VOCES DEL DIRECTOR
Se agota el bono democrático de 2018
Mouris Salloum George
EL SISTEMA métrico sexenal, es implacable: No hay más allá.
En tanto no se reforme la Constitución, un periodo presidencial dura seis años. La misma Carta fundamental dicta: No reelección.
Si mal no calculamos, a la Cuarta Transformación (4T) le restan sólo 51 meses de experimentación. La construcción de la democracia, como de la Nación, es el plebiscito de todos los días. Toca a los ciudadanos el derecho al referéndum en las urnas: Junio de 2021, será la prueba de fuego en que se sabrá si se refrenda o no el
bono democrático de 2018.
Los tecnócratas del neoliberalismo se dieron 25 años de ejercicio del poder para consolidar el cambio y hacerlo irreversible. De ahí que al salinato se le tipifique como mandato transexenal. Este ciclo pareció cerrarse con el periodo de Peña Nieto en 2018.
No es ocioso recordar que, en los meses finales de la gestión de Carlos Salinas de Gortari, desde Los Pinos se lanzaron globos de sonda para explorar las posibilidades de reelección. Los resultados del sondeo desalentaron la tentativa.
Nada garantiza la continuidad del proyecto
después de 2024
El Plan Nacional de Desarrollo (PDN) tiene alcances específicos hasta 2024. En 2025 tendrá un nuevo diseño y nuevos conductores que, al estilo mexicano, tendrán otro proyecto de Nación, aun si en el Palacio Nacional permanece la misma corriente política que la del actual inquilino de Palacio Nacional.
El II informe de Gobierno se dio en el marco de la fatalidad sexenal que hemos descrito, exacerbada ahora por la contingencia sanitaria y la crisis económica derivada, atendidas con respuestas reactivas según los giros y acontecimientos cotidianos. Aun en el huracán de la pandemia, los contenidos del balance de los primeros 21 meses de la 4T reportan aciertos que no se pueden regatear. Sin embargo, en el enfoque estructural de largo aliento, todavía encontramos el saldo
de lo mucho que se queda a deber.
Fuerzas de resistencia al cambio actúan en franca conspiración
Pecaríamos de ceguera y de sordera, si no señaláramos que —como ocurrió en los últimos dos periodos populistas (1970-1982)— las fuerzas de la resistencia al cambio están actuando en franca conspiración.
Lo obvio es que ese anárquico enfrentamiento alcanzará su curva más alta y explosiva en los procesos electorales de 2021, puestos a caballo desde septiembre, en que se renuevan 15 gubernaturas, la Cámara de Diputados federal, legislaturas estatales y un buen racimo de presidencias municipales: Más de 20 mil puestos de elección popular.
En momentos de destino nacional, la vieja y juiciosa sabiduría política recomendaba: Actuar con el corazón caliente, pero con la nuca fría. Esta es la responsabilidad del estadista.
Morena ha dejado solo a su fundador e inquilino de Palacio
No es lo mismo captar más de 30 millones de votos en 2018 y llegar hasta donde se llegó, y ésta no es la hazaña, sino permanecer no en el variable índice de aprobación, sino de las expectativas para el resto del mandato.
Es ahí donde se encuentra más acusado un déficit de la gestión presidencial.
La base social de la que requiere la 4T no puede ser obra de un solo individuo. Es responsabilidad del Movimiento que hizo posible el arribo del tabasqueño al poder presidencial.
El Presidente no puede estar sujeto al plebiscito de todos los días en sus jornadas administrativas y políticas cotidianas, sin el acompañamiento de una estructura que, desde 2018, se quedó anclada en la autocomplacencia y se echó la cola al hombro.
Ese déficit de agiganta en la proximidad de las elecciones de 2021, en que Morena sigue sin encontrar la brújula para refrendar la sensacional victoria de 2018.
López Obrador llegó a su meta después de 30 años de incesante combate. Morena no podrá remontar su crisis en escasos nueve meses que faltan para la nueva cita en las urnas. Al tiempo. VP
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