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“Nuestra gran defensa es el espíritu
que aprecia el valor de la libertad”.
ABRAHAM LINCOLN
¿TRABAJO DE INTELIGENCIA?
Materialmente nos caeríamos de la canija risa, de no ser por que el asunto reviste gran seriedad y tiene un alto costo material y en vidas humanas; nos referimos a esas declaraciones tiesas y huecas de funcionarios policiales y judiciales que se llenan el buche diciendo que algunas de las más importantes capturas de narcos y criminales “son el producto de largas tareas de inteligencia, de verdaderas estrategias policiaco-militares”, cuando en realidad casi todos saben que son viles delaciones de los propios capos y negociaciones con el crimen organizado con fines políticos y mediáticos. No cabe duda que siguen considerando a la sociedad como un ato de macuarros, ignorantes y pusilánimes que se tragan todo y aguantan lo que sea. Han olvidado los señores funcionarios disfuncionales que la cuerda se rompe por lo más delgado y que no hay enfermedad que dure cien años, ni enfermo que la aguante.
LOS NUEVOS INQUISIDORES
Así podemos calificar a los periodistas y comunicadores enquistados en los diferentes medios, quienes se han tomado muy en serio el papel autoasignado o de dedazo de verdaderos voceros, expertos críticos o voces autorizadas de los intereses muy definidos de grupos políticos, gobernantes y empresarios enriquecidos a la sombra del poder. Investidos de santones de la “opinión pública” (que en realidad es la opinión privada) se han alcanzado la puntadiux de autoconstituirse en jueces, partes y verdugos de los enemigos y apestados de los intereses que representan, defienden y apologizan. Estos comunicadores de fachada enciclopédica y prefabricada imagen mediática lanzan denuestos, diatribas y anatemas a todo aquello que esté en contra del sistema y mafia que representan. Y allí los vemos, escuchamos o leemos con sus lenguas de espada desenvainada, vendiendo a buen precio sus “servicios de intelectuales por cuales”. Ni modo, son cositas de nuestro sistema socio-político-económico-cultural.
EL METRO: DEPORTE EXTREMO
Quienes a diario nos jugamos el pellejo (sin albur) viajando por vil e inevitable necesidad en el metro, nos hemos ido adaptando a las inclemencias de este medio de transporte metropolitano, al grado de que un servidor y cientos de animosos usuarios hemos tomado el uso del “Cadillac naranja” como un nuevo deporte extremo en donde las emociones son infinitas. Abordar y descender de los vagones del metro son toda una aventura en donde ponemos en juego las habilidades estratégicas de entrenadores o jugadores de deportes como rugby, soccer, futbol americano, básquet, lucha grecorromana, box, lucha libre y las artes marciales. Lo malo es que aquí no hay árbitros o jueces de cancha, es superlibre y sin categorías por peso o edad. En el metro se hace deporte extremo de contacto en superlibre. Pero eso si, los administradores de estas canchas y estadios nos alegan que el viajecito por persona debería costar nueve pesos y no tres, pero como un “gran favor a nuestros depauperados bolsillos” no han ajustado tarifa, como tampoco han arreglado las goteras de muchas estaciones, ni han arreglado los sistemas de apertura de puertas de convoyes, por lo que ahora acostumbran informarnos los conductores “que por favor abramos con las manos las puertas en cada parada”. ¿También lo querrán privatizar?
LA RISOTERAPIA DE RIGOR
1.- Pasa un borrachito cerca de una vía de ferrocarril y se tropieza con un cuerpo totalmente destrozado por el tren, a lo que el beodo dice: -¡Vaya que este tipo es muy desordenado para dormir la mona!-
2.- Pedro le dice a Juan: -yo no confío en los cirujanos; usan cuchillos con gran habilidad, se tapan la boca para que no los reconozcan y se ponen guantes para no dejar huellas-.
3.- Una madre gallega después del parto le pregunta al médico sobre su bebé: -Bueno el niño está bien, pero le tuvimos que poner oxígeno- A lo que ella contesta: ¡Joder, y yo que le quería poner Gaudencio!
En esta ocasión ilustramos esta columna con obras del desaparecido pintor y muralista canadiense Arnold Belkin.
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