Apocalipsis ahora
Walter Goobar
Bajo el avatar de la ayuda humanitaria, Estados Unidos logró un antiguo anhelo: ingresar a la Amazonia, el Vietnam brasileño que condensa viejas hipótesis de conflicto.
EL COMPLEJO militar-industrial de Estados Unidos siempre tuvo en la mira a la Amazonia brasileña. La mejor prueba de ello es que durante décadas la principal hipótesis de conflicto de las Fuerzas Armadas de Brasil apuntaba a combatir una ocupación militar estadounidense en ese pulmón del mundo que, desde tiempos inmemoriales, volvió locos a todos los conquistadores de América.
PARA CONTRARRESTAR esta amenaza, el ejército brasileño montó la más temible y avanzada Escuela de Guerra de la Selva calculando que –tarde o temprano– debería enfrentar a los estadounidenses en ese territorio. Ahora, sin disparar un solo tiro, el Comando Sur del Pentágono ha conseguido que el acorralado presidente Michel Temer le abra la puerta de la selva.
La semana pasada 1500 soldados brasileños, peruanos y colombianos, bajo la coordinación del Comando Sur de Estados Unidos, realizaron ejercicios militares en la Amazonia. Las maniobras “Amazonialog17” son la antesala de la instalación de una base “humanitaria”, un eufemismo que sirve para encubrir que desde 2015 los planes operacionales del Comando Sur contemplan una intervención militar humanitaria para derrocar al gobierno venezolano de Nicolás Maduro.
Pentagonización
Hace 200 años, en 1817, Estados Unidos reclamó como propia la Amazonia. Dos siglos después los presidentes Clinton, Bush, Obama y Trump mantienen vivo ese objetivo engarzado en la estrategia del cerco sobre la Amazonia, que se profundiza a través del desembarco de efectivos del Comando Sur en la ciudad brasileña de Tabatinga, en la Triple Frontera con Colombia y Perú.
Soldados de varios países ya están alojados en el campamento montado en esa ciudad brasileña separada por una avenida de la colombiana Leticia, donde funciona desde hace dos años la moderna base aérea Herbert Boy, con una pista apta para recibir cargueros y hangares equipados para reparar cazabombarderos.
Nunca hubo maniobras de tal envergadura en territorio brasileño con la presencia de militares de Estados Unidos, que envió un avión de transporte Hércules C-130.
“Las Fuerzas Armadas brasileñas crearon el Centro de Entrenamiento para Guerra en la Selva en 1964, tras considerar que carecían de una unidad operativa capaz de utilizar la frondosa selva amazónica brasileña de modo ventajoso”
Con la asunción de Donald Trump se agravó la militarización de la política externa norteamericana, que sufrió una suerte de “pentagonización”. Esa línea de acción agresiva quedó retratada en la amenaza, formulada por el propio Trump, de ordenar una intervención directa en Venezuela.
En ese sentido, la principal hipótesis con la que trabajó el comando “multinacional” establecido en Tabatinga es el envío de tropas hacia el este amazónico, específicamente a la ciudad de Pacaraíma, estado de Roraima, en la frontera con Venezuela. Roraima, por donde pasa la mayor parte de los 2.200 kilómetros de frontera con Venezuela, ha sido visitada con frecuencia en los últimos meses por altos mandos militares brasileños y funcionarios del Ministerio de Defensa, apunta el periodista Darío Pignotti.
Vietnam amazónico
“Si legiones de tropas extranjeras invadiesen Brasil e intentasen ocupar los ríos y aldeas del Amazonas, los guerreros entrenados en combate en la selva avanzarían sigilosamente hacia el enemigo utilizando la selva como aliada. Por la noche, atacarían las bases principales del enemigo y luego volverían a la profundidad de la selva, mientras que las fuerzas invasoras nunca sabrían que los expertos locales en la selva estaban esperándolos todo ese tiempo. En la selva, un solo error de un soldado enemigo desencadena una emboscada desde las ramas de los árboles”, reza un manual del Centro de Guerra de la Selva, creado en 1964 para formar unidades de comandos especializadas en guerra de guerrillas en la selva.
Vietnam hubiese sido un juego de niños si los estadounidenses hubieran osado invadir la Amazonia. “Los invasores supervivientes podrían intentar pedir refuerzos, pero la espesa vegetación de la selva impide la comunicación por radio. Y si intentasen huir, serían detenidos por los dardos envenenados disparados por los soldados indígenas desde los árboles”. Este escenario es un ejemplo de cómo los comandos capacitados por el Centro de Entrenamiento para Guerra en la Selva del Ejército Brasileño (CIGS) podrían responder a una invasión.
“Vietnam hubiese sido un juego de niños si los estadounidenses hubieran osado invadir la Amazonia”
Las Fuerzas Armadas brasileñas crearon el CIGS en 1964, tras considerar que carecían de una unidad operativa capaz de utilizar la frondosa selva amazónica brasileña de modo ventajoso. Desde entonces, el entrenamiento para la guerra en la selva realizado por el CIGS se considera, en gran medida, como el mejor del mundo.
Realizado en seis de las siete bases esparcidas por un área cerrada de la selva que mide 1.152 km² y posee el 95% de tasa de conservación, el curso tiene lugar en una región conocida como el “Cuadrado Maldito” en Manaus, capital del Estado del Amazonas.
En 1999, Estados Unidos había logrado instalar una base en San Pedro Alcántara. Cuando Lula asumió el gobierno los obligó a retirarse y los militares estadounidenses hicieron explotar la base, lo que causó la destrucción del lanzador de satélites que estaba allí y causó la muerte de 27 brasileños. Las primeras versiones quisieron hacer creer que se había tratado de un accidente, pero se demostró que fue intencional.
Adentro y afuera
A pesar de que vienen operando para legalizar y naturalizar la intervención, ocupación y control del territorio por parte del complejo militar-industrial de EE.UU., el objetivo más inmediato consiste en redoblar la permanente presión para desestabilizar a Venezuela.
El jefe del Comando Sur, Kurt Tidd, en su informe ante el Congreso estadounidense (2017) declaró: “La creciente crisis humanitaria en Venezuela puede obligar a una respuesta regional”.
Este tipo de advertencia se suma a una serie de prácticas de las fuerzas de seguridad estadounidenses que exceden la guerra contra las drogas y el terrorismo –ámbito por excelencia de las Fuerzas Armadas de EE.UU. en América Latina– que incluyen cursos de entrenamiento y operaciones conjuntas con ejércitos de América Latina para enfrentar la “amenaza del cambio climático”, control de movimientos migratorios, desarrollar “asistencia humanitaria” y la “preparación frente a desastres naturales”.
En términos generales, esta presencia estadounidense en la región debe ser comprendida en el contexto de disputa global por el control político, económico y científico de los recursos naturales, en el que la Amazonía en su conjunto ocupa un rol prioritario a causa de sus enormes reservas de hidrocarburos, agua, minerales y biodiversidad.
Por otro lado, hay que tener en cuenta el escenario regional a partir de la nueva articulación geopolítica que se abre con la caída de Dilma Rousseff y el giro conservador en Brasil que, junto a países como Colombia y Perú, se suma a los gobiernos alineados a la doctrina de seguridad hemisférica, en clave opuesta a la trayectoria del progresismo en la región.
Aun cuando el propósito manifiesto de los ejercicios Amazonlog 17 sea sólo entrenar tropas para lidiar con crisis humanitarias, como las causadas por catástrofes naturales o la afluencia de refugiados, el objetivo real parece ser el de encajar a las Fuerzas Armadas brasileñas en la órbita estratégica de Estados Unidos, subrayó una nota suscrita por el líder de la bancada del PT en el Senado Federal, Lindbergh Farias.
El PT señala que tal interpretación se ve reforzada por la amplia participación en las maniobras de efectivos de Perú y Colombia, “países ya alineados estratégicamente a esa superpotencia. Además –enfatiza– en el corto plazo los ejercicios apuntan, sin dudas, a establecer presión sobre Venezuela, cuyo régimen se contrapone a los intereses norteamericanos en el subcontinente”.
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