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Sitiada, la mayor reserva de petróleo
del mundo: Arabia Saudita
Banderas del reino de Libia fueron colocadas ayer ante la refinería de la ciudad de Ras LanufFoto Reuters
Ann Koh y Kim Kyoungha narran que las apuestas (sic)” del precio del barril de petróleo han alcanzado 200 dólares para el “día de la rabia” -a no confundir con el “día de la ira (sic)” en otros confines, que no es la misma reacción hormonal política- a celebrarse en Arabia Saudita (AS) el viernes 11 de marzo tras las plegarias de las mezquitas (Bloomberg, 7/3/11.)
Los mercaderes de las “opciones” (un género de los ominosos hedge funds) “apuestan (sic) más que nunca (sic) que el petróleo se encamina a 200 dólares el barril”, cuando el “número de contratos sobresalientes ha crecido (sic) en Nueva York para comprar crudo en junio”.
¿La causa? “Empeoramiento de la revuelta civil en Libia y las raras (¡supersic!) manifestaciones en Arabia Saudita”. Entonces, ¿por qué se asustan tanto?
Si el mercado neoyorquino que cotiza la calidad WIT (West Intermediate Texas) se dispara a 200 dólares el barril, ¿a cuánto ascenderá aún más la calidad Brent que se cotiza en Londres?
Cabe recordar que las calidades WIT y Brent se han desacoplado mediante un diferencial artificialmente acentuado en beneficio del último.
Koh y Kyoungha citan a Yingxi Yu, analista en Singapur del banco británico Barclays PLC (por cierto, implicado en blanqueo de dinero y en tráfico de armas), el cual justifica que “la gente (sic) está temerosa de que las protestas se difundan a varias partes de la región”.
La muy polémica Human Rights Watch -presunto instrumento del megaespeculador George Soros (supuesto hombre de paja de los banqueros esclavistas Rothschild) para encubrir sus “filantrópicas” apuestas financieristas- le ha dado vuelo al “día de la rabia” nacional (sic) programado para 11 y 20 de marzo. Por lo menos tendrán durante 10 días los “mercados” bajo la espada de Damocles bursátil a la supuesta producción de Arabia Saudita por 9.71 millones de barriles al día -existen datos muy variados al respecto, así como sobre sus reservas reales, que el mismo EU menguó considerablemente cuando el rey Abdalá se atrevió a reclamar a Obama la defenestración de su amigo Hosni Mubarak- que representaría “la tercera parte de la producción de la OPEP y casi seis veces la de Libia”.
Koh y Kyoungha aducen que cinco de los ocho vecinos inmediatos del reino saudita han obligado al rey Abdalá a estimular la vivienda, la seguridad social y la educación para frenar los disturbios (sic)”. ¿Cuáles “disturbios (sic)”, si todavía no empiezan?
No rebato que puedan suceder, pero al corte de caja de hoy no los hay, para lo que se necesitan dos atributos: 1) una “masa crítica” de manifestantes (con 500 twitteros, dicho sea respetuosamente, no se consigue una revolución ni el derrocamiento de un rey, menos en Arabia Saudita), y 2) una agenda de objetivos: ¿qué buscan: reformas, derrocamiento de la monarquía o una “monarquía constitucional”?, ésta todavía inexistente en las ocho monarquías árabes: seis del Consejo de Cooperación del Golfo, además de Jordania y Marruecos, curiosamente todas aliadas de los “demócratas” EU y Gran Bretaña.
El rey Abdalá, de 88 años, sobre quien pende una sucesión que virtualmente puede descarrilar en una secesión, a su regreso después de tres meses de un tratamiento en EU (¡cómo les encanta compartir el lecho con el “amigo”!), abrió las arcas con estímulos de emergencia por 37 mil millones de dólares para aminorar el malestar en el “Chiistán” saudita: la parte oriental donde habita 30 por ciento de la población (según Stratfor) de confesión chiíta y donde Alá deseó se ubique la mayor producción del mundo.
Juerg Kiener, funcionario de inversiones de Swiss Asia Capital Ltd (sede Singapur), fulminó que “el precio del precio subirá, quieran o no. Si Arabia Saudita cae, entonces tienen un incendio en la casa”, lo cual es cierto siempre y cuando se cumplan la “masa crítica” y los objetivos (aún etéreos) de la agenda contestataria.
A nuestro humilde juicio, el destino de los chiítas de Bahrein (75 por ciento del total), al unísono de Kuwait -30 por ciento de chiítas, sin contar trabajadores foráneos y “apátridas”, los bidún (“sin nada”), que superan a los sunitas-, representa el verdadero barómetro de lo que pudiera constituir un “efecto dominó chiíta” que alcance la parte oriental del reino wahabita (ver Bajo la Lupa, 27/2/11.)
Llama la atención el silencio sepulcral de los multimedia de Irán sobre Arabia Saudita, a quien tratan como seda, al haberse enfocado en el devenir de los chiítas en Bahrein, Kuwait y Yemen, mientras han sido más condescendientes con los avatares de Omán, con quien comparten el superestratégico estrecho de Ormuz.
Todo lo contrario de la prensa británica, que se da el lujo de balcanizar lo balcanizable (bajo su pérfido apotegma de “divide y vencerás”): desde Yemen, pasando por Libia, hasta Arabia Saudita, a la que divide en tres entidades: el “Chiistán” oriental; el Hijaz, en el estratégico mar Rojo (con el puerto de Yeddah), y el restante para los wahabitas.
Los desalmados especuladores de hedge funds (“fondos de cobertura de riesgos”) descuelgan “enormes ganancias” conforme se calientan los frentes petroleros en el mundo árabe (por ahora Libia y Bahrein) en “las pasadas semanas” gracias al alza de las materias primas, primordialmente del “petróleo, los alimentos y los metales”, según narran Sam Jones y Gregory Meyer, del rotativo británico The Financial Times (7/3/11), portavoz de la globalización financierista y de la que es accionista nada menos que el coronel Muammar Kadafi a través de la empresa propietaria Pearsons (Michael Skapinker, The Financial Times, 7/3/11). ¡Vaya,vaya!
Que la inmaculada London School of Economics haya sido financiada por Saif Al-Islam, el pimpollo “reformista” de Kadafi, lo cual orilló a la defenestración pestilente de su director sir (sic) Howard Davies, es otro tema que obliga a practicar más adelante un examen anatomo-patológico de las inversiones del nepotismo de los Kadafi.
Nada casualmente el megaespeculador y “filántropo” George Soros ha vaticinado “un baño de sangre”, no en Arabia Saudita, sino en Irán (BBC, 4/3/11). No es gratuito que Soros detente el quinto lugar mundial entre los principales especuladores de hedge funds (Business Insider, Clusterstock, 8/3/10). ¡Las ganancias mayúsculas se hacen con ríos de sangre!
Con excepción de sus dos relativamente insignificantes transfronteras con Qatar y Emiratos Árabes Unidos, lo real es que las superlativas producción y reserva de petróleo del mundo de Arabia Saudita se encuentran literalmente sitiadas en sus dos mares (mar Rojo y golfo Pérsico), en sus dos estrechos (Bab El Mandab y Ormuz) donde atraviesa la mayoría del “oro negro” mundial, y en sus cinco fronteras (Yemen, Jordania, Irak, Kuwait y Omán), a los que habría que agregar la isla de Bahrein, conectada al reino wahabita por un puente de 24 kilómetros que se puede convertir en el más incandescente e indecente del planeta y que -cada vez queda más diáfano- buscan incendiar los megaespeculadores de la City y Nueva York, donde reina imperturbablemente el sionismo financierista global.
* La Jornada
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