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DANZA DE
LA MUERTE
El asesinato de Colosio y sus macabras consecuencias
“Las condiciones políticas del PRI y la
situación nacional e internacional, hicieron
que los claramente elegibles fueran Donaldo
Colosio y Pedro Aspe”. (Noviembre de 1993)
* * *
“…como amigo de Luis Donaldo Colosio,
tengo todo el afecto para brindarlo a su
familia, a su esposa Diana Laura, a su hijo
Luis Donaldo y a su hija Mariana”. (23 de
marzo de 1994)
Salinas de Gortari y Camacho Solís: olor a traición
Carlos Salinas de Gortari
Después del cierre de la emblemática Fundidora de Monterrey, estuvimos en la capital de Nuevo León. Un profesor universitario nos habló maliciosamente del agente naranja. Teníamos en mente el defoliador empleado por el Ejército de los Estados Unidos en Vietnam. Al percibir nuestro desconcierto, nuestro interlocutor nos explicó que la metáfora la utilizaban los regios para referirse a las medidas “dolorosas pero necesarias” de Miguel de la Madrid para implantar el neoliberalismo en México. Con el cierre de la fundidora, no pocos obreros calificados se vieron obligados a emplearse en el servicio de limpia. Alfonso Martínez Domínguez, que había sido regente del Distrito Federal, en sus tiempos como gobernador del estado había llevado a la entidad los uniformes color anaranjado que usan los trabajadores de limpia en la Ciudad de México. El agente naranja, pues, era el signo de la degradación laboral en la regia capital de Nuevo León. En conversaciones con empresarios privados, éstos nos comentaban que, en el universo bancario, es un término común despiadada, para calificar la acción de los acreedores contra los deudores. Decían que, como secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari traducía aquel uso como sanguinaria en la aplicación de la política económica del delamadridismo.
Una semana antes de la elección presidencial del 6 de julio de 1988, fueron asesinados a balazos en la Ciudad de México los estrategas electorales del candidato presidencial del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Francisco Xavier Ovando Hernández y Ramón Gil Heráldez. El 2 de julio de 2010, en el XXII aniversario de ese doble crimen, en homenaje gubernamental a Ovando Hernández, en Morelia, Michoacán, Cárdenas Solórzano, orador oficial en la ceremonia luctuosa, declaró que aquellos asesinatos formaban parte de la larga cadena de crímenes, y computó “más de 600 muertes de luchadores por el cambio democrático y el Estado de derecho, de los cuales la mayoría permanecen impunes”.
Primer cobro del PAN a
cuenta del pacto con CSG
Como resultado de la lodosa y dolosa elección presidencial del 6 de julio de 1988, el Colegio Electoral de la Cámara de Diputados dio la Presidencia de México a Salinas de Gortari, en un bárbaro proceso de dictamen que el constitucionalista y entonces flamante diputado del PRI, el michoacano don Antonio Martínez Báez tipificó como golpe de Estado técnico. Con el protagonista central de ese oscuro capítulo político, el Partido Acción Nacional, encabezado por Luis H. Álvarez, acompañado del coordinador de la bancada panista Abel Vicencio Tovar, y de Diego Fernández de Cevallos y Carlos Catillo Peraza, firmó una alianza estratégica por la que obtuvo como contraprestación las concertacesiones electorales. Salinas de Gortari, a costa de la traición del PAN a su candidato presidencial Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, se anotaba en el ámbito interno un tanto en su búsqueda de legitimidad de gestión. Sus tutores internacionales, sin embargo, le exigían cumplir la cláusula democrática para su pleno reconocimiento.
La elección de gobernador de Baja California (2 de julio de 1989) se presentó como oportunidad para que el PAN exigiera a Salinas de Gortari el primer abono a cuenta de la alianza estratégica. El candidato del PAN fue el empresario de Ensenada, Ernesto Ruffo Appel, nominado a pesar de que, habiendo nacido en California, Estados Unidos, hasta el momento de su postulación no había optado por la nacionalidad mexicana. La Constitución de Baja California establecía el requisito de nacionalidad para los aspirantes a la gobernación del estado; requisito que fue burlado por la autoridad electoral estatal a presión desde el centro.
Primera herida a
Luis Donaldo Colosio
El presidente nacional del PRI era Luis Donaldo Colosio. La candidata priista, la senadora Margarita Ortega Villa. La calurosa noche del domingo electoral, el presidente estatal del PRI, Manuel Martínez Palomera recibió instrucciones del Comité Ejecutivo Nacional de anunciar a la prensa que las tendencias favorecían a Ortega Villa, pero “que no pase de 210 mil votos”. El dirigente informó que, con datos de 85 por ciento de las casillas monitoreadas, la priista tenía un alcance de 202 mil votos. Noche de festejos. El lunes 3 fue de moderación. La música había dejado de tocar.
Para el 4 de julio, la arrogante legión de delegados del PRI que había operado la campaña desde Mexicali y Tijuana, se volvió ojo de hormiga. Canales filiales de la televisión metropolitana adelantaban que el CEN del PRI reconsideraba sus informes sobre los resultados de la votación. Entonces, al anochecer, apareció ante los periodistas, sola, Ortega Villa: “La tendencia no me es favorable en el esfuerzo por lograr la mayoría de la voluntad ciudadana”. Salinas de Gortari podía viajar al extranjero exhibiendo la cabeza de Ortega Villa. En las siguientes semanas, al terminar su jornada diaria, a Luis Donaldo Colosio se le vería en el viejo edificio central del PRI como fantasma, acompañado de su entrañable amigo, el sinaloense José Luis Soberanes.
23 de marzo del
94 no se olvida
La última vez que vimos semivivo a Colosio, fue en el amanecer del 23 de marzo de 1994, en el vestíbulo del Hotel Ejecutivo, de Culiacán, Sinaloa. Regresaba de trotar. Lo acompañaba, entre otros, Heriberto Galindo Quiñones. Sería en esa hora cuando el candidato presidencial del PRI recibiría una, para él, angustiante llamada telefónica desde la Ciudad de México, que atendió en su suite. Alguien comentaría que el interlocutor telefónico, desde Los Pinos, era Joshep-Marie Cordoba Montoya. El día anterior, en el aeropuerto de Mazatlán, el horario de la agenda de Colosio se había alterado. En un privado de la terminal aérea había sostenido una prolongada conversación a larga distancia con Manuel Camacho Solís, según se nos filtró a los acompañantes del candidato.
A la izquierda Luis H. Álvarez: el hombre del PAN en Los Pinos
La tarde del 22 de marzo, ya en Culiacán, los sinaloenses invitados especiales de Colosio habíamos sido convocados para una fotografía alrededor de la alberca del hotel citado. A la hora del saludo, el paisano Guillermo Fárber y éste narrador, percibimos cierto decaimiento del candidato. Su mano derecha se sentía como un pescado. “Es que anda resfriado”, se nos dijo. Poco más de 24 horas después, en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California, todo estaba consumado. Ahí quedaría, entre el polvo vespertino, el cadáver ensangrentado del llamado hijo de Magdalena de Kino. Seis meses después, le seguiría el guerrerense Francisco Ruiz Massieu, en su momento considerado potencial presidente de la República.
“Historia escrita
a toro pasado”
“Era la mañana del 28 de noviembre de 1993. Los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional del PRI se reunieron en el despacho contiguo de la biblioteca de la residencia presidencial de Los Pinos. Conforme a los métodos y formas hasta entonces vigentes, los había convocado para organizar el lanzamiento del candidato del PRI a la presidencia de la República. Durante algunos meses había dialogado con distintos dirigentes políticos sobre las diferentes personalidades que se perfilaban para la candidatura. Entre los miembros del gabinete varios tenían posibilidades. Desde la elección de 1934, el candidato del PRI a la presidencia de la República había surgido del gabinete presidencial. Ésta no sería la excepción… las condiciones políticas del PRI y la situación nacional e internacional hicieron claramente elegible fueran Donaldo Colosio y Pedro Aspe. Ellos dos fueron los finalistas.
“Ese domingo en la mañana conversé por separado con algunos dirigentes del PRI. A las 7 lo hice con el presidente del partido, Fernando Ortiz Arana. Le dije que en el proceso de transformación que vivía el país y frente a los riesgos y oportunidades que representaban los grandes cambios mundiales, se requería un candidato dispuesto a consolidar la reforma del sistema desde adentro. Desde mi punto de vista, el indicado era Luis Donaldo Colosio. Ortiz Arana sentía una enorme simpatía por Colosio, así que su coincidencia entusiasta no fue sorpresa para mi”.
Ernesto Ruffo Appel: con él se abrió la brecha azul
Eso lo divulgó seis años después Carlos Salinas de Gortari en México/ un paso difícil a la modernidad. Existen en el texto, del que trascribimos los párrafos anteriores, unas notas de lectura de suyo capciosa: Desde el arranque de mi sexenio en 1988, la presencia de Donaldo como dirigente nacional del PRI desató una intensa lucha. Esa lucha se libró, sobre todo, contra miembros de los grupos habituados a lo tradicional. Si la elección presidencial de julio de 1988 descontroló a esos grupos, la actitud del gobierno y del partido ante el escrutinio adverso al PRI, en la elección estatal de Baja California en 1989, los enfureció. Atados a la ambición de privilegios permanentes, no entendieron que México había cambiado, era otro país”. Interpretadas esas notas como insinuación de Salinas de Gortari, parecería que, entre las líneas de investigación del asesinato, debió abrirse una dirigida a esos grupos habituados a lo tradicional. Lo que no hicieron, sin embargo, los fiscales especiales del caso.
No se le hizo a
Pedro Aspe Armella
La noche del crimen del 23 de marzo de 1994, Salinas de Gortari emitiría un boletín: “Este es un hecho que indigna profundamente; es un hecho que nos agravia, es una ofensa contra todos los mexicanos y una afrenta a las instituciones que a lo largo de nuestra historia hemos construido. Ha lastimado las más profundas convicciones del pueblo de México que ha sido siempre partidario del camino de la concordia, de la ley y de la paz; que siempre ha rechazado la violencia como vía para la solución de nuestros problemas. No hay razón política o moral que en México justifique la violencia”. Quince días antes de su ejecución, Luis Donaldo Colosio, en discurso pronunciado en asamblea de aniversario del PRI, había denunciado que, en su campaña, había encontrado a un pueblo con hambre y sed de justicia. No la ha habido aún, satisfactoriamente, en su propio caso.
Todavía no se secaba la tinta de aquel boletín, y en Los Pinos se discutía cómo reponer la candidatura del candidato muerto con la del secretario de Hacienda y Crédito Público, Pedro Aspe Armella, el otro finalista mencionado en noviembre de 1993. Se atravesó la Constitución, que exige que, para ser Presidente, se requiere… no ser secretario de Estado, “a menos que se separe de su puesto seis meses antes del día de la elección”. “Una videocasetera” impuso desde Los Pinos que el candidato suplente de Colosio fuera su coordinador de campaña, Ernesto Zedillo Ponce de León.
Diego el imprescindible
“No hay razón política o moral que en México justifique la violencia”, dijo en su boletín de condolencias Salinas de Gortari quien, como una expresión del subconsciente, en sus memorias asocia lo ocurrido en Baja California en julio 1989, con la supuesta animosidad en el interior del PRI contra Colosio. Cárdenas Solórzano, en el evento consignado arriba, de julio de 2010, denunció la muerte de más de 600 luchadores por el cambio democrático y el Estado de derecho. En realidad, ese dato lo manejaba el Partido de la Revolución Democrática como el número de militantes del partido asesinados durante el sexenio de Salinas de Gortari.
Se extranjeriza la
cesión del poder
Señalamos en párrafos anteriores, que el registro de la candidatura de Ruffo Appel al gobierno de Baja California se autorizó contraviniendo la Constitución estatal. Se trataba, escribimos después, no sólo de la búsqueda de legitimidad de la presidencia de Salinas de Gortari. A éste le era necesario continuar la anexión silenciosa de México a los Estados Unidos. Baja California fue el primer enclave en el que se ensayó la integración económica de la frontera norte en la economía estadunidense, proyecto que se vería más claro en los compromisos aceptados por el gobierno mexicano en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), suscrito por Salinas de Gortari. En el periodo de 1989 a 2010, como en Baja California, los gobiernos de Chihuahua, Nuevo León y Sonora han sido entregados al PAN, si bien Chihuahua y Nuevo León han sido recuperados por el PRI, sin que se desvíe la línea salinista.
Francisco Ruiz Massieu, otro asesinado
Ya para julio de 1994, con Diego Fernández de Cevallos como factótum del proyecto de Salinas de Gortari en el Congreso de la Unión, se dio por cumplida una de las más grandes aberraciones políticas perpetradas por el usurpador de 1988. Fernández de Cevallos, tenerlo presente, fue candidato presidencial contendiente contra Colosio en 1994, pero en la primavera, habiendo apabullado en debate público al candidato priista suplente, Ernesto Zedillo, se replegó sospechosamente. Un año antes, como diputado del PAN, había consentido la quema de los paquetes electorales de la elección presidencial del 88. “Casualmente”, en el 88, Fernández de Cevallos era representante del PAN ante la Comisión Federal Electoral, que desde la Secretaría de Gobernación tripuló al Colegio Electoral calificador de la Cámara de Diputados.
En julio de 1994, repetimos, Salinas de Gortari promulgó la reforma del artículo 82 constitucional, que hasta entonces impedía la entrega de la presidencia de México a hijos de padres extranjeros. La fracción primera de ese artículo, modificada por la mayoría parlamentaria mecánica del PRI, dejó abierto el boquete. Para ser Presidente se requiere ser ciudadano mexicano por nacimiento, en pleno goce de sus derechos (aquí el cambio) “e hijo de padre o madre mexicanos”. La O por lo redondo fue la clave en debate. Sólo un transitorio único evitó que la dedicatoria de la reforma beneficiara de inmediato a algún colaborador de Salinas de Gortari: “El presente decreto entrará en vigor el 31 de diciembre de 1999”. Y apareció entonces Vicente Fox Quesada.
En un tímido y tardío intento por bloquear el acceso de Fox Quesada a la presidencia de México en 2000, algunas voces se levantaron para denunciar que el orate de Guanajuato (hijo de madre extranjera, doña Mercedes Quesada Extaide nació en San Sebastián, Guipúzcoa, España) había iniciado su campaña antes de que entrara en vigor aquella reforma. La contraparte panista replicó que su registro como candidato se hizo cuando la reforma ya estaba vigente en 2000. (Huichacería pura). Por ahí, en los archivos de la Secretaría de Gobernación, existe un recurso por el que se pedía investigar la nacionalidad de Fox Quesada, habida cuenta que algún expediente habla de que el padre, José Luis Fox Pont, hijo a su vez de alemán-norteamericano, con eventual nacionalidad estadunidense, había registrado a algunos de sus hijos en los Estados Unidos. Recurso ocioso cuando esa secretaría está en manos de los panistas.
El olvidadizo
Calderón H.
Del PRI salinista, con el que el PAN firmó en 1988 la alianza estratégica que a la larga le permitió el asalto a Los Pinos, hemos hablado. El pasado 5 de marzo, sin embargo, el presidente designado, Felipe Calderón Hinojosa tuvo un ataque de amnesia. Ante los consejeros nacionales del PAN, dijo que existen 30 millones de jóvenes que votarán en 2012 y que no conocieron al PRI cuando prevalecían autoritarismo, corrupción y represión y las crisis económicas eran recurrentes. Habló, pues, la encarnación de Tartufo. Y se quedó tan campante.
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