PUNTO CRÍTICO
JORGE SANTA CRUZ
(Exclusivo Voces del Periodista)
Narcotráfico:
complot internacional
El crecimiento desmesurado de las organizaciones criminales no es fortuito. Obedece a una consigna secreta emanada de las sociedades ocultIstas británicas.
En la década de 1930, el intelectual inglés Aldous Huxley, formado en Oxford y autor de obras tan celebradas como Un mundo feliz, Mono y esencia y El fin justifica los medios, se trasladó a los Estados Unidos, para promover desde allí el uso de las drogas prohibidas.
Huxley, integrante distinguido de la sociedad secreta denominada La Mesa Redonda, era discípulo de Herbert George Wells, otro famoso intelectual que desde 1918, año en que terminó la Primera Guerra Mundial, se pronunció a favor de establecer un gobierno mundial. Wells, a su vez, había sido atraído por Bernard Shaw a la secreta Sociedad Fabiana, la cual tenía como principal objetivo establecer un Nuevo Orden planetario.
Aldous Huxley fue nombrado profesor del Instituto Tecnológico de Massachussets en 1960 y fue apoyado por otros intelectuales como T.S. Elliot, W.H. Auden y D.H. Lawrence. (Un libro muy revelador es el que escribió R. Williams Clark, en Nueva York, en 1968, bajo el título de The Huxley y que fue publicado por McGraw-Hill)
Wells, por su parte, fue puesto como ejemplo de la revolución sexual debido a que consideraba que todos los conceptos morales acerca de la sexualidad eran “gazmoñerías”.
La revolución sexual fue ligada, inmediatamente, al consumo de drogas. Marylin Ferguson, en su libro La Conspiración de Acuario, complementó la nueva ideología de la siguiente manera: “Necesitamos educar para una libertad por encima de todas las fronteras… Pedagogía sin Dios y sin Patria; sin confesores ni profesores; sin verdad; sin normas morales; sin sujeciones ni límites, ni sacrificios, deberes o exigencias”. (La Conspiración de Acuario, Biblioteca Fundamental Año Cero. Editorial América Ibero-Intermex. Páginas 88, 343, 345)
En concordancia con lo anterior, el escritor norteamericano Ken Kesey difundió la idea de que la sociedad tradicional era una “prisión” por lo que los seres humanos realmente “libres” serían aquellos que se atrevieran a romper con los parámetros establecidos. Kesey y su grupo de amigos, autodenominado The Merry Prankster (Los alegres bromistas), se dedicaron a recorrer los Estados Unidos a partir de 1964, a bordo de un autobús pintado de manera psicodélica, para promover el consumo de la dietilamida de ácido lisérgico, mejor conocida como LSD.
El químico Albert Hoffman, de los laboratorios Sandoz, fue un entusiasta partidario de que los jóvenes norteamericanos consumieran LSD, al igual que Thomas Mann y su hija Elisabeth Mann Borghesse.
De manera paralela, el psicólogo y escritor Timothy Leary fundó, en 1966, la Liga para el Descubrimiento Espiritual, a manera de una religión cuyo “santísimo sacramento” era el LSD. Otros grupos formados por Leary fueron La hermandad del amor eterno y Los místicos.
Bertrand Russell, a su vez, fomentó la creación del grupo Haz el amor, no la guerra y fomentó la distribución del LSD entre el medio millón de soldados desplegados por Estados Unidos en Vietnam. La derrota norteamericana significó el regreso de decenas de miles de hombres que, de pronto, se vieron sin empleo y atrapados por la adicción al LSD. ¿Qué hicieron, entonces? Sumarse a las filas del narcotráfico. Otro tanto hicieron los antiguos traficantes de bebidas alcohólicas.
La Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos -de manera inconcebible- estableció que los consumidores de drogas se convirtieran en encubridores de sus vendedores de droga. Los proveedores de sustancias tóxicas ilegales también fueron beneficiados por esta medida. La advertencia de “puede usted guardar silencio, porque todo lo que diga puede ser usado en su contra” operó entonces a favor de los grupos criminales y en contra de la sociedad estadounidense. Ese modelo se repite, ahora, en México.
La Executive Inteligence Review publicó, en 1994, una lista de poderosos narcotraficantes norteamericanos, entre los que figuraban Kenneth Blankin, Meyer Lansky, Morris Barney Delitz y Abe Bronfman. La denuncia fue estéril. Estos y otros poderosos presuntos barones de la droga nunca fueron investigados. Seguramente los multimillonarios financiamientos a las campañas electorales operaron –y operan- a favor de tan oscuros personajes.
La periodista y escritora española, Cristina Martín, autora del libro El Club Bilderberg. Los amos del mundo (Arcopress Producciones, Barcelona, 2008, páginas 159 y 160)) sintetiza perfectamente la situación que prevalece en México, Estados Unidos y el mundo. Leamos:
“La introducción de las drogas en el microcosmos adolescente es uno de los mecanismos que mejor ha funcionado para controlar y manipular a los individuos en su fase vital de mayor energía. Tavistock se percató del poder de acción ilimitado de los jóvenes, por ello se apresuró en encontrar métodos que frenarán su considerable potencial. Las drogas son los vehículos más efectivos para provocar la inacción de la juventud, pues la atonta, la instala en la inercia, su uso continuado genera psicosis, depresiones, temores infundados, apatía, pérdida de confianza y autoestima, paranoias y otras enfermedades mentales, algunas irreversibles. La estrategia de prohibición fue muy eficaz, ya que estimuló el deseo de consumo en esa franja de edad en que la rebeldía actúa como bandera identificativa y de cohesión grupal. Una de las peores consecuencias es que los jóvenes consumidores no son conscientes de la forma en la que están siendo manejados por los controladores sociales y tampoco perciben que la droga no va a solucionar sus problemas, sino que los acrecienta, a veces, siendo demasiado tarde para reaccionar.
“La CIA, cuyos agentes se forman en las filas de Tavistock, utilizó a sus propios funcionarios administrándoles LSD para estudiar sus reacciones, lo que produjo varias muertes. Se trataba del programa MK Ultra, originado cuando la firma farmacológica suiza Sandoz AG, propiedad de S.G. Warburg Co., desarrolló el Ácido Lisérgico (LSD). James Paul Warburg, consejero de Roosevelt, creó el Institute for Policy Studies para promocionar la droga. El resultado fue la narco-contra cultura del LSD de los años 60, la llamada ‘revolución de los estudiantes’, que fue financiada con venticinco millones de dólares por la CIA”,
Cristina Martín explica (página 159) que el Instituto Tavistock de Relaciones Humanas, fundado y establecido en Londres, en 1921, “estudia los procesos de comportamiento individual y colectivo para controlar y dirigir las acciones y pensamientos mediante el uso de técnicas persuasivas, sugestivas, de manipulación y lavado de cerebro”. La investigadora expone más adelante (página 161) que “El Instituto Tavistock fue el creador de las fundaciones, desde donde se impulsan proyectos de finalidades espurias que nada tienen que ver con la acción filantrópica que aparentemente abanderan. Por ejemplo, desde la Fundación Rockefeller se han activado diversas técnicas de control del mundo agrícola. Kenneth Warnimont, el director de la entidad, organizó los programas de investigación contra los granjeros independientes de México y Latinoamérica, considerados una amenaza para la globalización de Bilderberg porque al producir por sí mismos se convierten en autosuficientes”.
Conclusión:
De lo que se trata, entonces, es de debilitar a los pueblos, a través de la inhabilitación de sus jóvenes, para que pierdan sus costumbres y tradiciones, sus valores éticos, su sentido de nacionalidad y de patria, y para que sean dependientes de todo, a fin de convertirlos en consumidores sumisos de todo, es decir, desde productos transgénicos, medicamentos letales, tecnología caduca y contenidos mediáticos disolventes, hasta sistemas políticos y económicos esclavizantes.
El objetivo de los promotores de la droga, de la sexualidad desordenada y de la violencia social, es muy claro: acabar con las reservas espirituales de las naciones, desacreditar a sus ejércitos y comprar a las castas políticas que les permitan imponer un gobierno mundial a la brevedad posible. Anta tal perspectiva, el Chapo Guzmán y los demás capos, son simples peones del ajedrez global. Lo mismo sus cómplices enquistados en todos los niveles de gobierno de nuestro país.
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