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Edición 230
Escrito por EDITORIAL   
Martes, 23 de Marzo de 2010 14:49

Editorial

 

 

Estúpido y odioso Gran Leviatán


En la lógica impecable de Perogrullo, “una cosa conduce a otra, y así sucesivamente”. Aquí, donde predominan las peores formas de la economía criminal -en la que los privilegios fiscales, el lavado de dinero, la usura y la especulación son monarcas intocables-, hablar de recuperación y de un eventual crecimiento de cinco por ciento en 2010, no es más que la expresión mediática de un subconsciente político que se resiste a perder elecciones.

Una cosa conduce a otra: En enero de 2010, “año de la recuperación económica”, según lo ha venido proclamando el presidente Felipe Calderón, la banca comercial, casi absolutamente extranjerizada, sostuvo su tendencia de regatear el crédito a empresas y familias. Según reportes del Banco de México, en dicho mes ese servicio disminuyó en 6.8 por ciento. En números absolutos, otras fuentes sitúan esa reducción en poco más de cinco mil 500 millones de pesos.

Una cosa conduce a otra: También estadísticas oficiales revelan que, a enero de 2010, el número de empresas quebradas que cerraron durante el último año llegó a siete mil 319. En orden de importancia productiva, el sector más afectado fue el industrial, con la pérdida de cinco mil 492 establecimientos.

 

 

editorial


Una cosa conduce a otra: De acuerdo con informes de Cuenta Pública presentado por la Auditoría Superior de la Federación de la Cámara de Diputados, en 2008 la Secretaría de Hacienda rembolsó a un selecto grupo de grandes contribuyentes casi 180 mil millones de pesos, sólo por concepto de devolución del Impuesto al Valor Agregado (IVA).

Una cosa conduce a otra: Según un análisis del Grupo Financiero Santander, 47 de los más poderosos corporativos que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores -esto es, los que medran en el mercado especulativo-, obtuvieron, en 2009, ganancias por 212 mil millones de pesos; 32.3 por ciento más que en 2008.

No es casual ni gratuito, entonces, que en encuestas realizadas a principios de 2010 en el mundo de los negocios, 60 por ciento de los empresarios consultados responda que no cuenta con créditos para el desarrollo o sostenimiento de sus unidades de producción; un segmento de 58.5  por ciento “de los grandes” encuestados exprese confianza en las expectativas de crecimiento y, de ese porcentaje, 71 por ciento sea de empresarios extranjeros.

Lo tenebroso del caso, es que la actitud obsequiosa de la Secretaría de Hacienda hacia los causantes preferidos se registró cuando despuntaba la amenaza de la crisis financiera en los Estados Unidos y el reporte de descomunales ganancias de los especuladores en el mercado bursátil corresponde a 2009, cuando los impactos de la crisis económica global dejaron para el arrastre a la inmensa mayoría de los compatriotas.

El odioso resultado de ese proceso de acumulación en tiempos de vacas flacas para los menos favorecidos, no tiene más explicación que la perversa y depredadora colusión gobierno-plutocracia, para la compraventa de favores electorales, que permite la prolongación del saqueo impune y la criminal profundización de las estructuras de la desigualdad. El Gran Leviatán mordiéndose la cola.

No es otra la sinrazón que ha movido al PAN-gobierno a darle prioridad a una reforma política autoritaria, por encima del clamor de la  comunidad empresarial media y pequeña, y de la sociedad civil, que demandan una radical reforma económica; partiendo, a juicio de la primera, de la implantación de un racional régimen de justicia fiscal y, a juicio de la segunda, de una verdadera justicia redistributiva; y, para ambos conglomerados, del reconocimiento la necesidad de reactivar el mercado interno con base en inversiones productivas, con fuentes de crédito en condiciones accesibles que generen, de veras, empleos estables y dignamente remunerados que satisfagan a la vez los derechos sociales básicos e incrementen el poder adquisitivo para el consumo indispensable.

Contrario a ese imperativo, una procaz clase “política” violenta y agota sus tiempos enfangada en un espectáculo socialmente estéril e indignante, que no tiene más objetivo que el de conservar y ampliar inmorales fueros y privilegios.



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