La Geografía del Dolor
SOMALIA: NACIÓN QUE SE DERRUMBA ENTRE LA GUERRA Y EL HAMBRE
- Nido de piratas marítimos, extremistas islámicos e intrusos yanquis.
- Casi dos décadas de guerra la conducen sin remedio a una feroz hambruna.
- Violencia, terror, guerra, expoliación, intolerancia, corrupción e injusticia.
Felipe SANTAGADEA
Casi alejada de los grandes temas de actualidad internacional, la situación actual de Somalia avanza de manea inexorable hacia su derrumbe definitivo; convertida en botín de muchos intereses, propios y ajenos, que buscan posicionarse de manera dominante, esta nación depauperada es rehén y víctima de la ambición norteamericana, el intolerante islamismo fundamentalista , las cruentas luchas étnicas de los diversos clanes y la enorme corrupción que todo esto genera.
Somalia lleva 19 años de guerra y de guerrillas, convirtiéndola en otro infierno dentro de la geografía africana y mundial; con vecinos tan problemáticos como peligrosos (Etiopía y Eritrea), este país es el imperio de la pobreza más extrema en donde la vida ya casi no tiene valor alguno y la muerte es la mejor salida, el recurso más viable ante un presente de desencanto, sin futuro, ni alimento, ni trabajo y paz.
Recientemente fue filtrado a la opinión pública internacional, vía el New York Times, un informe especial de la ONU mediante el cual se da cuenta clara de que los programas de envío de alimentos a Somalia, han caído en manos de funcionarios corruptos que se han apoderado de tan elemental ayuda, ocasionando que la enorme población somalí se dirija a una tremenda hambruna de dimensiones apocalípticas. Todo el ambiente interno de esa nación es tan complejo que los analistas internacionales se hacen cruces tratando de desentrañar las causas, los hechos, y, sobre todo, establecer propuestas o medidas que logren enderezar este barco que se hunde sin remedio, lo que puede traducirse en la desaparición de la nación somalí
A la tremenda guerra civil provocada por la guerrilla islámica de la organización Al Shabab, enfrentada al llamado Gobierno Federal de Transición (GFT), apoyado por Washington, la ONU, la Unión Africana y algunos de los clanes más numerosos del país, se agrega la criminal corrupción generada por la venta subterránea de las toneladas de alimentos del llamado Programa Mundial de Alimentos, que con la ayuda internacional se envía por medio de las Naciones Unidas (algunos de cuyos funcionarios han sido atapados operando este negocio).
UN SOLO COMÚN DENOMINADOR: LA ANARQUÍA TOTAL
Así las cosas, Somalia se encuentra en uno de los peores momentos de su historia, pues sus males no tienen fin; podemos agregar otras situaciones nefastas que laceran a esa nación como son la productiva venta de visas diplomáticas a gentes que tienen los recursos suficientes para adquirirlas, y con ello huir de Somalia en busca de mejores fronteras; la actividad de piratería como la que se reveló recientemente a través de las agencias noticiosas españolas sobre el secuestro de navíos iberos (el caso del pesquero Alakrana, por mencionar uno sólo) a cambio de jugosas recompensas, directa o indirectamente relacionadas conla actividad violenta de los extremistas religiosos islámicos de Al Shabab, aliada, por supuesto, de Al Qaeda, y que domina la mayor parte del territorio somalí provocando, además de los cruentos enfrentamientos con las fuerzas militares oficiales (progubernamentales) y sus aliados de E.U., nación que junto con Francia han estado entrenando fuerzas somalíes en territorio de países como Etiopía, Djibuti y Kenia.
Y como siempre, en medio de este tremendo conflicto, la población civil es la víctima directa y final, pues más de tres millones de habitantes dejarán de recibir alimentos, agua, atención médica y medicamentos. Atrapados entre una guerra civil con intervencionismo internacional (léase Estados Unidos y aliados), sólo es cuestión de tiempo para que Somalia reviente como nación, como Estado y como sociedad. Washington amenaza con incrementar las ofensivas militares de sus protegidos del GFT mediante más apoyo logístico, doctrinario y material, además de retirar su apoyo efectivo al PAM a fin de lograr exterminar a los fundamentalistas de Al Shabab, los que a su vez son casi los dueños del país y reciben apoyo del mundo fundamentalista musulmán a través de su cabeza visible Al Qaeda.
EL VÍA CRUCIS DE UNA NAC IÓN
En casi ya dos décadas entre los siglos XX y XXI, la que otrora fue una belicosa nación de pescadores, pastores nómadas y comerciantes de perfumes, oro y especias, se ha convertido en el botín de todos y de nadie. Su capital, Mogadiscio y ciudades como Baidoa, Bossaso o Jowhar se han convertido en enclaves de miseria, violencia, hambre, violencia y muerte que a nivel mundial a nadie interesan, salvo a quienes reditúa jugosas percepciones e intereses de tipo político o religioso. Su situación clave entre África continental, el Oceáno Índico y el Golfo de Adén, en vez de beneficiarla es su némesis.
Y es que ninguna nación, grande o pequeña, joven o antigua, puede sobrevivir entre tanta anarquía, tanta intromisión extranjera, tanto olvido internacional como es, entre otros casos, el de Somalia. La lista de calamidades es amplia como aterradora: una larga herencia de colonialismo expoliador europeo, numerosas dictaduras y déspotas en el poder que pusieron los cimientos de una nación depauperada, explotada y oprimida en grados extremos. Un ejemplo de ello fue el último déspota derrocado: Mohamed Siad Barré (Maxamed Siyaad Barre en lengua somalí), cuya caída dio paso a la anarquía actual; la nefasta actuación de empresarios y funcionarios corruptos que han medrado y lo siguen haciendo con los bienes del pueblo y para el pueblo, como es el ilustrativo caso de Abdulá Alí Luway, quien fue contratado por la UNICEF y el PAM, situación privilegiada que aprovechó para convertirse en doble agente de la guerrilla islámica Al Shabab y vender los envíos de alimento al mejor postor.
Las históricas e interminables luchas tribales entre los seis grandes grupos de clanes como son los Hawiye, Darod, Ishaq, Dir, Digil y Rahanwein, en donde los interese étnicos y materiales se combinan para crear un ambiente de retraso social en medio de una violencia en gran escala; el inevitable intervencionismo norteamericano con sus aliados europeos y africanos (Francia, Etiopía, etc.), país que considera a Somalia como enclave importante en este punto del globo para sus fines comerciales y militares; la oscura como sangrienta e intolerante acción del fundamentalismo islámico de la organización político-militar Al Shabab, aliada y apoyada fuertemente con la poderosa red terrorista internacional de Al Qaeda, además de la labor de eliminación y represión de milicias aliadas de la primera y que son parte de la llamada Unión de Tribus Islámicas. La masiva migración de población somalí a Eritrea. Etiopía o Kenya, dejando en el abandono campos, poblados, aldeas y ciudades, además de la evidente y dañina acción del gobierno títere, el GFT, impuesto por Washington y apoyado por la Unión Africana y la propia ONU, un gobierno corrupto, débil e incapaz.
¿CUÁL FUTURO PARA LOS JÓVENES?
Ante este desolador panorama, el futuro de la nación, pero sobretodo el de su juventud y su infancia está marcado por la más grave de las incertidumbres, pues sus opciones reales son: emigrar a otra nación en busca de un futuro menos triste y peligroso, asimilarse a las fuerzas pro-estadounidenses del GFT títere, enlistarse en las milicias islámicas de Al Shabab para predicar la religión fundamentalista de la violencia y la muerte en nombre de Alá, reforzar hasta la muerte a sus etnias en una nación de intolerancia étnica, convertirse en pirata marítimo para secuestrar navíos de manera violenta, moverse como dobles agentes entre los dos bandos en guerra, y, en última instancia…¡Simplemente morirse de hambre!
Y es que el fantasma de la hambruna en Somalia es la única realidad que ya está pasando de un futuro inmediato a un presente concreto, doloroso e inevitable. Las toneladas de ayuda humanitaria que el mundo envía a Somalia están quedándose en manos criminales que la convierten en negocio de guerra, en botín de unos cuantos vivales a quienes la necesidad, el hambre y la miseria del pueblo somalí les interesan poco menos que un comino.
Y mientras todo esto sucede en ese jirón de África, el resto del mundo sigue inorando, o cuando mucho, considerando a Somalia como un lugar utópico, lejano, digno material de un documental dramático y morboso de la National Georaphic, el History o el Discovery Chanels, con niños llenos de moscas por todo su famélico cuerpo, con mujeres esqueléticas cuyo senos, flácidos y colgantes, ya no dan ni una gota de leche a sus agónicos bebés; con hombres enjutos semidesnudos y endurecidos que más parecen almas en pena y cuyos rostros semejan calaveras llenas de odio, dolor, olvido y rencor, con escenas violentas en donde degüellan, apalean, violan y asesinan a hombres, mujeres, ancianos y niños en nombre de un Dios cruel, de una política de poder, de una tribu más fuerte. Esa es la imagen de la realidad en Somalia, la que sin duda es el reflejo fiel del mundo y la hambruna que, como jinete apocalíptico, sigue recorriendo la Tierra.
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