrenado en Londres con el título Auction of Souls ("Subasta de almas"). La presentación en Nueva York de esta película muda, con el título Ravished Armenia tuvo lugar el 16 de febrero de 1919 en el salón de baile del Plaza Hotel. Aurora Mardiganian recordó en el filme a 16 jóvenes armenias que fueron crucificadas por sus torturadores turcos. Su película muestra a estas víctimas clavadas a sendas cruces; sin embargo 70 años más tarde le señalaría al historiador de cine Anthony Slide que la escena era inexacta en términos históricos, y que en realidad se había tratado de empalamientos. Afirmó que "los turcos no hacían ese tipo de cruces. Los turcos hacían pequeñas cruces puntiagudas. Les quitaban la ropa a las niñas. Las hacían acostarse, y luego de violarlas, las obligaban a sentarse sobre los palos puntiagudos, a través de la vagina. Esa es la manera en que los turcos mataban. Los norteamericanos lo pusieron de una manera más civilizada. No podían mostrar algo tan terrible."
La prensa se refirió a Mardiganian como la Juana de Arco armenia, describiendo su rol como portavoz de las víctimas del genocidio. En los años 20, Mardiganian se casó en Los Angeles y residió allí hasta su muerte el 6 de febrero de 1994.
Premio Aurora
En su honor se estableció el Premio Aurora, que se otorga en nombre de los sobrevivientes del Genocidio Armenio y en gratitud a los salvadores. El Premio es otorgado cada 24 de abril, a individuos cuyas acciones hayan tenido un impacto excepcional en la preservación de vidas humanas e impulsen causas humanitarias.
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