La reforma al Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR) y sus administradoras de fondos de pensiones (Afores) otra vez queda en solo buenas intenciones –atole con el dedo, en expresión coloquial-. El presidente López Obrador (AMLO) se quedó muy corto en los hechos, aunque en el anuncio de la iniciativa pretendió adornarse de más.
LA REFORMA AL SAR Y LAS AFORE, PURO CUENTO. AMLO SE QUEDA CORTO.
Feliciano Hernández*
LA MUY TEMIDA “bomba de las pensiones”, pues, no se desactivó, solo se atrasó el reloj. Así, de nuevo, el gobierno en turno deja al siguiente una solución integral y de largo alcance que compense la pérdida de poder adquisitivo del salario de cotización y que impida que llegado el momento el grueso de los cotizantes se encuentre ante una pensión insuficiente para los gastos básicos de toda persona.
Según el contenido de la iniciativa, el actual sistema PRIVADO de administración de los fondos continúa, con sus limitaciones y falencias estructurales (se nota a kilómetros el ánimo “transformador” de la autodenominada 4T).
Con esta jugada “reformista” el presidente López Obrador, los empresarios y los impresentables líderes sindicales en realidad solo buscaron GANAR TIEMPO, quitarse presión por la crisis viral y sus efectos catastróficos en la economía de los trabajadores, y aunque adornaron su iniciativa con sonrisas y adjetivos optimistas, los números les otorgan un margen limitado en la perspectiva de RECESION, mayor desempleo, SUELDOS PRECARIOS y lenta recuperación.
La realidad BRUTAL los exculpa, en cierto modo, pero no debiera ser justificación de limitaciones personales y profesionales, a menos que sus cálculos técnicos les anticipen un futuro de estabilidad política y financiera, algo que ni con telescopio se percibe para los próximos años.
Con independencia de lo que resulte aprobado en el Congreso –AMLO se comprometió a enviar su propuesta antes de septiembre para que en ese periodo entrante fuera analizada, discutida y seguramente aprobada con su mayoría legislativa— esa propuesta de reforma al SAR incluye algunos puntos que “mejoran” el estado actual del sistema: esperan cubrir una pensión mínima garantizada de 4,345 pesos y abarcar al 82% de los trabajadores (bajo el actual esquema esa pensión mínima garantizada es de 3,289 pesos y según datos oficiales solo el 34% de los trabajadores la tiene garantizada).
También la propuesta avanzó en dos puntos importantes, que son la reducción del tiempo de cotización (de 1,250 semanas a 750, y luego a 1000 semanas en un periodo de 10 años) y la edad de retiro de 60 por avanzada o 65 por vejez. De acuerdo con declaraciones de funcionarios en reportes de prensa, la iniciativa tiene un aumento a la tasa de aportaciones de 6.5% del sueldo percibido a 15%, con lo cual se pretende engordar los ahorros de los trabajadores, de suerte que –en su visión optimista— al momento de su retiro los asalariados cuenten con recursos mínimos suficientes “para un retiro digno” –ni la burla perdonan.
Ganando tiempo
Pero hay que poner atención a los inconvenientes del proyecto, en la iniciativa, a saber: se propuso aumentar las aportaciones patronales de 5.25% a 13.875%, y se acordó mantener las de los trabajadores en 1.125%; igualmente las del gobierno en 0.225%. Para llegar al nuevo 15% propuesto, se contempló un periodo de hasta ocho años, más o menos de un punto porcentual por año.
Como puede apreciarse, no son avances que “solucionen” el problema, sino apenas puntos para GANAR TIEMPO, equivalente a pasarle la papa caliente al próximo presidente.
En la propuesta presentada por AMLO el 22 de julio del presente, el peso del cambio fue puesto en las empresas. El problema no sería mayor en un entorno de crecimiento y control inflacionario, así como de políticas favorables a la expansión económica y mayor inversión productiva nacional y extranjera, pero en la coyuntura de LENTA RECUPERACION post Covid-19 y en medio de una incertidumbre provocada por las políticas de este gobierno ERRATICO y renuente a la inversión extranjera, los efectos negativos de la coyuntura serán de largo alcance, más allá del fin de este sexenio.
Pareciera que este gobierno y los precedentes tienen un IMPEDIMENTO neuronal para entender que mientras el país no logre una estabilidad económica de largo plazo, las medidas aprobadas bajo los mismos enfoques y con números poco ambiciosos serán rebasadas al día siguiente por la brutal realidad que siempre acaba imponiéndose en México.
La iniciativa de reforma a las pensiones como fue negociada por los funcionarios de AMLO y los representantes de la iniciativa privada —que con seguridad será aprobada por los legisladores, con mínimos cambios— NO es una opción para lograr que las medidas ayuden realmente en la vejez a los jubilados de los niveles más bajos. Tal meta solo será posible bajo una perspectiva de enfoque a futuro, que establezca una pensión mínima ajustable sobre la inflación.
Las afores privadas, al final de cuentas no aseguraron fondos de retiro dignos ni en Chile –donde tuvieron amplio auge en los inicios del modelo- ¿cómo puede esperarse que el fallido sistema resuelva el problema en México?
Desde las tres campañas a la presidencia AMLO prometió una reforma del sector, a fondo, que acabara con la incertidumbre. Se esperaba que les quitara el NEGOCIO a los grupos financieros o que pactara con ellos en términos de mayor equidad y conveniencia para los trabajadores, pero los administradores de los fondos –BANQUEROS en su mayoría— tienen aseguradas sus altas comisiones, y casi todo queda igual, aunque con un peso mayor para los empresarios y en un entorno de incertidumbre económica grave.
Los actuales inconvenientes del país –DESEMPLEO mayor y con muy bajos sueldos, SUBEMPLEO, INFORMALIDAD superior al 60% de la PEA- hacen insuficientes los cambios y de antemano imposibles de cubrir los tiempos y porcentajes de cotización para alcanzar las pretensiones de la reforma; todo lo cual impedirá lograr un ahorro sustancial que permita a los trabajadores disponer en su retiro de recursos suficientes para sus últimos años; peor si tales jubilaciones ocurren en el contexto de vejez, incapacidad, enfermedad, ausencia de familia y pobreza de la misma; con inseguridad pública y descontrol inflacionario que vacían los bolsillos de la gente en forma recurrente.
Los aplausos y beneplácito prodigados al anunciado proyecto reformista de AMLO solo revelan corta visión e intenciones políticas coyunturales. La demagogia de los que llegaron al poder en 2018 queda exhibida: reformistas de palabra, pero conservadores en los hechos. Como van los pasos de este gobierno, pareciera que se repetirá la historia de siempre: cambiar un poco para que lo fundamental siga igual.
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